Por Manfred Steffen
Bajo el lema «Construyendo un futuro sostenible, resiliente y equitativo» del 6 al 10 de junio de 2022 tendrá lugar la IX Cumbre de las Américas, en Los Ángeles. El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, invitó a los jefes de Estado y de gobierno de América del Norte, del Sur y Central y el Caribe. Para los EE.UU. se trata de una posible redefinición de su relación con los países latinoamericanos. Con confianza, estos exigen una igualdad real, en pie de igualdad, y así ponen a Washington en aprietos.
Joe Biden, que ya actuó como enviado especial para las relaciones con la región cuando fue vicepresidente con Barack Obama, a través de sus numerosas visitas a América Latina, se ha esforzado desde que asumió el cargo por normalizar las relaciones con los países latinoamericanos, descuidadas por el presidente Trump.
La próxima Cumbre en Los Ángeles representa otra oportunidad para que los Estados Unidos fortalezcan su propia presencia en la región y forjen una alianza para la lucha conjunta contra la migración irregular. En ese sentido, la vicepresidenta Kamala Harris fue instruida a enfocarse principalmente en combatir las causas de la migración no regulada, como tema central de la política de Estados Unidos en América Latina.
La política de «América first» de la administración de Trump en América Latina ya se había centrado en reducir los flujos de migrantes irregulares desde México y Centroamérica y en frenar la importación de drogas. Como medio para lograr sus objetivos, los países solían ser amenazados con consecuencias económicamente tangibles si no cooperaban según la línea dura estadounidense. Se redujeron masivamente las ayudas financieras a los países y se forzaron los acuerdos con terceros países y los consiguientes traslados de migrantes desde Estados Unidos a sus países de origen.
Una política de sanciones máximas se dirigió al cambio de régimen en Venezuela, Cuba y Nicaragua, y una aplicación de la doctrina Monroe (establecía que cualquier intervención de los europeos en América sería vista como un acto de agresión que requeriría la intervención de los Estados Unidos de América), pero adaptada a las circunstancias se utilizó como base para una política inequívoca hacia el nuevo rival China. Esto también iba a repercutir en los Estados latinoamericanos.
Aparte de estos momentos de influencia política estratégicos e impulsados por intereses, a Trump le importaban muy poco los asuntos de América Latina. La política latinoamericana de Estados Unidos siguió el principio de negligencia benigna, lo que quedó claro para los homólogos latinoamericanos de Trump, por ejemplo, por su ausencia en la última Cumbre de las Américas.
No se vislumbró una estrategia que abarcara a toda América Latina. En cambio, hubo intervenciones esporádicas en países y regiones de particular importancia desde la perspectiva de los asuntos internos de Estados Unidos.
Nuevos enfoques
El presidente Joe Biden, por el contrario, está dispuesto a adoptar un enfoque diferente para abordar los desafíos persistentes que enfrenta la política de Estados Unidos hacia América Latina, para restaurar su credibilidad y su antigua pretensión de liderazgo en la región.
Los puntos centrales de su agenda política son la migración irregular y el narcotráfico transnacional, la relación con los regímenes autoritarios de Cuba, Venezuela y Nicaragua y la creciente inestabilidad institucional de países centroamericanos como El Salvador, Honduras y Guatemala. A esto se suma el cambio climático, que se está volviendo cada vez más notorio en la región, y lo que se percibe cada vez más como una amenaza: la influencia de China sobre socios democráticos que otrora fueron confiables en el hemisferio occidental.
Con la Cumbre por la Democracia y la Cumbre por el Clima organizadas el año pasado, Biden envió dos señales justo al comienzo de su mandato: quería trabajar junto con personas de ideas afines en la región contra las fuerzas autoritarias y quería combatir las causas del cambio climático y sus diversos efectos.
En ese sentido, la Cumbre de las Américas que ahora organiza EE.UU. en la ciudad de Los Ángeles no es solamente una oportunidad para enmendar la relación con los países de América Latina que había sido dañada por la era Trump. Con miras a las próximas importantes elecciones de medio tiempo del período de gobierno, Biden también se preocupará por convencer a los Estados participantes de un acuerdo regional significativo para combatir la migración irregular y los desafíos de política de seguridad asociados.
Sin embargo, debido a los problemas más evidentes de la Región con EE UU, la Cumbre puede llegar a convertirse en un desastre para los estadounidenses, después de que tanto los presidentes de México y Bolivia como algunos países del Caribe pusieran en duda su participación en caso de que no fueran invitados Venezuela, Nicaragua y Cuba (tachados por Washington por ser dictaduras que tampoco habían sido invitadas a la última Cumbre por la Democracia organizada por el gobierno de Estados Unidos).
Una cumbre tan boicoteada y con conflictos ideológicos sería una dificultad para alcanzar, por ejemplo, un acuerdo migratorio sostenible y, en lo que respecta a Brasil, el avance de una política amazónica coordinada a nivel regional.
