Por Walter Krohne
Y se acabó el tiempo de espera: Mañana son las elecciones presidenciales (primera vuelta) en Colombia que podrían cambiar el panorama político de este país que se ha caracterizado históricamente por tener gobiernos de derecha, pero esta vez la izquierda se ha empoderado tanto, con su candidato Gustavo Petro, de larga trayectoria política, que podría llegar al poder central en Bogotá.
De ser así habrá un cambio muy decisivo en el panorama político sudamericano tras el triunfo del progresismo en Chile con Gabriel Boric, la llegada de la izquierda a Perú con Pedro Castillo, con Nicolás Maduro en Venezuela, en Bolivia con Luis Arce Catacora, Alberto Fernández en Argentina y posiblemente también en Brasil con el pronosticado triunfo del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva quien vencería en primera vuelta al actual Mandatario Jair Bolsonaro por 54 contra 30% (en octubre), según una última encuesta de intención de voto del instituto Datafolha divulgada por el diario Folha de Sao Paulo. A esta lista se pueden agregar Amlo en México y el gobierno siempre castrista de Cuba, encabezado por Miguel Díaz-Canel.
Si es así, de llegar a ganar Petro en Colombia, la izquierda será otra vez dominante en América Latina habiendo superado a la derecha que ha terminado los últimos gobiernos con marchas de protesta y estallidos sociales como fue el caso de Sebastián Piñera en Chile y también con Iván Duque en Colombia, el presidente que termina ahora su mandato.
Petro lidera todos los sondeos con cerca del 40% de la intención de voto, pero por ahora los números no le alcanzarían para obtener la mayoría absoluta y vencer en primera vuelta. Federico Gutiérrez, de la derecha tradicional (foto izquierda junto a Petro), le sigue desde lejos, estancado en 24%. El tercer puesto lo ocupa Rodolfo Hernández (independiente que representan una candidatura con un discurso antisistema y anticorrupción.), que en los últimos días creció del 12% al 18%, y en el cuarto lugar está Sergio Fajardo con un escaso 5%.
La Registraduría Nacional del Estado Civil indica que hay más de 38 millones de colombianos habilitados para votar
Hace cuatro años, en la última elección presidencial participaron 19,6 millones de personas, lo que significa que para ganar en primera vuelta se necesitarían más de 9,8 millones de votos. Hay que considerar que la abstención en Colombia siempre ha sido alta. Hay millones de personas que, por décadas, se han rehusado a participar del sistema electoral.
Si ningún candidato lo logra, como ha pasado en Colombia en las últimas tres elecciones presidenciales, se irá a una segunda vuelta, el 19 de junio, con los dos candidatos más votados.
«Colombia nunca ha tenido un presidente de izquierda».
Esta es una de las frases más comunes en la campaña para las elecciones presidenciales de mañana domingo. La razón es que un candidato de izquierda, Gustavo Petro Urrego, es el favorito en todas las encuestas. Colombia tuvo mandatarios progresistas en el pasado, pero nunca ha sido presidente un político de origen popular, sin el apoyo de los partidos tradicionales. Y Petro, un tímido exguerillero que creció en pequeños pueblos, encarna mucho de eso.
Colombia nunca estuvo dirigido por revolucionarios como México o Bolivia, o por movimientos populares como el peronismo en Argentina, o por un socialista como Salvador Allende en Chile.
Los políticos reformistas de izquierda que estuvieron cerca de llegar al poder fueron asesinados. Sus magnicidios desataron olas de violencia.
Aunque el país ha tenido por décadas la democracia y la economía más estables de América Latina, un sector cada vez más grande de la población ha desarrollado una antipatía feroz hacia la clase gobernante. La culpan por los repetitivos conflictos armados y por una de las sociedades más desiguales del mundo.
Tras dos estallidos sociales en 2019 y 2021, una pandemia que exacerbó la pobreza y la desigualdad y un gobierno de derecha, encabezado por Iván Duque, que registra los números de desaprobación más altos de la historia reciente, esa población hartada y crítica parece empoderada. Y la izquierda podría aprovecharlo.
¿Qué fue lo que pasó para que hasta ahora en Colombia haya sido tan difícil llegar al poder con una agenda de izquierda?
Historia de la izquierda en Colombia
Aunque en un siglo XIX lleno de guerras civiles hubo expresiones socialistas, solo hasta la década de 1930 se puede hablar de movimientos sociales con una agenda de izquierda, argumenta Mauricio Archila, un historiador experto en el tema.
La llamada «Masacre de las Bananeras», ocurrida durante una huelga de trabajadores de la estadounidense United Fruit Company en 1928, fue un antecedente de lo que vendría después.
Dentro de la estructura bipartidista tradicional, el Partido Liberal —opositor al Conservador— representó las demandas asociadas a la izquierda. Pero la distancia entre sus bases y su dirigencia, miembros de la aristocracia urbana, casi siempre impidió consolidar propuestas genuinamente populares.
En los años 30 y 40 gobernó el presidente más progresista que ha tenido el país: Alfonso López Pumarejo, un bogotano del Partido Liberal que abrió espacio para los sindicatos y la educación pública y sentó las bases para una reforma agraria.
Su proyecto, inspirado en el New Deal estadounidense tras la crisis financiera de 1929, se llamaba la Revolución en Marcha. Pero la revolución quedó pendiente.
La derecha reaccionó rápido, el Partido Liberal se dividió y al final primó la preocupación por la propiedad privada, el auge comunista y el miedo de un «salto al vacío».
En ese contexto se da el primer gran foco de violencia, los campesinos eran perseguidos por crueles grupos paramilitares llamados «los pájaros».
