Por Walter Krohne
El 24 de febrero de este año Vladimir Putin lanzó el tan temido ataque a Ucrania y en septiembre de 1939 las tropas alemanas de Adolfo Hitler invadieron Polonia, lo que daría inicio a la Segunda Guerra Mundial. De allí las inevitables comparaciones entre Putin e Hitler, lo cual también nos ha llevado a preguntarnos si la invasión rusa podría ser el origen de una tercera guerra mundial.
La comparación entre Putin e Hitler despierta reacciones, más en contra que a favor. El analista argentino Alejandro Gómez escribe que lo más sencillo puede ser caer en la tentación de decir que son dos autócratas que ponen sus ambiciones de poder por encima de las personas y que no se detienen ante nada que se interponga en sus objetivos personales.
Su manera de acceder al poder, las forma de perpetuarse en el mismo, el simulacro de un estado democrático, su relación con los opositores, las limitaciones a la libertad de prensa, la segregación de las minorías —sexuales, religiosas, nacionales, etc.— y, sobre todo, el uso de la fuerza para someter a quienes se interpongan en su búsqueda de poder ilimitado hacen que la comparación sea tentadora.
Es cierto que las demandas de Putin de hoy no son iguales a las que tenía Hitler hace casi un siglo. Aunque sí se observan algunos patrones de comportamiento y demandas parecidas, como es el caso de Putin cuando pretende recrear la gran nación rusa, tomando como referencia la URSS (Unión Soviética) y, más atrás en el tiempo, el imperio de los zares.
Lo que busca es la recuperación de los territorios «perdidos» desde la debacle de la URSS a comienzos de la década de 1990 y, con ellos, volver a darle a Rusia el rol geopolítico que tuvo en la región durante siglos. Para ello, utiliza como excusa o legitimación el principio de autodeterminación de los habitantes de origen ruso que habitan en Ucrania.
Por su parte, Hitler en la década de 1930, cuando creó el Tercer Reich, pretendía reconstruir la nación alemana con base en los territorios que históricamente utilizaron el idioma alemán y que hasta la Primera Guerra Mundial pertenecían al Imperio. En última instancia, buscaba restaurar el Sacro Imperio Romano-Germánico medieval. Para ello, primero anexó Austria, luego los Sudetes en Checoslovaquia y, finalmente, invadió Polonia para anexar a la parte de Prusia que había quedado aislada de Alemania luego del Tratado de Versalles (tratado de paz que se firmó al final de la Primera Guerra Mundial por más de cincuenta países en la ciudad francesa).
¿Putin se detendrá o llegará consus planes hasta el final?
A esta altura, es pertinente preguntarse si Putin se detendrá una vez que esté en control de Ucrania. Recordemos que en 2014 anexó la península de Crimea, que originalmente pertenecía a Rusia, y fuera cedida a Ucrania por la URSS en 1954. Muchos pensaron que ahí se detendría. Ya vimos que no fue así. Así las cosas, nada asegura que no intente recuperar el resto de las ex repúblicas socialistas que integraban la Unión Soviética hasta 1991, muy especialmente las ubicadas en la región báltica. Ya se ha manifestado al respecto.
Si bien la clase política alemana siempre había evitado las comparaciones con el nazismo como regla básica ante el horror absoluto que representa, que se rompió en 2014 con la anexión de Crimea cuando el entonces ministro alemán de Finanzas Wolfgang Schäuble, trazó una comparación de ese tipo frente a la operación de Putin al señalar que “Con estos métodos ya Hitler anexó los Sudetes. Y mucho más”.

Hillary Clinton con el actual presidente de EE UU Joe Biden.
En aquel entonces, se expresaron de manera similar, entre otros, la ex secretaria de Estado de Estados Unidos Hillary Clinton y el heredero del trono británico, el príncipe Carlos.
En ambos casos, las potencias occidentales optaron por la vía diplomática y económica para tratar de contener a Hitler y Putin. Con el primero ya sabemos cómo terminó; con respecto al segundo, los acontecimientos están en pleno desarrollo, aunque de momento no parece que las sanciones económicas y las mesas de diálogo lo vayan a detener.
