Por  Kersten Knipp 

Estados Unidos y Arabia Saudita, aliados durante muchos años, pero últimamente se habían distanciado. Ante las actuales crisis globales, Biden busca renovar la alianza, quitando los Derechos Humanos del foco de atención.

La decisión del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, de hacer una escala en Arabia Saudita como parte de su viaje al Oriente Medio ha causado revuelo en su país. Biden se ha visto obligado a justificar su decisión en el periódico Washington Post. Es consciente de que mucha gente no está de acuerdo con esta visita, escribió el presidente. Sin embargo, tratará de reforzar la «asociación estratégica» con Riad, manteniéndose fiel a los «valores fundamentales de Estados Unidos».

Biden llegó este miércoles a Israel, la primera etapa de su viaje por el Medio Oriente, en el contexto del conflicto israelo-palestino, las tensiones con Irán y las negociaciones por el petróleo con Arabia Saudita. El avión presidencial estadounidense Air Force One aterrizó en el aeropuerto Ben Gurión de Tel Aviv, donde Biden fue recibido por el presidente israelí Isaac Herzog y el primer ministro Yair Lapid. Afirmó el mandatario estadounidense que en toda su gira adoptará una postura clara en defensa de los derechos humanos.

Compromiso con Israel

Biden está intentando persuadir a Arabia Saudí para lograr un mayor acercamiento del país a Israel. Aunque se considera poco probable que a corto plazo firme los llamados «Acuerdos de Abraham», que buscan una normalización completa entre los estados de la región e Israel, sí es «bastante concebible» que haya una cooperación «entre bastidores”, dice Eckart Woertz, director del Instituto GIGA de Estudios sobre Oriente Medio en Hamburgo.

Lucha por el precio del petróleo

La visita tiene lugar en el marco de una situación política mundial fundamentalmente cambiada, provocada por el ataque ruso a Ucrania. La guerra se está convirtiendo en un reto económico cada vez más grande también para Estados Unidos. La preocupación por la escasez de petróleo ruso como consecuencia de las sanciones, ha provocado una subida masiva del precio del petróleo, produciendo enormes ingresos para Rusia.

El aumento en los precios también juega un papel importante en la campaña electoral de Biden, dice el experto Woertz. En noviembre se celebrarán en Estados Unidos las elecciones al Senado. La crisis energética «es un regalo para la oposición», dice Woertz. «Por eso también tiene interés en que Arabia Saudita aumente sus niveles de producción.» No obstante, tampoco será una solución definitiva: aunque quisiera, Arabia Saudita sólo podría cumplir con los deseos de Biden hasta cierto punto.

Nuevo equilibrio de poder en la región

Durante su visita, Biden deberá tener en cuenta el nuevo equilibrio de poder en el conjunto de la región. Desde que Estados Unidos se retiró en gran medida de Irak y redujo su participación en Siria(1), su peso político-militar en Oriente Medio ha ido en declive. Rusia, sin embargo, lleva tiempo intentando llenar el vacío que Estados Unidos ha dejado en la región – con un éxito cada vez mayor. Esto es particularmente evidente en Siria, donde, junto con Irán, Rusia ha registrado grandes logros en la lucha contra la oposición al régimen de Assad. Además, la Federación apoya a Arabia Saudí en el desarrollo de su propio programa nuclear.

Cooperación con Moscú y Pekín

Sin embargo, Estados Unidos sigue siendo la potencia protectora más importante del Reino saudí, especialmente respecto a su rival más poderoso en la región: Irán. Arabia Saudita es el mayor comprador de armas de Estados Unidos. Pero es probable que la prohibición de las exportaciones impuesta por Biden haya provocado dudas respecto a la fiabilidad de Washington, afirma el experto en la región del Golfo, Eckart Woertz. «Aunque, desde el punto de vista de Riad, China o Rusia no pueden sustituir por completo a Estados Unidos en la alianza de seguridad, Arabia Saudita sí está tratando de diversificar su cartera. En este sentido, el Reino saudí también está negociando con China y con Rusia.»

