Por Martín Poblete Pujol
Pasaron los primeros seis meses bajo la conducción de Elisa Loncon, mujer mediocre empezando por sus limitadísimos recursos de lenguaje; acompañada por el profesor Jaime Bassa, quien tenía las credenciales adecuadas pero fue devorado por su obsesión con una ideología caduca, derrotada y fracasada.
De los primeros seis meses quedaron un enrevesado conjunto de procedimientos, tiempo perdido en salidas a terreno imitación de las semanas distritales de diputados, impertinentes incursiones en política contingente, el triste asunto del «pelao» Rojas Vade, los vistosos trariloncos y trapilacuchas lucidos por la mentada Lincon, y la sensación de oportunidad perdida para darle conducción a la Constituyente.
En la nueva directiva encabezada por María Elisa Quinteros y Gaspar Domínguez, recae la responsabilidad de hacer el trabajo propiamente constitucional en los próximos seis meses disponibles, la comunicación con la ciudadanía y la forma de comunicar serán fundamentales.
En política, la Constituyente es un asunto políticamente político, el lenguaje sigue siendo importante. Domínguez ha declarado su homosexualidad, este factor de diversidad social debiera hacer de su personal interés trabajar por lograr procesos de incuestionable tolerancia y transparencia.
La dupla Quinteros-Domínguez tiene por delante la cuestión del tiempo y fechas finales en las cuales deberá entregar su trabajo, el cual será votado en plebiscito de salida con voto obligatorio.
En abril se cumplirán los primeros noventa días de su mandato, entonces la dupla Quinteros-Domínguez deberá pedir extensión por otros noventa días como cuando se jugaba con letras de cambio, a comienzos de julio se cumplirá el plazo final; la composición del Congreso por asumir en marzo, especialmente del Senado, no aconseja pensar en extensiones más allá de los plazos contemplados en el mandato original, hacerlo sería jugarse apuesta de alto riesgo.
Además, la demora en elegir la mesa directiva en primer lugar, seguida por demoras en elegir las vicepresidencias adjuntas, han resultado en otras pérdidas de tiempo, el reloj y el calendario siguen su marcha implacables.
Otro detalle, relacionado con el anterior, el quorum de aprobación de los acuerdos básicos es de dos tercios de los convencionales, es decir será necesario mucha conversación, muchas negociaciones en busca de acuerdos transversales por sobre las obsesiones ideológicas, «convencer y persuadir, estar dispuesto a ser convencido y persuadido (Miguel de Unamuno)».
Por si lo anterior no fuera ya complicado, se agregan las propuestas llamadas iniciativas populares de forma, emanadas de los ciudadanos, no son obligatorias pero aquellas con las suficientes firmas de respaldo, examen de admisibilidad, mínimo de quince mil, deberán ser consideradas por el Pleno de la Constituyente; en este punto, ya se perfilan por lo menos diez propuestas con más de quince mil firmas, y siguen recibiendo, será muy difícil evitar adecuada discusión de propuestas ciudadanas sólidamente respaldadas.
«El tiempo pasa» decía un popular relator de fútbol en aquellos años cuando la radio era el medio, la frase aplica muy bien hoy a la Constituyente.