Con estudio de la Fundación Konrad Adenauer.
En las últimas décadas se ha avanzado mucho en la participación de la mujer en la política latinoamericana. Esto ayuda a mejorar la calidad de las democracias, porque una democracia eficaz necesita diversidad. Esta diversidad se caracteriza por una participación de mujeres y hombres en los procesos de toma de decisiones políticas. Se necesitan mujeres y hombres que lideren juntos (y no lo que ocurrió este miércoles en Chile donde algunas diputadas frentistas del Gobierno del presidente Gabriel Boric decidieron simplemente ausentarse de la importante votación para aprobar una reforma tributaria.
Esta situación le impedirá a Boric llevar a cabo su ambicioso plan social prometido en campaña. El proyecto obtuvo tres abstenciones, 71 votos en contra y 73 a favor. Si bien hubo un número mayor de votos favorables que los negativos, no superaron la sumatoria de estos y las abstenciones, como exige el reglamento).
Mirada desde fuera, la realidad latinoamericana de la participación de las mujeres en la política no parece tan sombría, como escribe Kristin Langguth. En los últimos años, muchas mujeres han ocupado la presidencia de sus países. Actualmente son solamente dos —Dina Baluarte en Perú y Xiomara Castro en Honduras—. Un gran número de países también han introducido diversas reformas para mejorar la equidad de género en los Parlamentos desde la década de 1990.

Más igualdad y más participación
Sin embargo, la cuestión de cómo lograr una participación igualitaria de las mujeres en los procesos de toma de decisiones políticas sigue rondando la agenda de la región, aunque ciertamente no en los principales titulares. Los partidos políticos tienen una responsabilidad esencial que desempeñar en este sentido. Son instrumentos cruciales que promueven cambios en la sociedad. Los partidos son el espacio por excelencia donde se debe garantizar la igualdad, pero falta mucho por hacer.
El debate sobre las cuotas femeninas está presente en el seno de partidos de todas las tendencias políticas, pero se genera de formas diferentes y con resultados diversos. Mientras que, por un lado, cada vez más leyes aspiran a la paridad, en muchos partidos existen fuerzas inerciales que actúan en detrimento de las mujeres. A menudo, los partidos se limitan a admitir mujeres solo para alcanzar la cuota prescrita por la ley. Esto se ve acentuado por el hecho de que las mujeres políticas demasiadas veces siguen teniendo poco poder político real dentro de los partidos.
Los partidos de centro y centroderecha de la región se enfrentan repetidamente al reto de abordar positivamente la cuestión de la igualdad política y ofrecer así un contrapeso a las fuerzas situadas a la izquierda del espectro, que a veces adoptan un discurso fuertemente feminista que se apropia de la bandera de la igualdad de género, aunque también con resultados y efectos diversos. La izquierda trata de construir una hegemonía cultural respecto a estos temas que las fuerzas moderadas deben romper encontrando sus propias respuestas, desde la libertad, el pluralismo y la democracia.
Partidos y modernidad
Por tanto, la aplicación de políticas en favor de una representación más igualitaria entre hombres y mujeres no es, en última instancia, más que la punta del iceberg. Una punta que no oculta que bajo el agua hay otra gran masa de hielo difícil de trabajar. Hará falta tiempo para que se derritan los estereotipos, las imágenes misóginas y, sobre todo, la desconfianza hacia las mujeres que ocupan cargos políticos, pero el cambio no tiene freno.
Solo los partidos que incorporen más y mejores espacios de integración plural con una promoción más decidida de la igualdad en sus espacios de conducción y representación podrán estar aptos para los desafíos de la democracia del siglo XXI. Así, con más mujeres habrá mejor democracia.
(*) La base central de este artículo ha sido escrito por Sebastián Grundberger y Kristin Llanguth publicado en Diálogo Político de la Konrad Adenauer Stiftung de Alemania.