Por Walter Krohne
El debate final de Anatel tras la dura campaña presidencial fue livanito, no hay duda, aunque se vio a los dos candidatos un poco ansiosos pero ninguno dio sorpresas que hubieran permitido aclarar “hacia adónde va la micro”, salvo pequeñeces como el test de drogas de Boric, o la relación política que Kast tuvo con el misógino diputado Johannes Kaiser o también el caso de hace nueve años de la “pololita” de Gabriel Boric en el cual, al parecer, hubo un comportamiento “excesivamente machista” de parte del candidato, para decir lo menos, pero que aún no se ha aclarado totalmente lo que realmente ocurrió y se sigue hablando de “acoso” y quizá hasta de “abuso”, pero hasta allí llegaremos porque tampoco sabremos mucho más del tema en el futuro.
En esta situación Chile, con José Antonio Kast (derecha pura) y Gabriel Boric (izquierda pura) nos acercamos aceleradamente a la elección final de este domingo 19 de diciembre. ¡Qué nervios…!
El triunfo o la derrota están muy cerca para ambos, porque a esta altura todo puede hacer inclinar la balanza para uno u otro lado. En todo caso creo que la diferencia de votos a favor o en contra va a ser muy estrecha al estilo de “empate técnico”. Pero aquí uno u otro tiene que ganar, aunque sea por un voto.
Este proceso electoral, complicado y a veces hasta incomprendido, tratándose de un país que estuvo muy arriba en el ranking político y económico mundial y hoy está muy abajo, y además, dividido políticamente, polarizado, sin centro político y hasta fuertemente endeudado. Claro, entremedio vivimos la pandemia, causada por un “bichito minúsculo” que lo paralizó todo, aparte de una oposición inflexible contra un Gobierno de derecha que intento hacerlo bien, pero cada una de sus movidas o muchas fueron criticadas y hasta anuladas, sin descontar que hubo también varios errores oficialistas.
Solamente basta con decir que dos veces se intentó acusar constitucionalmente y destituir al presidente de la República y una tercera internacionalmente. Varios de sus ministros pasaron también por el pasadizo de los acusados de la Cámara de Diputados. Un período horrible en la historia política de Chile.
Sin embargo, ambos candidatos presidenciales, reconocieron en el debate de Anatel de este lunes que, si Piñera hizo algo bueno, fue precisamente el tratamiento que le dio a la pandemia con un fuerte plan de vacunación que ya supera el 90% de los chilenos que residen en el país. Fue una labor impecable que no se compara con la de la Presidenta Michelle Bachelet cuando el 27-F (terremoto y tsunami en 2010) se puso al frente de la Oficina de Emergencia, por ausencia del entonces ministro del interior Edmundo Pérez Yoma, y se dieron mal las alertas de tsunami, error que casi borró del mapa al Archipiélago de Juan Fernández y varias localidades costeras en la parte continental de Chile, además de dejar un saldo de 156 personas muertas.
Pero hay que reconocer que gobernar en Chile no es nada de fácil. El actual presidente Sebastián Piñera ha sido atacado desde el primer día en que asumió el cargo en el Palacio de La Moneda; pasará a la historia como un mandatario poco querido por el pueblo chileno, especialmente por la oposición que ha mostrado su dureza sacando sus “propias garras”. El mejor ejemplo fue el denominado “estallido social” del 18 de octubre de 2019, cuando miles de descontentos, entre ellos también anarquistas, ninis, delincuentes, narcotraficantes y pseudos revolucionarios, que más que seres humanos parecían “hordas al estilo de los hunos” (pueblo nómade en Asia Central en el siglo IV) y que al estado le ha costado millones y millones de dólares, especialmente por la destrucción de parte importante del metro de Santiago, principal medio de transporte de pasajeros de la capital chilena.
Este domingo por fin Chile acude otra vez a las urnas después de una seguidilla electoral que no se ha detenido desde octubre de 2020. La ciudadanía en estos 15 meses ha sido convocada a sufragar en el plebiscito constitucional, en elecciones de, convencionales, primarias presidenciales, primera vuelta presidencial, parlamentarias, consejeros regionales (cores) y, ahora, la segunda vuelta para La Moneda, el denominado balotaje.
