En una nueva audiencia -la cuarta- para seguir tratando de esclarecer el asalto al Capitolo (Parlamento Federal estadounidense),  ocurrido el 6 de enero de 2021, se conocieron este martes las amenazas y presiones del ex presidente Donald Trump sobre algunos personeros republicanos con roles claves en la política en los estados de Georgia y Arizona: cuyas declaraciones han sido decisivas en  la audiencia del asalto para poder aclarar lo que realmente sucedió en esa fecha en Washington DC y que se asemeja mucho al escándalo del Presidente Richard Nixon (1972-origen del caso y 1974 renuncia de Nixon), también republicano,  y conocido como «el caso Watergate».

Algunos historiadores creen que su artífice, el entonces presidente Richard Nixon(gobernó desde 1969 al 1974), corre el riesgo de ser desplazado en la historia por el magnate republicano Donald Trump (2017-2021) y la tormenta sobre su papel en la trágica invasión del Capitolio -sede del Congreso de Estados Unidos- el 6 de enero de 2021.

En este último y reciente caso de corrupción, los funcionarios republicanos han testificado sobre la incesante presión del ex mandatario Trump y sus aliados para tratar de anular o cambiar los resultados de las elecciones presidenciales de 2020, que ganó el actual presidente Joe Biden.

Estos hechos fueron también el centro de la cuarta audiencia sobre el asalto al Capitolio, en la que hablaron desde altos funcionarios republicanos de Arizona y Georgia, hasta funcionarios electorales de bajo nivel afectados por la estrategia del equipo del entonces presidente.

Los principales testigos de esta audiencia fueron Russell ‘Rusty’ Bowers, presidente de la Cámara de Representantes de Arizona; Brad Raffensperger, secretario de Estado de Georgia, y Gabe Sterling, subsecretario de Estado de Georgia.

Los tres son republicanos y ejercían puestos claves al momento de las elecciones de 2020. Todos ellos recibieron presiones y/o pedidos para ‘torcer’ de algún modo los conteos en esos dos estados que Trump perdió frente a Biden y cuyos resultados quería revertir.

De este modo, el comité está mostrando en cada una de las sesiones que el asalto al Capitolio formó parte de una estrategia mucho más amplia por parte de Trump y sus aliados para tratar de revertir la derrota electoral.

Estas son las claves de la sesión de este martes:

1- Presiones de Trump y su equipo en Arizona: «Simplemente hágalo».

El presidente de la Cámara Baja de Arizona, el republicano Russel ‘Rusty’ Bowers (derecha)

, dijo que fue presionado por Trump para interferir en las elecciones durante una llamada telefónica a fines de diciembre de 2020 y que él le respondió sin rodeos al entonces presidente Trump que no haría «nada ilegal» por él.

“Hice un juramento”, dijo Bowers, recordando lo que le dijo a Trump cuando le pidió que interfiriera.

Abogado y Estratega de Donald Trump

Sin embargo, unas semanas después, el abogado de Trump y el ‘cerebro’ de la estrategia legal para tratar de torcer las elecciones, John Eastman, llamó a Bowers y continuó presionándolo para que interviniera en el proceso del Colegio Electoral, incluso si era legalmente cuestionable.

Eastman le dijo: “Simplemente hágalo y deje que los tribunales lo resuelvan”, según el recuento de Bowers, que aclaró que no usó esa frase exacta, pero eso fue lo «que le quería decir».

«Dije: ‘¿Me está pidiendo que haga algo que nunca se ha hecho en la historia, en la historia de Estados Unidos, y voy a someter a mi estado a eso sin pruebas suficientes?… No, señor’”, respondió Bowers a Eastman.

Bowers también dijo que le señaló a Trump que no haría nada ilegal por él y se negó a convocar una audiencia para examinar la posibilidad de eliminar a los electores de Biden y reemplazarlos con electores de Trump.

Dijo que rechazó los pedidos de Trump y varios más de sus asesores legales, quienes dijeron repetidamente que tenían pruebas de fraude para revertir el resultado de las elecciones.

Rudy Giuliani, ex alcalde Nueva York.

Bowers testificó que Rudy Giuliani (ex alcalde de Nueva York destituído) y también abogado de Trump  admitió que no había descubierto evidencia de fraude: “Tenemos teorías. Simplemente no tenemos la evidencia”, recordó Bowers que dijo Giuliani.

Una empresa de votación demandó por difamación a Giuliani. Por su resistencia ante las presiones de Trump, Bowers contó que tanto él como su familia tuvieron «inquietantes» protestas frente a su casa y hasta amigos cercanos que comenzaron a volverse en su contra. Contó que hubo gente armada frente a su casa, mientras él, su esposa y su hija estaban dentro.

