El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador encabeza una lista de líderes que amenazan con quedarse en casa para protestar por la exclusión de la cumbre por parte de Estados Unidos de los dictadores de Cuba, Nicaragua y Venezuela, ante lo cual algunos expertos dicen que el evento podría convertirse en un motivo de bochorno para el presidente estadounidense Joe Biden. Incluso algunos demócratas de la extrema izquierda han criticado al gobierno por ceder, según ellos, a la presión de los exiliados cubanos del estado de Florida y excluir a la Cuba comunista, que asistió a las dos últimas cumbres.

“La verdadera pregunta es por qué el gobierno de Biden no hizo su tarea”, dijo Jorge Castañeda, exsecretario de Relaciones Exteriores de México que ahora imparte clases en la Universidad de Nueva York. La cumbre comienza este lunes y se extiende hasta el viernes 10.

En todo caso, desde Chile ya viajó el Presidente Gabriel Boric haciendo escala en Ottawa, Canadá, donde se reúne con el Presidente Justin Trudeau.

El gobierno estadounidense insiste en que Biden esbozará en Los Ángeles su visión para un “futuro sostenible, sólido y equitativo” en el hemisferio, Castañeda dijo que es evidente, por los forcejeos de última hora en torno a la lista de invitados, que América Latina no es una prioridad para el presidente de Estados Unidos.

“Esta ambiciosa agenda, nadie sabe exactamente de qué se trata, más allá de una serie de trivialidades”, señaló Castañeda.

El anfitrión de la Cumbre de las Américas se encuentra atrapado entre América Latina y Miami, y en vísperas del inicio del encuentro programado hasta el día 10 en Los Ángeles, lo que se presentaba por el gobierno de Joe Biden como un festejo de su nueva relación con el hemisferio ahora está en riesgo de ser un posible fracaso vergonzante para un presidente en urgente necesidad de triunfos.

Cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció el 10 de mayo que no participaría personalmente en la cumbre si se excluía de la lista de invitados a países del hemisferio, en particular referencia a Cuba, Venezuela y Nicaragua –posición después endosada por Bolivia, Honduras y varios de los 15 países de la Comunidad del Caribe (Caricom)–, obligó al gobierno de Joe Biden a hacer explícito lo que buscaba dejar medio borroso: optar entre las Américas o Miami.

Por ahora, Biden y sus estrategas están optando por privilegiar la relación con la capital de la derecha latinoamericana inexplicablemente ignorando lo que el presidente Barack Obama –con Biden como vicepresidente– finalmente entendió hace unos pocos años: la política estadunidense hacia Cuba dañaba la relación de Washington con casi todo el hemisferio.

El senador Marco Rubio (derecha), una de las principales voces del poder de Miami, rechazó que López Obrador dictara lo que Estados Unidos debería hacer en su fiesta hemisférica. En una audiencia en el Senado el 26 de mayo, declaró: “no creo que Estados Unidos de América debería de ser buleado o presionado sobre a quién invitar a una cumbre de la cual somos anfitrión. Si no quiere venir, que no venga… Y si gente que desea que dictadores vengan deciden boicotear, entonces sabremos quiénes son los verdaderos amigos en la región…”

Según expertos, diplomáticos y algunos políticos, el problema mayor no está en La Habana, Caracas o Managua, sino en un Washington que aparentemente no ha entendido los cambios en América Latina y que a pesar de la proclamación de Biden de que “America is back”, ya no tiene la misma influencia ni poder que en el siglo pasado.

De hecho, la Casa Blanca afirma que el objetivo de la política estadunidense en esta cumbre es promover la visión de una región segura, de clase media y democrática como algo que está fundamentalmente en el interés de seguridad nacional de Estados Unidos. Más aún, se afirmó que la agenda económica que promoverá es una que se construye sobre los acuerdos de libre comercio en el hemisferio y abordar temas de equidad. O sea, el mismo guion, aunque diluido, que se estrenó en la primera cumbre en Miami en 1994.

Christopher Sabatini, experto en la relación interamericana y por mucho tiempo promotor de la importancia de estas cumbres, escribió en Foreign Policy que sin un cambio en la postura de Washington, esta cumbre podría ser percibida como la tumba de la influencia estadunidense en la región.

Dan Restrepo (derecha), quien fue asistente del presidente Barack Obama para asuntos del hemisferio occidental y encargado de su participación en dos cumbres, escribió en un artículo en Los Angeles Times, que la Cumbre de las Américas ha fracasado en ofrecer resultados desde sus inicios, y aunque fue originalmente pensado como un vehículo para promover los intereses de Estados Unidos en América ahora es “un foro con un fallo mortal que no sirve a su propósito…”, y aconseja que ésta debería de ser su última sesión.

