Por Martín Poblete

La introducción del modelo ChatGPT, creado por OpenAI, una empresa del sector tecno-electrónico avanzado radicada en California, ha generado intenso debate en torno a la sabiduría de seguir desarrollando básicamente un modelo computacional capaz de escribir ensayos, libros, artículos, correos electrónicos, y variados trabajos basados en textos.
En principio, una extensión más de la mente, sin duda la más avanzada, un asistente virtual de enormes capacidades, sin embargo todavía dependiente de la alimentación de información -«input data»- proveniente de la mente humana.
Sin embargo, el estado de la investigación al día de hoy, y de producción de equipos y máquinas de base computacional, pareciera haber llegado a un momento cuya solución de continuidad escapó la capacidad de predecir el curso de acontecimientos por los iniciadores de esta fase de investigación científico-tecnológica.
La inteligencia artificial es una disciplina capaz de combinar ciencias computacionales y macizos juegos de información -«data sets»- lo cual le permite resolver problemas, aprender de la experiencia, ajustarse a nueva información -«new inputs»- y ejecutar tareas antes consideradas exclusiva y propiamente humanas.
Estos sistemas están compuestos por algoritmos de cuyas combinaciones surgen nuevas experiencias en forma de sistemas lógicos que les permiten trabajar clasificaciones, predicciones y proyecciones basadas en cada vez mayor alimentación de información.
En este año de 2023 el poder de las máquinas de inteligencia artificial podría superar el poder del cerebro humano.
Este sistema puede generar diálogos, responder preguntas de seguimiento, aceptar errores y corregirlos, cuestionar premisas incorrectas, y rechazar solicitudes inapropiadas.
Los algoritmos, normas y procedimientos de racionalidad calculatoria para resolver problemas, operan con su propia construcción lógica, puestos al servicio de la Inteligencia Artificial pueden generar sistemas completos a extraordinaria velocidad muy superior a la del cerebro humano. Esta cualidad, usando las más recientes tecnologías, puede producir máquinas de rasgos computacionales electrónicos capaces de elaborar los algoritmos y producir estructuras de pensamiento a velocidades muchísimo mayores de las que puede alcanzar la mente humana. Con este asunto se va más allá de la filosofía de la ciencia.

Hace poco más de veinte años, el Profesor Stephen Hawking (St. Anthony’s College at Cambridge University) advertía: «El desarrollo pleno de inteligencia artificial puede resultar en el fin de la condición humana, pues tales construcciones pueden alcanzar un punto cuando se desarrollen por sí mismas y rediseñarse a velocidades cada vez mayores, fuera del alcance y capacidad de restringirlas por el cerebro humano».
En la visión del futuro de la Inteligencia Artificial, los principales investigadores han tomado un concepto acuñado por los grandes científicos de comienzos del Siglo XX, Albert Einstein, Max Planck, Lord Rutherford, Ernst Hubbell, y los matemáticos indios Chandrasekhar y Ramanujan: Singularidad, el punto en el cual una función alcanza un valor infinito por sí misma, una vez llegado ahí no hay retorno.
En la discusión vigente ya se habla de un futuro hipotético, dónde la Inteligencia Artificial supera la capacidad del cerebro e inteligencia humana y cambia el curso de la evolución. En esta predicción la Singularidad tendría lugar el año 2045.
Han surgido voces llamando a detener la investigación en Inteligencia Artificial, esperar hasta cuando seamos capaces de diseñar mecanismos de control.
La experiencia en la historia de la ciencia indica la imposibilidad de frenar una fase del desarrollo científico-tecnológico una vez iniciado, en todos los casos siempre se ha llegado a su lógica conclusión. ¿Podremos evitar llegar al punto de Singularidad de la Inteligencia Artificial?