El otrora imbatible tenista alemán Boris Becker fue condenado este viernes a dos años y seis meses de cárcel por cuentas impagas, declaraciones engañosas y encontrarse en la ruina más absoluta,
Un jurado había declarado al extenista alemán culpable de 4 de los 24 cargos de los que se le había acusado, pero faltaba por conocer la sentencia, que se dictó definitivamente este viernes.
Boris Becker llegó este mediodía a los juzgados de Londres de la mano de su pareja, Lilian de Carvalho Monteiro.
Becker fue declarado insolvente por la corte en 2017 para lo que tuvo que revelar sus bienes. Sin embargo, ocultó varias posesiones. Un jurado encontró hace tres semanas al tres veces ganador de Wimbledon culpable de 4 de los 24 cargos de los que se le acusaba. Los miembros del jurado determinaron que Becker ocultó la propiedad de bienes raíces en su ciudad natal de Leimen, transfirió ilegalmente grandes sumas a otras cuentas y retuvo acciones en una compañía de inteligencia artificial, además de ocultar un préstamo, informó la Deutsche Welle.
Becker se enfrentaba a una pena de prisión que podría llegar a un máximo de siete años. El hombre de 54 años puede apelar al veredicto. La fiscal Rebecca Chalkley dijo este viernes que Becker cometió un grave abuso de confianza y destacó que él ya había sido condenado por evasión de impuestos en Alemania.
El pelirrojo que conquistó el mundo
El 7 de julio de 1985, más de once millones de telespectadores alemanes fueron testigos del golpe de raqueta que convirtió a un joven de 17 años llamado Boris Becker en un icono deportivo, conocido por sus compatriotas como «Bobbele». El éxito de Becker en Wimbledon desató una auténtica fiebre por el tenis en Alemania. Un año más tarde y de nuevo en 1989, Becker se hizo del torneo.
Prolífico en relaciones sentimentales y desordenado en la administración de dinero desde que se retiró de las pistas, Becker inició el peregrinaje por juzgados en su país natal, perseguido por evadir el pago de impuestos al fisco alemán. Desembocó en una multa de 300.000 euros y una condena a dos años de prisión, que sin antecedentes penales no le llevó a la cárcel.
Veinte cargos se presentaron contra Becker en Londres, incluyendo el de ocultar sus trofeos para evitar su venta, pero el jurado le declaró culpable solo de cuatro: transferencias de dinero a su primera mujer, Barbara, y a su segunda, Lilly, para que lo guardasen; de la ocultación de un préstamo y de acciones en una empresa. Su abogado pidió clemencia argumentando que la quiebra financiera y el daño a su reputación le han dejado sin futuro.
Residente en Londres desde 2012, los ingresos en su carrera se estiman en más de 40 millones de euros. Ganó nueve torneos del Grand Slam, con sustanciosos premios al vencedor, a los que hay que agregar los ingresos por publicidad, como comentarista habitual de tenis en la BBC y otros medios; también como entrenador o consejero de Novak Djokovic.
En 1998 Becker jugó la ATP de Stuttgart en Alemania como lo muestran las imágenes:
El declive
El proceso judicial que lleva a esta condena se remonta a 2017, cuando sus acreedores forzaron una declaración de quiebra. Le perseguía por impago un banco que le había prestado dinero para adquirir una mansión y terrenos en Artà, en Mallorca. Su estrategia de evasión del pago de las deudas incluyó, en 2018, pretender que tenía inmunidad diplomática como «attaché» en Europa de la República Centroafricana para deportes, cultura y asuntos humanitarios.
En su autobiografía, ‘The Player’, confiesa que no sabía qué hacer con su vida tras ser uno de los mejores tenistas del mundo durante una década. Ese vacío lo rellenó sembrando la semilla del caos el mismo día en el que jugó su último partido en la Pista Central del All England. Era el 21 de junio de 1999, la cuarta ronda y el australiano Pat Rafter su rival.
El adolescente de 1985 era un querubín con un servicio que le valió el sobrenombre de ‘Bum Bum Boris’. El treintañero de 1999 estaba en visible declive físico. En el palco de familia y entrenadores, Barbara no parecía interesada en el juego. Estaba embarazada de ocho meses. En el hotel le pidió que se quedara con ella y él le dijo que esa noche necesitaba ir con sus amigos, y ya el resto de su vida sería para ella.
Entre cerveza y cerveza, entabló una mutua atracción con una empleada de un restaurante en el centro de Londres y concibieron una hija en el cuarto de las escobas. Al caro divorcio de Barbara y al mantenimiento de su amante furtiva y de su hija se achaca el inicio de la quiebra financiera de Becker. Pagaba un alquiler mensual de más de 25.000 euros para vivir en Wimbledon, parte de un estilo de vida por encima de sus ingresos.
Fuentes: Deutsche Welle y El Correo.