La presión de Trump fue alimentada por las falsas afirmaciones de fraude electoral, supuestas máquinas de conteo de voto adulteradas, y otras acusaciones sin base que cayeron una tras otra por falta de pruebas o bases en tribunales federales y estatales.

El secretario de Estado de Georgia Brad Raffensperger (izquierda) testificó sobre la famosa llamada en la que Trump le pidió que «encontrara 11.780» votos que podrían cambiar el estado para evitar la victoria electoral de Biden.

Raffensperger, el principal funcionario electoral de Georgia, rechazó la solicitud de Trump de “encontrar” suficientes votos para anular la victoria de Biden.

Durante la llamada, Trump citó repetidamente afirmaciones refutadas de fraude y planteó la posibilidad de un “delito penal” si los funcionarios de Georgia no cambiaban el conteo de votos. Georgia había contado sus votos tres veces antes de certificar la victoria de Biden por un margen de 11.779.

Además de la ‘campaña de presión’ de Trump, el entonces jefe de gabinete de la Casa Blanca, Mark Meadows, envió mensajes de texto o llamó a Raffensperger en al menos 18 oportunidades tras las elecciones, reveló el representante de California, Adam Schiff.

Raffensperger, quien dijo en la audiencia que estaba siendo fiel a la Constitución, testificó que tanto él como su esposa recibieron mensajes y correos con amenazas y de corte sexual. Pese a las amenazas, dijo que no podía simplemente renunciar.

«Los números no mienten», dijo Raffensperger desacreditando las acusaciones de fraude electoral de Trump.

Señaló que «todas las acusaciones» de fraude electoral se investigaron y que nada se encontró que sustentara las afirmaciones del presidente. «Tuvimos muchas denuncias e investigamos cada una… (Trump) dijo que había más de 66,000 votantes menores de edad. Pero descubrimos que había cero», aseguró.

Si bien el comité no puede acusar a Trump de ningún delito, el Departamento de Justicia está observando de cerca el trabajo del panel. Las acciones de Trump en Georgia también son objeto de una investigación de un gran jurado, y se espera que el fiscal de distrito anuncie los hallazgos este año.

De Watergate al asalto al Capitolio

Cincuenta años después de que conmocionara al mundo, el caso Watergate (bajo el presidente Richard Nixon entre 1972-1974) sigue siendo una historia de advertencia sobre la amenaza de la corrupción sin límites en el poder presidencial y la vara de referencia con la que se miden todos los demás escándalos políticos en Estados Unidos, como escribió  John Duricka de la agencia de prensa AP.

El el 17 de junio de 1972, cinco hombres fueron sorprendidos por la Policía en el sexto piso del complejo Watergate, en Washington, en la oficina del Comité Nacional Demócrata.

El arresto dio origen a otro un escándalo grado 8 de magnitud que mostró la corrupción en la política estadounidense y que ahora continúa con el «Asalto al Capitolio» en el que aparece como responsable el ex presidente Donald Trump. Tanto Nixon como Trump está, o estaban estrechamnente ligados al Partido Republicano de Estados Unidos.

El reporte de las detenciones apareció al día siguiente en The Washington Post, que envió a dos jóvenes reporteros, Bob Woodward y Carl Bernstein, a informar sobre la presentación de los arrestados.

Fue el punto de arranque de una investigación periodística legendaria, una que llevaría a una indagación congresional, a la renuncia del presidente Nixon, a los  politólogos escribir sobre los peligros del poder presidencial y a los dos reporteros a la inmortalidad.

El escándalo transformó a The Washington Post de un buen periódico regional, en un diario de influencia mundial.

En 1973, ya en el centro de la cobertura del escándalo de Watergate, que reveló y siguió por 26 meses, los reportajes del Post fueron seguidos por el resto del mudo.

Hoy Woodward, de 79 años, periodista de investigación por excelencia, es el editor adjunto del Post, autor de 41 libros y conferencista sobre política.

Bernstein, de 78 años, es colaborador del mismo diario, de la revista Vanity Fair, así como comentarista de la cadena de televisión ABC, ambos son ganadores del premio Pulitzer.

Los cinco intrusos, que trataban de fotografiar documentos e instalar micrófonos en la sede demócrata, en vísperas de la campaña presidencial, fueron detenidos y vinculados al Comité para la Reelección de Richard Nixon a través de uno de ellos, James McCord, jefe de seguridad.