La derrota del exgobernador demócrata Terry McCauliffe ante el republicano Glenn Youngkin en las elecciones de este  martes en el estado de Virginia en Estados Unidos, ha caído como balde de agua fría en la Casa Blanca especialmente ahora en que el demócrata Joe Biden está en la Presidencia, pero que ya ha presentado serias debilidades, según las encuestas.

El republicano Youngkin, ganador,  y  el demócrata derrotado Terry McCauliffe. 

Si en 12 años ningún republicano había logrado ganar un cargo estatal en Virginia, este martes tres rompieron la «mala racha», porque además de Youngkin, se impusieron la candidata a vicegobernadora, Winsome Sears, la primera política de color que ejercerá el puesto, y Jason Miyares, quien será el primer fiscal general del estado latino.

“He escuchado que Virginia es azul, pero nunca creí que fuera azul”, dijo Donald Trump la mañana de este miércoles en una entrevista con una radio local. La noche del martes, el expresidente había enviado un mensaje de felicitación a Youngkin con un tono de autoalabanza por su “ayuda” a la victoria, pese a que la campaña del hoy gobernador electo trató siempre de diferenciarse de él.

¿Cómo se explica el retroceso demócrata en un  estado en el que hace apenas un año el presidente  Biden ganó con una diferencia de 10 por ciento, al punto que hoy vuelva a considerarse como un estado péndulo?

Varios factores, locales y nacionales, ayudan a entender lo que pasó  y cómo pueden servir de enseñanza a los republicanos para recuperar espacios perdidos, y de advertencia para los demócratas en su esfuerzo por mantener las mayorías en el Congreso. Y hasta en las aspiraciones de mantener la Casa Blanca en 2024 (con Biden o algún otro candidato).

El índice de aprobación del presidente en el estado estaba por debajo del 40% en vísperas de los comicios, y aunque Biden descartó durante su viaje por Europa que eso fuera a pesar en el resultado, los analistas lo consideran como factor importante que debe preocupar a los demócratas de todo el país porque tiene proyección nacional. El caótico retiro de tropas de Afganistán, la inflación y la escasez que caracterizan la precaria recuperación económica de la crisis del coronavirus, o los problemas con el repunte de la inmigración en la frontera con México están pasando factura, justa o injustamente, al presidente.

Igualmente, las divisiones del partido demócrata ayudaron a presentar una imagen problemática de la actual Casa Blanca.

Los congresistas demócratas liberales y conservadores están enfrascados desde hace meses en discusiones sobre el presupuesto con acento social y ambiental propuesto por el presidente.

Incluso en distritos liberales de Virginia, donde en 2017 los demócratas obtuvieron buenos resultados, las aspiraciones de McAulliffe se vieron frustradas por cierta apatía del voto progresista desmovilizado.

Trump fue un doble tema de la campaña. Uno, por la manera cómo los demócratas querían meterlo en el debate local y otro, por cómo los republicanos se empeñaron en mantenerlo distante. La estrategia de McAuliffe de presentar a Youngkin como un “clon” de Trump no parece haber tenido éxito.