Durante los años 40, en el vecindario aparecieron figuras populares como Juan Domingo Perón en Argentina y Getulio Vargas en Brasil. En Colombia surgió Jorge Eliécer Gaitán, un carismático orador hijo de una profesora y un librero que creció dentro del Partido Liberal, siempre con la etiqueta de disidente.
El 9 de abril de 1948, Gaitán, cuando un arrollador movimiento popular lo conducía a la presidencia, fue asesinado, aún no se sabe por quién, y se desató otra ola de violencia. Las consecuencias del asesinato de Gaitán aún se hacían sentir, el Congreso se encontraba clausurado y el Partido Liberal, que no se había presentado a las últimas elecciones presidenciales, desconocía la condición de presidente de Laureano Gómez.
Vino entonces la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla en Colombia con una Junta Militar que comprendió el período que va desde el 13 de junio de 1953 al 10 de mayo de 1957.
Una situación caótica que fue remediada con un pacto de alternancia del poder entre los dos partidos tradicionales firmado, en 1958, en una ciudad turística española. Se llamó el Frente Nacional, trajo cierta estabilidad y pero excluyó del sistema a cualquier otro movimiento.
Algunas entregaron las armas y crearon partidos políticos, pero sus líderes y militantes fueron perseguidos y asesinados. El caso que más se cita, catalogado de «genocidio», es el de la Unión Patriota: 5.733 militantes fueron asesinados entre 1984 y 2016, según cifras oficiales. Entre ellos, dos candidatos presidenciales: Jaime Pardo Leal y Bernardo Jaramillo Ossa.
El Frente Nacional se acabó en los 70, pero sus lógicas se mantuvieron y los gobiernos subsiguientes no hicieron cambios drásticos con el objetivo de mantener la calma política y económica.
Hubo proyectos democratizadores como la Constitución de 1991 y se firmaron diferentes procesos de paz con las guerrillas que abrieron el espectro político. También llegó al poder en 2002 Álvaro Uribe, proveniente de la élite rural, que rompió el bipartidismo.
Pero, en la práctica, la clase gobernante no sufrió cambios drásticos. De hecho, se derechizó aún más.
Entre 1995 y 2012, un nuevo foco de violencia impidió hablar de reformas. Los presidentes se elegían por su postura ante la guerra y los movimientos sindicalistas, campesinos y estudiantiles siguieron perseguidos. Se extravió, si es que antes la hubo, cualquier agenda progresista.
Desde 2005, la izquierda democrática ha ido creando una estructura ajena al Partido Liberal, que lleva décadas apoyando a la derecha. Petro, figura clave de ese proceso, es el resultado de dos décadas de trabajo.
La guerrilla del M19, a la que perteneció Petro y se desmovilizó en 1989, logró 12 y 30% de los votos en las dos elecciones siguientes (su candidato presidencial en 1990, Carlos Pizarro, fue asesinado), mientras que las FARC, que firmaron la paz en 2016, no pasan del 1% de apoyo electoral.
La guerra de guerrillas no solo afectó el discurso y la reputación de la izquierda política, sino su conformación misma, que nunca estuvo exenta de divisiones y dogmatismos.
El temor a la llamada amenaza comunista —tan peligrosa para el principal aliado de Colombia, Estados Unidos— se tradujo en decretos y regímenes penales que restringieron derechos sociales y políticos a los movimientos de izquierda, señala Laura Wills Otero, de la Universidad de Los Andes, en varios trabajos académicos.
La política colombiana ha sido siempre muy conservadora lo que se explica en tres razones: una economía cautelosa sin grandes saltos de consumo, crecimiento o apertura; la influencia de la Iglesia en la educación y el Estado, que solo se declaró laico hasta 1991; y la ausencia de migración externa.
«Colombia se modernizó y se abrió al mundo demasiado tarde y eso permitió que la matriz autoritaria tuviera un efecto enorme sobre la cultura», dice Wills.
Gustavo Petro, desde su paso por el Congreso hasta ahora, ha sido uno de los principales artífices de esta reconstrucción electoral. Ahora es favorito para ser presidente.
La historia hace que muchos incluso piensen en la posibilidad de un nuevo magnicidio o un golpe de Estado. Otros creen que han pasado muchos años: que Colombia, el país donde nunca gobernó la izquierda, ha cambiado.
Petro ha buscado la Presidencia desde siempre
Hace cuatro y más años que el izquierdista Gustavo Petro espera su oportunidad para ser presidente de Colombia.
El candidato de la coalición Equipo por Colombia Federico Gutiérrez, a quien sus seguidores llaman ‘Fico’, aparece segundo en las encuestas detrás de Petro, y en esta ocasión tiene el apoyo de partidos tradicionales como el conservador y el liberal, a los que les preocupa un eventual triunfo de la izquierda en un país históricamente gobernado por líderes de derecha o centroderecha.
Aunque es nuevo en la política nacional, Federico Gutiérrez se define como un ciudadano común y corriente, un hombre de clase media, y un líder que considera la política como una vocación orientada al servicio de la gente y a mejorar su calidad de vida.
Gutiérrez y sus seguidores consideran a Gustavo Petro como una potencial amenaza para la democracia, por lo que su rival de izquierda lo acusa de representar la continuidad del actual Gobierno y de tener el respaldo encubierto del expresidente Álvaro Uribe, catalogado por algunos como el hombre más poderoso de la política colombiana.
Para marcar diferencias, el candidato asegura que votó a favor de un acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC, al que se opusieron Duque y Uribe.