Las críticas han venido también de otros sectores, como las del historiador Miguel Tinker Salas, profesor en Pomona College, y colaborador del diario mexicano La Jornada, en entrevista con Los Angeles Times,  señalando que  la posición de López Obrador mostró una fractura en la hegemonía estadunidense, que Washington gozaba cuando inauguró las cumbres en 1994, pero que ahora es otra América Latina, y no entiende eso. Estados Unidos ya no es el imperio que hace o deshace las cosas en el hemisferio.

Vale recordar que la Cumbre de las Américas nació del llamado consenso de Washington que planteaba un hemisferio de democracias de libre mercado vinculadas por acuerdos de libre comercio que culminaría en un Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA). México fue el modelo a seguir con el TLCAN.

Una década después se escuchó «ALCA, ALCA, Al carajo», la consigna famosa lanzada por el entonces presidente venezolano Hugo Chávez en el foro social alternativo a la cumbre en Mar de la Plata en 2005. Con pala en mano, declaró que llegó a la cumbre junto a organizaciones sociales hemisféricas y los gobiernos sudamericanos progresistas para enterrar el ALCA. Eso marcó el fin de ese sueño neoliberal expresado en el consenso de Washington.

Desde entonces, los cambios en varios países del hemisferio –incluyendo atentados de golpe de Estado y conquistas derechistas tanto en sur, centro e incluso en Estados Unidos– a nuevas dinámicas políticas progresistas antineoliberales siguen transformando el continente.

Mucho de esto se manifestará en los próximos días en Los Ángeles.

Ahora, ante la exclusión de Venezuela, Cuba y Nicaragua a la cita, la principal ausencia podría ser la del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador. La cumbre viene a mostrarle al presidente de EE UU. cómo está su relación América latina y el Caribe.

Pero ese objetivo fue abandonado hace más de 15 años en medio del ascenso de gobiernos izquierdistas en la región. Con la expansión de la influencia china, la mayoría de los países han llegado a esperar —y necesitar— menos de Washington.

En consecuencia, el foro principal para la cooperación regional ha languidecido, convirtiéndose a veces en un escenario para ventilar agravios históricos, como cuando el difunto dictador venezolano Hugo Chávez le dio al presidente estadounidense Barack Obama una copia del clásico tratado de Eduardo Galeano, “Las venas abiertas de América Latina: Cinco siglos de saqueo de un continente”, durante la cumbre de 2009 en Trinidad y Tobago.

El acercamiento de Estados Unidos a su añejo adversario Cuba, sellado con el apretón de manos de Obama y Raúl Castro en la cumbre de 2015 en Panamá, disminuyó algunas de las tensiones ideológicas.

El anfitrión de la Cumbre de las Américas se encuentra atrapado entre América Latina y Miami, y en vísperas del inicio del encuentro programado a partir hoy y hasta el día 10 en Los Ángeles, lo que se presentaba por el gobierno de Joe Biden como un festejo de su nueva relación con el hemisferio ahora está en riesgo de ser un posible fracaso vergonzante para un presidente en urgente necesidad de triunfos.

Cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció el 10 de mayo que no participaría personalmente en la cumbre si se excluía de la lista de invitados a países del hemisferio, en particular referencia a Cuba, Venezuela y Nicaragua –posición después endosada por Bolivia, Honduras y varios de los 15 países de la Comunidad del Caribe (Caricom)–, obligó al gobierno de Joe Biden a hacer explícito lo que buscaba dejar medio borroso: optar entre las Américas o Miami.

Esta primera cumbre realizada en Estados Unidos desde el acto inaugural en Miami, en 1994, seguía ante la incertidumbre a 24 horas de su inicio y son precisamente los fantasmas de Miami los que podrían descarrilar la reunión; los sectores conservadores poderosos de ese epicentro de fuerzas contra-rrevolucionarias latinoamericanas y sus aliados estadunidenses que se oponen a la inclusión de Cuba y Venezuela en estas cumbres.

Por ahora, Biden y sus estrategas están optando por privilegiar la relación con la capital de la derecha latinoamericana inexplicablemente ignorando lo que el presidente Barack Obama –con Biden como vicepresidente– finalmente entendió hace unos pocos años: la política estadunidense hacia Cuba dañaba la relación de Washington con casi todo el hemisferio.

El senador Marco Rubio, una de las principales voces del poder de Miami, rechazó que López Obrador dictara lo que Estados Unidos debería de hacer en su fiesta hemisférica. En una audiencia en el Senado el 26 de mayo, declaró: “no creo que Estados Unidos de América debería de ser buleado o presionado sobre a quién invitar a una cumbre de la cual somos anfitrión. Si no quiere venir, que no venga… Y si gente que desea que dictadores vengan deciden boicotear, entonces sabremos quiénes son los verdaderos amigos en la región…”

Según expertos, diplomáticos y algunos políticos, el problema mayor no está en La Habana, Caracas o Managua, sino en un Washington que aparentemente no ha entendido los cambios en América Latina y que a pesar de la proclamación de Biden de que “America is back”, ya no tiene la misma influencia ni poder que en el siglo pasado.

