Por Enrique Fernández

Ninguna campaña contra la nueva Constitución tendrá tanta fuerza como los bochornosos errores de la Convención Constitucional, el último de los cuales dejó a los expresidentes de la República fuera de su ceremonia de clausura.

Fue la gota que colmó el vaso, Y puede ser otro motivo para que muchos indecisos se inclinen por la opción del “Rechazo” en el plebiscito de salida, el 4 de septiembre próximo.

Ese día, los 15 millones de votantes inscritos en los registros electorales deberán decir si aprueban o no el texto constitucional que entregarán al país sus 154 redactores.

Y son 154 porque uno de ellos –Rodrigo Rojas Vade (foto derecha)- debió abandonar el barco por razones éticas, en el primero de los bochornos convencionales.

Cuando el pleno de la Convención examinó lo que sería la clausura de los debates, prevista para el 4 de julio, los constituyentes concordaron en un protocolo que marginó de la ceremonia a los exmandatarios. “Es por el aforo”, explicaron, en alusión a las restricciones sanitarias que impone la pandemia del coronavirus.

Con una explicación tan burda, los representantes de movimientos sociales que buscan desplazar a los viejos políticos y a la vieja política, se situaron al mismo nivel de esa politiquería que quieren reemplazar. Pero el expresidente Ricardo Lagos (2000-2006), como experimentado intelectual que es, recogió el guante: Rechazó la invitación de la Mesa Directiva de la Convención, que intentaba enmendar el error de la asamblea plenaria.

En su carta, el 16 de junio, Lagos le indicó a la presidenta del organismo, Elisa Quinteros, que “dado las dificultades existentes ante el aforo que debe respetarse, le rogaría que no considere mi nombre en la ceremonia de presentación del texto de la nueva Constitución”. Su gesto –entre severo e irónico- fue una bomba de tiempo que obligó a seguir su ejemplo a los otros tres exmandatarios: Eduardo Frei Ruiz-Tagle (1994-2000), Michelle Bachelet, que gobernó en dos períodos (2006-2010 y 2014-2018) y Sebastián Piñera, que también fue presidente en dos administraciones (2010-2014 y 2018-2022).

Si la derecha carece de ideas claras para oponerse a la reforma, si su mayor presencia está en la difusión de datos falsos, ahora tiene un formidable argumento para proclamar la opción del “Rechazo” en el plebiscito de septiembre. Los conservadores o “fachos”, como los llaman los jóvenes, podrán alegar ahora que si la Convención no respeta la autoridad republicana de quienes gobernaron Chile en los últimos 30 años, ¿a quién respetarán cuando se ponga en vigencia la nueva Constitución? ¿Serán capaces de tener tolerancia frente a quienes no compartan sus puntos de vista?

– Aquí se respetan todas las ideas –afirma la presidenta de la Convención. Pero ¿es realmente así? ¿Los convencionales que están contra el sistema y los partidos sienten alguna consideración por la historia reciente del país?

Desde que se inició la transición con el Gobierno de Patricio Aylwin (1990-2004), Chile ha tenido 39 reformas a la “Constitución de Pinochet”. Frei Ruiz-Tagle era partidario de una reforma que no pudo concretar, por la oposición de la derecha y los “senadores designados”, herencia de la dictadura de Augusto Pinochet. (1973-1990). Muchos convencionales no habían nacido cuando el padre de Frei, Eduardo Frei Montalva, planteó por primera vez la idea de una Asamblea Constitucional en 1980, en plena dictadura, dos años antes de ser asesinado.

A la mayoría de los convencionales tampoco les importa que Lagos haya impulsado en 2005 una reforma que terminó con los senadores designados y otros enclaves dictatoriales. Y desconocen o no recuerdan que Michelle Bachelet entregó al Parlamento en 2018 un proyecto de reforma, que Piñera se negó a respaldar.

Los 154 líderes de esta nueva generación que quiere cambiar la política creen que la suya será la primera Constitución aprobada por auténticos representantes del pueblo, a diferencia de las constituciones de 1828, 1833, 1925 y 1980.

No saben o desconocen que el proyecto de Michelle Bachelet no fue debatido en una “cocina” sino en… 9.000 cabildos. Y en su redacción, por cierto, no participaron 154 ciudadanos. Fueron más de… 200.000. Más de 200.000 hombres, mujeres, ancianos y jóvenes convocados a lo largo del país para elaborar esa reforma que duerme en el Senado.

Alondra Carrillo es una joven sicóloga que esta semana cumple 29 años. Es independiente y miembro de la Convención. En declaraciones a “El Mercurio”, se mostró convencida de que “los partidos no tienen el monopolio de la política”, porque “hay militantes de proyectos colectivos fuera de los partidos, integrantes de organizaciones sociales con orientaciones programáticas fuertes y claras”.

¿Orientaciones claras?

El acto inaugural de la Convención, hace casi un año, fue un hervidero de pifias, insultos y gritos que durante dos horas y media impidieron iniciar la ceremonia en el horario previsto. Fácil es imaginar lo que ocurriría si los expresidentes acudieran a la clausura el 4 de julio.

La intolerancia y falta de preparación cívica dejaron su huella el 31 de enero, cuando ocho convencionales propusieron eliminar la estructura clásica de los poderes del Estado: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, como los definió Montesquieu en el siglo XVIII. De haberse aprobado su propuesta, Chile sería gobernado por “600 miembros electos a través de asambleas de base por rama de sectores productivos y servicios, comunales, pueblos originarios y suboficialidad de las Fuerzas Armadas”.

Otra marca imborrable quedó estampada el 3 de marzo y su protagonista fue una joven que se desnudó para defender el derecho al agua, en una protesta “contra Piñera y todos los sinvergüenzas de cuello y corbata”. Dos meses después, el 2 de mayo, un constituyente pidió votar “online”, porque se estaba duchando. Pero al hacerlo dejó la cámara encendida y todos pudieron ver sus cualidades estéticas.

Si en septiembre gana el “Rechazo” no será el triunfo de la derecha, sino la derrota de la izquierda.