Por Martín Poblete

Siempre al comentar elecciones resulta básico dar un vistazo a los números y a la historia. El 4 de septiembre de 1970, el doctor Salvador Allende obtuvo estrecha mayoría relativa, un triunfo pegado con estampilla que debió ser ratificado por el Senado tras complicada negociación con la Democracia Cristiana.
Un par de vueltas a la manivela de la moviola, cincuenta y un años después, el 19 de diciembre de 2021, Gabriel Boric ganó por amplio margen de 55.9% a 44.1% de JA Kast, una diferencia de más de once puntos porcentuales muy cerca del millón de votos. Así, Boric obtuvo un mandato claro, inequívoco, en elección con alta concurrencia de electores, alrededor del 55% del padrón.
Pasada la euforia en el momento dulce de la victoria, y los inevitables gestos de buena crianza entendidos parte del necesario ceremonial republicano, el Presidente Electo enfrenta definiciones entre sus distintas personalidades políticas, el Gabriel Boric revolucionario ganador de la Primaria y perdedor de la primera vuelta, el Gabriel Boric cuidadoso reformista triunfante de la segunda, o astuta combinación de ambas; el sentido de la realidad aconseja ir por combinar la lealtad con sus definiciones fundamentales que le dan autenticidad a su persona, con el fino sentido de la oportunidad mostrado en la ductilidad para reordenar su candidatura y llegar al triunfo. Una mirada a la viabilidad de sus opciones.
El Presidente Electo podría jugar sus cartas en la opción maximalista de su programa original, para ello debería recurrir necesariamente a la complicidad con la mayoría de convencionales en la Constituyente, hacerlos acelerar el tranco, salir pronto con el proyecto constitucional para someterlo a plebiscito de salida con voto obligatorio, en toda probabilidad un régimen parlamentario unicameral con un presidente de atribuciones muy limitadas comparadas con las del actual, jugarse por ganar el referéndum de salida y convocar a elección inmediata de parlamento aprovechando la breve luna de miel de todo Presidente recién inaugurado.
Es si una operación de alto riesgo pero ineludible si quiere evitar negociar legislación con la derecha en el Congreso elegido el 21 de noviembre pasado. Dos personeros importantes de la coalición Apruebo Dignidad/Partido Comunista se han manifestado contrarios a tener que llegar a negociar consensos con la derecha, Beatriz Sánchez y el Senador electo Daniel Núñez (PC-Cuarta Región); probablemente tienen considerable apoyo en esa coalición.
La opción reformista pone al Presidente Electo ante la inevitabilidad de negociar legislación con la derecha, pues la coalición Chile Vamos más el Partido Republicano controlará el 50% del Senado, y el 44% de la Cámara de Diputados (68 diputados), a lo anterior debe agregarse la incógnita de los seis diputados del Partido de la Gente más los impredecibles independientes.
El problema con esta opción es su dinámica política tan distinta del ADN de la coalición Apruebo Dignidad/Partido Comunista; sin embargo, y considerando todas las dificultades inherentes a trabajar con un Congreso de las características indicadas, el sólido mandato ganado en forma democrática por Gabriel Boric debe darle la fuerza para defender la legitimidad de sus propuestas.
En estos momentos el Presidente Electo debe estar rodeado de gente diciéndole cuales cosas hacer y cuando.
Me permito sugerir con humildad algunas señales urgentes que se debieran dar. Desde luego, quien será el Ministro del Interior, este cargo clave en nuestro ordenamiento institucional mientras la mayoría de la Constituyente no salga con algo distinto; asimismo, hay evidente urgencia en conocer su decisión respecto al Ministro de Hacienda y, en menor grado, de Economía; los mercados bursátiles y financieros se ven nerviosos, la gente de fortuna sigue sacando su dinero fuera del país, hay una marcada descapitalización, y a nadie en Chile le sirven esas incertidumbres.
Respecto al perdedor, el futuro político del señor JA Kast se ve ligado al del Partido Republicano, tal vez su presidente, en esa capacidad seguirá vigente en el acontecer político. De todas maneras, fue un caso notable, a comienzos de octubre la candidatura de Kast todavía era testimonial, su programa de gobierno un proyecto en partes confrontacional escrito en lenguaje de trinchera; de pronto, su triunfo en la primera vuelta lo catapultó a disputar la Presidencia de la República en la segunda.
A diferencia de su contendor, Kast no supo entender la naturaleza única de la segunda vuelta, era un nuevo hecho político, otra elección, no fue capaz de adaptar su estrategia y su lenguaje a las cambiantes circunstancias.
La coalición Chile Vamos no tiene urgencia de cambiar liderazgos en sus partidos, deberá entrar en ejercicio de evaluación, seguido de acuerdos de articulación de su considerable poder en el nuevo Congreso a partir de marzo 2022, siempre y cuando la Constituyente no salga con un proyecto que cambie totalmente el escenario.