De hecho, la Casa Blanca afirma que el objetivo de la política estadunidense en esta cumbre es promover la visión de una región segura, de clase media y democrática como algo que está fundamentalmente en el interés de seguridad nacional de Estados Unidos. Más aún, se afirmó que la agenda económica que promoverá es una que se construye sobre los acuerdos de libre comercio en el hemisferio y abordar temas de equidad. O sea, el mismo guion, aunque diluido, que se estrenó en la primera cumbre en Miami en 1994.

Christopher Sabatini, experto en la relación interamericana y por mucho tiempo promotor de la importancia de estas cumbres, escribió en Foreign Policy que sin un cambio en la postura de Washington, esta cumbre podría ser percibida como la tumba de la influencia estadunidense en la región.

Dan Restrepo, quien fue asistente del presidente Barack Obama para asuntos del hemisferio occidental y encargado de su participación en dos cumbres, escribió en un artículo en Los Angeles Times, que la Cumbre de las Américas ha fracasado en ofrecer resultados desde sus inicios, y aunque fue originalmente pensado como un vehículo para promover los intereses de Estados Unidos en América ahora es “un foro con un fallo mortal que no sirve a su propósito…”, y aconseja que ésta debería de ser su última sesión.

El historiador Miguel Tinker Salas, profesor en Pomona College, y colaborador de La Jornada, señaló en entrevista con Los Angeles Times que la posición de López Obrador mostró una fractura en la hegemonía estadunidense, que Washington gozaba cuando inauguró las cumbres en 1994, pero que ahora es otra América Latina, y no entiende eso. Estados Unidos ya no es el imperio que hace o deshace las cosas en el hemisferio.

Vale recordar que la Cumbre de las Américas nació del llamado consenso de Washington que planteaba un hemisferio de democracias de libre mercado vinculadas por acuerdos de libre comercio que culminaría en un Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA). México fue el modelo a seguir con el TLCAN.

Una década después se escuchó ALCA, ALCA, Al carajo, la consigna famosa lanzada por el entonces presidente Hugo Chávez en el foro social alternativo a la cumbre en Mar de la Plata en 2005. Con pala en mano, declaró que llegó a la cumbre junto a organizaciones sociales hemisféricas y los gobiernos sudamericanos progresistas para enterrar el ALCA. Eso marcó el fin de ese sueño neoliberal expresado en el consenso de Washington.

Desde entonces, los cambios en varios países del hemisferio –incluyendo atentados de golpe de Estado y conquistas derechistas tanto en sur, centro e incluso en Estados Unidos– a nuevas dinámicas políticas progresistas antineoliberales siguen transformando el continente.

Críticas en Cuba

Cuba calificó la IX Cumbre de las Américas como foro de dominación imperialista y exclusión, según declaración del Gobierno Revolucionario divulgada hoy por la Cancillería.
El texto señaló que Estados Unidos abusa del privilegio que le otorga su condición de país anfitrión del cónclave para decidir tempranamente excluir a Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Subrayó que Washington se negó a atender los justos reclamos de numerosos gobiernos para que cambiara esa posición discriminatoria e inaceptable.

«No existe una sola razón que justifique la antidemocrática y arbitraria exclusión de país alguno del hemisferio de esa cita continental. Es algo que las naciones de América Latina y el Caribe advirtieron desde la VI Cumbre celebrada en Cartagena de Indias, en 2012», enfatizó el pronunciamiento.

Recordó que el presidente Miguel Díaz-Canel adelantó el pasado 25 de mayo que no asistiría. «Era una decisión firme de Cuba si no se invitaba a todos los países del hemisferio en pie de igualdad», expresó.

Consideró como soberbia y temor de Estados Unidos la política de exclusión para que en el foro no se escuchen verdades incómodas y se convierta en un evento sin aportes concretos pero provechoso para la imagen del imperialismo.

Se conocen las intensas gestiones de alto nivel llevadas a cabo por Estados Unidos con gobiernos de la región, para contener la intención de muchos de ausentarse del evento si no se invitara a todos, acotó el texto.

Y añadió que Estados Unidos incluyó presiones inmorales, chantajes, amenazas y sucias maniobras de engaño. «Son prácticas habituales del imperialismo que reflejan su desprecio tradicional hacia nuestros países. Merecen el más enérgico rechazo».

Cuba agradece y respeta la digna, valiente y legítima posición de numerosos gobiernos en defensa de la participación de todos, en igualdad de condiciones, señaló el documento, que hace especial reconocimiento al liderzgo del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.

Destacó «la clara y temprana actitud de los países miembros de Caricom en contra de las exclusiones, así como la firme postura del presidente de Bolivia, Luis Arce Catacora; y de la presidenta de Honduras, Xiomara Castro».

Cuba consideró que la posición de Argentina, como presidente de la CELAC, expresa la opinión mayoritaria de la región en contra de una cumbre selectiva, como han expresado en público y en privado numerosos gobiernos de Sur y Centro América.