Por Pablo Ximénez de Sandoval
Esta vez, hay muertos de por medio. Desde que el Brexit (salida del Reino Unido de la Unión Europea-UE-) se hizo efectivo, el Gobierno del Reino Unido no ha perdido ocasión de buscar un enfrentamiento con la UE, y en esa dinámica, Francia ha estado siempre en la primera línea de fuego.
Los episodios se suceden: la reticencia a aprobar las licencias de pesca para barcos franceses, el doble lenguaje sobre la frontera de Irlanda que amenaza con incendiar el Ulster o la participación en un acuerdo para que Estados Unidos le quitara a Francia un contrato militar con Australia. La semana pasada, la tensión entre Boris Johnson y Emmanuel Macron subió un escalón más a raíz de la muerte de 27 migrantes irregulares en aguas del canal de La Mancha.
La opinión editorial de este miércoles recoge el apoyo que la UE ha dado a Macron frente al intento de Johnson de hacer política en Twitter con la inmigración: “El precio es irritar a las autoridades francesas y provocar a la UE, un precio que Johnson ya ha dejado claro que le parece menor (…). La UE ha mostrado su respaldo a Francia, como no puede ser de otra forma cada vez que la deriva ultranacionalista de Johnson desborda el terreno meramente retórico”.
El conflicto viene de largo y no es la primera vez que se trata en la página editorial. En este otro comentario se hablaba de El quebradizo eje París-Londres, que consideraba la disputa por las licencias de pesca “síntoma más del deterioro de las relaciones entre ambos países y agudiza un clima de sospecha hacia Londres que se ha extendido en todo el continente”.
En esta tribuna, Reino Unido y Francia: discordia de largo aliento, el investigador del Real Instituto Elcano Ignacio Molina hace un repaso de la desconfianza histórica entre ambos países: “Desde la derrota anglosajona en 1066, Londres y París apenas han sido tres veces aliados temporales y solo porque no les quedó más remedio que combatir un desafío común”.
Muchas cosas se explican por la política interna de los dos países.