Las relaciones entre Estados Unidos y Arabia Saudita se deterioraron después del asesinato en Estambul (Turquía), el 7 de abril de 2018, del periodista saudí-estadounidense  Jamal Khashoggi, integrante del staff político del diario estadounidense  The Washington Post, hecho en el que el príncipe saudí figuró como «el principal cerebro o sospechoso del crimen que ocurrió en el consulado saudí en Estambul. Un tribunal turco declaró que el caso fuera entregado a Arabia Saudita, Reino que se negó a extraditar a los sospechosos de matar y encubrir el cadáver del periodista.
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¿Fascinación por lo autoritario?

Pero hay otro obstáculo en la cooperación de Estados Unidos con los regímenes existentes en la región: los principios y compromisos políticos como potencia mundial democrática del país norteamericano. Durante la Primavera Árabe de 2011, ante las insurgencias Estados Unidos abandonó a antiguos aliados, como al autócrata egipcio Hosni Mubarak . Rusia, en cambio, siguió apoyando a sus aliados, sobre todo al dictador sirio Bashar al-Assad, que sólo pudo mantenerse gracias a la ayuda militar de Moscú. Es probable que los gobernantes autocráticos de Riad y otros lugares hayan observado de cerca estos «problemas de lealtad», sacando sus propias conclusiones.

1) – Sin embargo la intervención de inteligencia de EE UU continúa vigente en Siria. Sólo hace dos días. El Pentágono confirmó la muerte del líder del autoproclamado Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) en Siria como consecuencia de un ataque con dron estadounidense cerca de Afrin, en el noroeste del país. Uno de sus lugartenientes ha resultado gravemente herido. Ambos fueron alcanzados mientras se desplazaban en una motocicleta. Maher al Aqal, uno de los cinco jefes supremos del grupo yihadista, era considerado responsable de desarrollar la red del Estado Islámico fuera de Siria e Irak, donde la organización terrorista se hizo fuerte en 2014.

En un comunicado de su Estado Mayor, Estados Unidos confirmó ser el autor del ataque. Los ataques con dron por parte de EE UU han dejado en la región una larga estela de daños colaterales, es decir, víctimas civiles.

La muerte de Al Aqal supone otro duro golpe a los intentos del grupo yihadista de reorganizarse como guerrilla, tras haber perdido una considerable extensión de lo que en su día, y hasta 2017, fue su autoproclamado califato. En febrero pasado, el máximo líder del ISIS se inmoló durante un ataque del Ejército estadounidense en Siria.

El Estado Islámico, también llamado Daesh en su acrónimo árabe, proclamó su llamado califato en vastas zonas de Irak y Siria en 2014, con la ciudad siria de Raqa como capital de facto, desde donde dirigieron un régimen del terror. Aunque fueron derrotados en gran media en 2019, y la mayoría de los antiguos combatientes se han reintegrado a la vida civil, muchos están listos para atacar cuando se presenta la oportunidad.

Además, Estados Unidos tiene algo menos de un millar de soldados desplegados en Siria, aunque no en misión de combate, la mayoría en el este del país. La Administración de Joe Biden tiene que detallar aún sus planes a largo plazo sobre la misión, de ocho años. “El ISIS(autor del ataque a las Torres gemelas en Nueva York sigue representando una amenaza para Estados Unidos y sus socios en la región”, ha recordado un portavoz del Comando Central en el comunicado que anunció el ataque. La coalición internacional contra el ISIS calculó a mediados de 2019, tras la derrota sobre el terreno del grupo, que quedaban de 14.000 a 18.000 combatientes, incluidos 3.000 extranjeros, aunque la cifra exacta resulta difícil de confirmar.

La noticia sobre la caída de Al Aqal sorprende por la coincidencia temporal con el viaje a la región del presidente Joe Biden, que este miércoles llegóa a Israel y el viernes aterrizará en Arabia Saudí. El anuncio se produce también el mismo día en el que el Consejo de Seguridad ha aprobado una extensión de la ayuda a Siria por el corredor de Turquía hasta el próximo enero, con una población potencial de beneficiarios de cuatro millones de personas en el noroeste del país árabe (la misma zona en que el líder del ISIS ha sido objetivo del ataque). El mandato de la ONU había expirado el pasado domingo y han hecho falta tres intentos para renovarlo.