Por Enrique Fernández
Para muchos vecinos de La Pintana fue como un sueño. No podían creer que un Presidente de la República estuviera allí, entre ellos, en el Parque Mapuhue bajo ese tibio mediodía del 13 de marzo. Para el Presidente Gabriel Boric, también era un sueño hecho realidad sentirse en medio de esa gente que lo vitoreaba y lo aplaudía, 48 horas después de asumir el mando de la nación.
Y ahí estaba, sencillo y cercano, como uno más de los 200.000 habitantes de La Pintana. ¿Le habrán contado al Presidente que esa comuna, situada 18 km al sur de la Plaza de Armas, fue alguna vez un bucólico manto de fundos y parcelas que abastecían de productos agrícolas al Gran Santiago?
Su nombre, “Pintana”, deriva del fundo que el Presidente Aníbal Pinto (1876 – 1881) tenía al final del camino Santa Rosa –hoy avenida-, donde acostumbraba pasar sus vacaciones de verano. Esas tierras de la familia Pinto, adquiridas en los años 40 por la Caja de la Habitación Popular, se transformaron en un conjunto de 500 parcelas de media hectárea con casas de tres dormitorios, entregadas a la Cooperativa de Huertos Obreros José Maza en 1946.
En los años 50 y poco más al norte, el fundo Rafigni se convirtió en otra cooperativa de huertos familiares, que escogió por nombre “Mapuhue”, con 315 parcelas ricas en árboles frutales y una variada gama de productos de la tierra. Vecinos de estas parcelas eran los fondos La Bandera, San Rafael y San Ricardo, además de La Platina (de la Universidad dee Chile), Santo Tomás y El Castillo.
Desde hace 37 años esa zona es una de las comunas más pobres del Gran Santiago. Por eso su alcaldesa, Claudia Pizarro, evocó sin nombrarla una oda de Pablo Neruda, cuando agradeció la presencia del Presidente Boric “junto a los más sencillos, los olvidados, los discriminados”.
“Acá, donde el Estado se ausenta, viene el compañero Presidente Gabriel Boric a escucharnos, a acompañarnos, a tomarnos de la mano y hacernos parte del sueño de un Chile donde nadie se quede atrás”, dijo la autoridad comunal.
“Los invito humildemente, desde el corazón poblador de esta alcaldesa, a mantener vivos los sueños. Cuando las dificultades sobrevengan, el Gobierno no puede quedar solo. Nos mantendremos alertas y movilizados”, señaló.
Y para reafirmar este compromiso, agregó que “aquí nadie toma palco”, en directa alusión a su correligionaria demócrata cristiana Ximena Rincón, expresidenta del Senado que hace algunas semanas anunció que tomaría palco frente al nuevo Gobierno.
Los antiguos habitantes de La Pintana, en sus verdes parcelas soñaron también con una vida plena de naturaleza, un medio ambiente sano y una convivencia fraterna, como es la vida del campo, pero en las puertas de la gran ciudad.
¿Y qué ocurrió con ese sueño?
Fue en junio de 1982 cuando el caudal del río Mapocho enloqueció e inundó la zona oriente de la ciudad, donde viven las familias más acomodadas. Pero la inundación también abarcó a modestas viviendas de barrios marginales de la comuna de Las Condes. La autoridad dictatorial de la época erradicó entonces por la fuerza a miles de familias y se las llevó a los terrenos del fundo El Castillo, que el Servicio de Vivienda y Urbanismo (Serviu) adquirió a buen precio.
Así surgieron las poblaciones “El Castillo”, “Santo Tomás”, “San Rafael”, “La Bandera” y otras, en las tierras que hasta comienzos de los años 80 eran fértiles cultivos agrícolas. Fueron hombres y mujeres sin recursos, desarraigados, que perdieron sus empleos y su entorno para vivir en el otro extremo de la ciudad en medio de una pobreza aún mayor. Cuando al año siguiente estallaron las protestas sociales contra la dictadura, como consecuencia de la crisis económica y un desempleo que superaba el 35% de la fuerza laboral, los militares ya sabían dónde intensificar la represión: Lo hicieron naturalmente en la zona sur de Santiago.
Si hoy esos suburbios son escenarios del tráfico de drogas, asesinatos, tiroteos y delincuencia organizada, se lo deben, en gran medida, a la comuna de Las Condes que expulsó a quienes consideró “personas non gratas”. Es la misma comuna que a mediados de 2017 vio con satisfacción cómo desaparecía bajo las retroexcavadoras el último de los 27 edificios de la Villa San Luis, un proyecto de inclusión social que impulsó el presidente Salvador Allende, antes de morir en el Palacio de La Moneda, bombardeado durante el golpe que derrocó su Gobierno en 1973.
El Presidente Boric, que al llegar a La Moneda rindió homenaje a Salvador Allende ante su monumento en la Plaza de la Constitución, se proyecta como el continuador de un sueño de justicia social y equidad, pero sabe que el camino es difícil. Y así lo dijo ante más de un millar de esperanzados chilenos que lo escucharon en el verde parque, donde hace 50 años existía un tranque de regadío para las parcelas de Mapuhue.
«No pretendo en un día, en un par de minutos, en los cuatro años cambiar, todo lo que está mal. La Historia es mucho más larga que nosotros y aprendemos de quienes estuvieron antes y vamos a dejar tareas a quienes vengan después», advirtió.
«Van a venir momentos bien complicados, La política tiene muchos aspectos de mezquindad. Perdemos a veces la visión de por qué estamos donde estamos. Yo los invito a que nos ayuden a no olvidar por qué estamos acá«, concluyó el mandatario, en un discurso improvisado porque prefirió salirse del libreto para “hablar desde los sentimientos también”.