Pero, aunque algunos especialistas han alertado por una posible fatiga electoral, la carrera presidencial está aún ardiendo porque hay que definir el futuro de Chile para los próximos cuatro años entre un Gabriel Boric, diputado de 35 años del Frente Amplio en alianza con el Partido Comunista, o un José Antonio Kast, abogado conservador de 55 años, del Partido Republicano. Son dos propuestas diferentes y extremas (entre derecha e izquierda) que salvarán o hundirán a Chile.
Mientras Boric empuja por las reformas que tienden a mayores derechos sociales y gasto fiscal luego de las revueltas de octubre de 2019, Kast apuesta a restablecer el orden y la estabilidad perdida en estos dos años, con la idea de un Estado pequeño y mucho más fácil de financiar y sin “apitutados” (políticos o funcionarios públicos recomendados por los partidos aliados, también familiares).
Esta fatiga electoral mantiene en una gran incógnita que es la llegada efectiva de los electores a depositar su preferencia en las urnas (participación). Esto sigue siendo una interrogante en un país con altas tasas de abstencionismo, en un sistema de voto voluntario (en la primera vuelta solo un 47% de los convocados concurrió a las urnas). Esta participación desconocida confunde además los pronósticos y el resultado de las encuestas.
La derecha es más disciplinada que la izquierda y por esta razón Kast logró ordenar rápidamente a su sector. La UDI, Renovación Nacional (RN), Evopoli (derecha liberal) y otros sectores se alinearon detrás de Kast.
A su vez, Kast ha incorporado rostros de mujeres, un electorado que le ha sido especialmente esquivo, por sus propuestas iniciales de intentar fusionar el Ministerio de la Mujer con otras carteras, en su afán de disminuir el tamaño del Estado, por ejemplo. En esta segunda parte, incorporó a Paula Daza, que lideró la batalla contra la covid-19 desde la subsecretaría de Salud, y una figura histórica de la derecha, Evelyn Matthei, actual alcaldesa del municipio de Providencia.
En la parte de Boric se ha sumado a su campaña una parte del mundo que integró la Concertación, la alianza de centroizquierda que lideró el país entre 1990 y 2010 (en los gobiernos de Patricio Aylwin, Eduardo Frei, Ricardo Lagos y el primer período de Michelle Bachelet) y que hoy está en el suelo, especialmente tras el fracaso de su candidata Yasna Provoste en primera vuelta que obtuvo el quinto lugar con el 11,6% de la votación.
Los democristianos resolvieron en una reunión institucional su respaldo al candidato Boric “sin condiciones”, en una junta en la que el candidato envió una carta en la que profundizó “en los asuntos que nos unen y no en los que nos separan”, porque han sido dos fuerzas antagónicas en la última década en Chile.
“Sé que la arrogancia generacional es una mala consejera, que no hay virtud per se en la juventud y la novedad, sino que un proyecto político debe juzgarse por sus convicciones, principios y actuar en consecuencia”, aseguró Boric en su misiva a la DC.
Sin negociaciones previas, uno de los principales apoyos a Boric en este período ha sido el de los ex presidentes Ricardo Lagos y otro el de Michelle Bachelet (interrumpió sus importantes tareas en la ONU para participar como electora y “agitadora” de su sector en estas elecciones).
La propia fundación de Michelle Bachelet, actual Alta Comisionada de la ONU por los Derechos Humanos, también se sumó a Boric, aunque en este caso el apoyo parecía predecible dada la gran sintonía que la expresidenta siempre tuvo con la nueva generación de izquierda, que se conoció como la Nueva Mayoría, que emergió con el objetivo de llevar a Bachelet a un segundo mandato presidencial (2014 a 2018) y reemplazar así a la Concertación.
Cualquiera de los dos que gane las elecciones este domingo, deberá apelar al diálogo y ningún programa extremo o rupturista tendrá futuro ni antes ni después del 11 de marzo de 2022, el día de la asunción como Presidente de la República del candidato triunfador en el Palacio de La Moneda. Así lo espera la gran mayoría de los chilenos.