Está claro que la intervención armada directa es el último de los recursos, pero muchas veces esperar suele tener costos mayores a los de intervenir de manera inmediata. En este sentido, los dictadores siempre llevan la ventaja ante las democracias liberales; ya que los líderes de estas últimas no pueden tomar decisiones por sí mismos, sino que deben legitimarse en el parlamento y sobre todo en el electorado.
Todavía es pronto saberlo, pero mañana lunes 9 de mayo se conmemorará en Moscú el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945 (hace 77 años) con la ocupación de Berlín, el suicidio de Hitler y la firma de la capitulación alemana. Pero en esta conmemoración se espera que Putin, en primer lugar, «cante victoria», pero al mismo tiempo revele quizá algunos de sus nuevos pasos en Europa Central como, por ejemplo, declararle oficialmente la guerra a Ucrania que hasta ahora aparece como una «invasión mediocre» y sin justificación de parte de Rusia.
Entre Hitler y Putin se pueden apreciar si algunas similitudes y algunas diferencias entre los personajes en cuestión. Entre las diferencias vemos que, hasta ahora, Putin no se ha manifestado abiertamente con respecto a cuestiones raciales ni a la promoción de una limpieza étnica en las regiones a conquistar. La otra gran diferencia es que en su momento Hitler no llegó a contar con armas nucleares como sí las posee el líder ruso.
En este sentido, la pregunta es si se animará a utilizarlas. Por lo que se observa en su conducta y la violencia con la que ha entrado en territorio ucraniano, nada nos permite afirmar que no sería capaz de ello en caso de verse acorralado por Occidente. Este es uno de los motivos por los cuales Estados Unidos y el resto de Europa deben medir muy bien sus movimientos, ya que un conflicto donde se involucren armas nucleares tendría consecuencias devastadoras para todos.
Lo que sí está claro es que, de momento, Putin está dando pasos muy parecidos a los que dio Hitler cuando comenzó su campaña de anexión de territorios vecinos en la década de 1930. Todo intento de diálogo con el autócrata tendiente a detener el ataque solo será válido en tanto y en cuanto se comprometa a cumplir su palabra.
Mientras lo estipulado en las conversaciones no se vea ratificado en los hechos, solo serán buenas intenciones y no más que eso, ya que Putin ha dado muestras de no ser confiable. Ojalá no seamos testigos de la catástrofe humanitaria más grande de la historia.
Cuatro años después, Boris Johnson, entonces ministro de Exteriores, generó revuelo con el comentario de que Putin sabría aprovechar el inminente Mundial de fútbol en Rusia como Adolf Hitler los Juegos Olímpicos de 1936 en Berlín.
Desde el comienzo del ataque a Ucrania, estas comparaciones se volvieron habituales. Se dice que Putin es casi como Hitler. ¿Pero qué hay de cierto en esa afirmación?
Seis millones de judíos europeos fueron asesinados en el transcurso de tres años. Además, Hitler desató la Segunda Guerra Mundial que se saldó con al menos 60 millones de muertos. Son dimensiones completamente diferentes a todos los crímenes de los que se acusa a Putin.
Pero: “Comparar no significa equiparar”, aclara el historiador Heinrich August Winkler (foto derecha) en un artículo para el semanario “Die Zeit”. Comparar en la investigación histórica significa también resaltar las diferencias. Si se hace eso, se trata de un método científico validado.
El historiador y analista Götz Aly, autor de varias importantes obras y uno de los más prestigiosos investigadores del Holocausto (uno de sus libros es «La utopía nazi»), subrayó en declaraciones a la prensa que «se puede comparar a Hitler y Putin sólo de forma muy parcial. Eso debe quedar claro. Pero considero legítimo establecer determinados paralelismos”.
Entre ellos figuran la preparación y la justificación de la guerra. “También Hitler hizo marchar tropas enormes, al tiempo que aseguraba: ‘El Führer sólo quiere la paz’”.