Además, socavaría la iniciativa de EE UU para fortalecer la cooperación con los Estados latinoamericanos y, por lo tanto, también para hacer retroceder la creciente influencia China y parcialmente de Rusia en el subcontinente latinoamericano.
El panorama real y actual
Un buen año y medio después de asumir el cargo, la promesa de Biden de trabajar por la democracia, los derechos humanos y el Estado de derecho con el apoyo de la cooperación internacional y regional y la formación de alianzas puede evaluarse de dos maneras. Por un lado, los gobiernos de Biden y Kamala Harris (foto arriba con Biden) han logrado marcar un nuevo tono de asociación con muchos países latinoamericanos, derribando gradualmente los muros construidos por Trump e impulsando una nueva estrategia de cooperación entre socios. Sin embargo, el gobierno no está cumpliendo en gran medida sus promesas electorales.
La Cumbre de junio es la Reunión de Jefes de Estado y de Gobiernos de América, que se da dentro del marco de la Organización de Estados Americanos (OEA). El objetivo de este foro es analizar y debatir sobre los problemas y desafíos que enfrenta el continente americano, así como afianzar la integración hemisférica y la responsabilidad nacional y colectiva, a fin de mejorar el bienestar económico y la seguridad de los ciudadanos de los países participantes. La implementación de la estrategia de América Latina hasta el momento no puede describirse de ninguna manera como un claro cambio de tendencia de la era Trump y sus duras prácticas. No es especialmente innovadora ni ha hecho ningún progreso esencial en la lucha contra el crimen organizado, la migración irregular o el cambio climático.
Los actores internacionales, sobre todo China, observarán de cerca si Estados Unidos logrará enviar la señal que Biden aspira para la cooperación regional en relación a importantes desafíos comunes como la migración, el cambio climático y la seguridad (energética), o si la Cumbre alejará aun más a los países latinoamericanos de Estados Unidos y, por lo tanto, ofrecerá una oportunidad para desafiar a la poderosa nación delnorte de América en su propio patio trasero.
¿Que países no participarán en la Cumbre?
Chile: El gobierno del presidente de Chile, Gabriel Boric, ha realizado también gestiones para posibilitar la participación de Cuba, Nicaragua y Venezuela en la novena Cumbre de las Américas, dijo la canciller chilena, Antonia Urrejola días después que Estados Unidos anunció que “los países que por sus actuaciones no respeten la democracia no recibirían invitaciones” para el encuentro.
Argentina: El presidente Alberto Fernández fue otro de los mandatarios que se manifestó públicamente sobre la necesidad de que se invitara a todos los mandatarios a la cumbre y puso en duda su participación. Sin embargo, este miércoles el mandatario argentino confirmó su participación al propio Biden, reportó la agencia argentina Télam, en el marco de una conversación telefónica en la que también se acordó una reunión entre ambos mandatarios en julio en Washington.
Colombia: en marzo, el presidente saliente Iván Duque se había referido a la «magnífica oportunidad» que representaba la Cumbre de las Américas, lo que podría sugerir su participación. Recientemente, la vicepresidenta y canciller Marta Lucía Ramírez dijo que no se podía «soslayar el tema de la democracia» en la agenda, según Efe, pero no confirmó la asistencia de Duque.
Bolivia: el presidente Luis Arce es uno de los que confirmó que no participará tras la negativa de Estados Unidos a invitar a Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Cuba: «Puedo asegurar que en ningún caso asistiré», escribió en un extenso hilo de Twitter el presidente cubano Miguel Díaz-Canel, quien afirmó que «el gobierno de Estados Unidos concibió desde un inicio que la Cumbre de las Américas no fuera inclusiva».
Guatemala: Alejandro Giammattei confirmó que no participaría en la cumbre en Estados Unidos y se lo dijo al embajador estadounidense en Ciudad de Guatemala.
Honduras: Xiomara Castro es otra mandataria de las que condicionó su participación a la invitación de todos los presidentes. «Asistiré a la Cumbre solo si están invitados todos los países de América sin excepción. ‘El estudio más digno de un americano es América'», escribió en Twitter.
México: el presidente Andrés Manuel López Obrador ha sido uno de los más vocales sobre la participación en la cumbre: afirmó reiteradamente que si Estados Unidos excluía a países de la región, tal como hizo con Cuba, Nicaragua y Venezuela, no participaría.
Nicaragua: Estados Unidos no invitó al presidente Daniel Ortega, quien antes de que se confirmara su exclusión ya se había pronunciado en contra de la cumbre. «No nos interesa estar en esa cumbre», dijo.
Venezuela: el Gobierno de Biden tampoco invitó al cuestionado presidente Nicolás Maduro, quien ha sido vocal sobre su ausencia. «En Venezuela tenemos el camino claro: unión, inclusión, diversidad, democracia y el derecho a construir nuestro propio destino. Rechazamos las pretensiones de excluir y discriminar a pueblos en la Cumbre de las Américas«, escribió al respecto en Twitter.