Hitler justificó la invasión a Polonia asegurando que debía proteger a los alemanes que vivían fuera del país de un supuesto “terrorismo polaco”. Putin, dice Aly, basa su agresión en la mentira de que debe proteger a los rusos en el Donbás, en el este de Ucrania, de un genocidio.
Igual que los medios estatales rusos disimulan la guerra en Ucrania como “operación militar especial”, el ministro de Propaganda nazi Joseph Goebbels ordenó el 1 de septiembre de 1939 no utilizar la palabra “guerra”, sino siempre hablar de “contraataque” a una agresión polaca.
También el historiador Winkler ve “paralelismos desconcertantes” entre la “anexión” de Austria, la de los Sudetes y el “derrocamiento de lo que quedaba de Chequia”, por un lado, y la anexión de Crimea, la separación de territorios como el Donbás y la actual guerra de agresión contra Ucrania por el otro.
“La analogía de la manera de proceder es irrefutable”, escribe Winkler. “Pero esos paralelismos aún van mucho más allá. También como ‘historiador’, es decir, como historiador político, Putin puede ser visto como un alumno que aprende fácilmente de Adolf Hitler”.
Justificación histórica
Así, también Putin intenta justificar históricamente su aspiración de reinstaurar un supuesto gran imperio. Winkler alude a un texto publicado por Putin en 2021 titulado “Sobre la unidad histórica de rusos y ucranianos”.
Al igual que Putin reclama una zona de influencia rusa, también Hitler y los nazis se justificaron aludiendo a una “prohibición de intervención de potencias ajenas al territorio” en Checoslovaquia, recuerda Winkler.
También piensa en Hitler al escuchar las diatribas de Putin contra supuestos “neonazis” o “drogadictos” en Kiev. El historiador Aly (foto a la izquierda) lo ve de manera similar, pero advierte al mismo tiempo que hay que tener precaución: “Lógicamente no tiene ningún sentido cuando Putin afirma que en Kiev hay neonazis en el Gobierno”.
Pero: “Al igual que en Rusia también en Ucrania hay radicales de derecha muy duros (…). El mayor colaborador nazi y antisemita ucraniano Stepan Bandera tiene 40 monumentos en Ucrania. Cabe aclarar: luego de que los alemanes ingresaran en Ucrania en 1941, hubo mucha colaboración”.
“Los alemanes contaron con 200.000 policías auxiliares ucranianos, de los cuales al menos 40,000 participaron de manera directa en la ejecución de judíos. Esa colaboración iba decreciendo hacia el este. En el este de Ucrania ya era muy baja. En la actual Rusia apenas se dio. No hubo una policía auxiliar rusa de los ocupantes alemanes. Ese trasfondo histórico no se puede negar”.
Lo que más preocupa a Aly es la impresión de que Putin está cada vez más atrincherado y desacoplado de la realidad: el rostro pétreo, las mesas increíblemente largas no sólo en reuniones con visitantes extranjeros, sino también con colaboradores estrechos, los sermones públicos a sus asesores.
El extraño encuentro con azafatas intentando dar una impresión jovial. Y luego una retórica en la que Rusia aparece cada vez más como víctima de una conspiración mundial occidental.
“Se ve bastante disparatado, tiene algo de la película ‘El gran dictador’, de Charlie Chaplin. Estamos tratando con una persona que se transformó en un autócrata y tolera poco que le contradigan. Cualquier alternativa de liderazgo está desactivada. No hay sucesores a la vista en el aparato de Gobierno”.
Putin decide en solitario. Y es alguien que no se puede permitir mostrar debilidad. “Esa constelación puede llevar a una radicalización irracional y a inflar cada vez más de manera obsesiva la imagen del enemigo”, dice Aly. “Ya utilizó en un discurso una expresión como ‘solución definitiva a la cuestión de Ucrania’. Eso suena peligroso”.
“El hecho de presentarse como víctima de enemigos poderosos” es una característica común de ultranacionalistas como Hitler y Putin”, coincide también Winkler.
De todas maneras, Aly insiste en que no se debe afirmar que “Putin es el nuevo Hitler y que con alguien así no se puede hablar”. En vez de eso, urge, mantener abiertos todos los canales de diálogo.