Por Hugo Latorre Fuenzalida 

Los chilenos nos escandalizamos por la noticia sobre el compromiso del presidente Sebastián Piñera en negocios incompatibles en su calidad de mandatario. Pero, con todo el “prontuario” de Piñera (columnista Daniel Matamala en La Tercera), conocido desde los años 80, y aumentado durante los años sucesivos, es elegido y vuelto a elegir en la primera magistratura,  con votación bastante significativa. 

Lo importante pareció ser, para los chilenos de entonces, el exitismo a fuerza de lo que sea; como si nuestros compatriotas sufrieran, en masa, una malfunción del lóbulo frontal en su lado ventral, que se descifra en una incontinencia ante un estímulo (en este caso el dinero y el consumo) y una incapacidad de diferenciar cuándo ese dinero y ese consumo se gana legítimamente, es decir con el trabajo esforzado, y cuando se hace de manera fraudulenta, pues esa diferencia queda anulada en las personas que sufren de esa patología neuronal, pierden la capacidad de la discriminación ética y queda sólo la compulsión. 

Toda la derecha y parte de lo que lo son de manera circunstancial, es decir la clase media arribista, esa misma que nuestra poetisa Gabriela Mistral describiera tan duramente en el prólogo a un libro de Eduardo Frei Montalva, se encandilaron con los personajes que postulaban al poder en democracia, luego de haber participado en el banquete sangriento de la dictadura, con provecho económico pantagruélico y trasgresor de toda norma y toda tradición republicana. Es decir se enriquecieron con los recursos que pertenecían a todos los chilenos y luego lo siguieron haciendo metiendo groseramente, hamponilmente, las manos en los bolsillos de las familias pobres de Chile.  

Sin embargo los eligieron con jolgorio y aclamación; y estos hijos de las matanzas encarnizadas, se sintieron tocados por la mano divina, que tan benigna se ha presentado ante su destino histórico: el de ser hijos privilegiados de la Iglesia y el altísimo, a pesar de haber-como Caín- cruzado todas las fronteras de la moral, la decencia y el respeto debido a la Patria y al prójimo. 

El hombre común, ese hombre de a pie, que siempre fue sometido por la violencia y la ignorancia, fue resignándose a las migajas, a la publicidad y a la seducción de una publicidad perversamente engañosa; también a las repactaciones unilaterales y a los fraudes en las tarjetas y los créditos, sujetos a letra tan chica que sólo los “ejecutivos” la podían descifrar. 

De esta manera, el pueblo fue arrastrado a una “ilusión de consumo” expansivo, que no era más que comprometer sus ingresos futuros, engrillados a una deuda impagable; también la educación se ofreció como un pasaporte a la inserción ventajosa a la sociedad de los “mejores”.  

Las familias nuevamente se endeudan para instalar a sus críos en la primera generación de universitarios, pero esa resultó ser una nueva “ilusión” de superación, pues los puestos más encumbrados estaban reservados a los profesionales de siempre, ligados a las recomendaciones de familia y a quienes cursaran sus estudios en los institutos superiores que acreditan prestigio y tradición. El resto permanecerá en oficios subalternos y con deudas que comprometen seriamente el futuro personal y familiar. 

El 2006 y el 2011, los hijos de las familias postergadas, los nietos de todos esos chilenos castigados a sangre y fuego por una dictadura de civiles y militares, salen a las calles a demandar una educación igualitaria, suficiente en calidad y gratuita. Las élites autoritarias y las pseudo democráticas se burlaron, tomados de las manos, en el Congreso, celebrando un cambio que nunca fue y que nunca se intentó de manera sincera. 

Luego siguieron las protestas contra el sistema de AFP, acusado de ser un modelo hecho ex profeso para capitalizar, en beneficio de los empresarios y especuladores, el ahorro de los trabajadores del país, obteniendo de pasada, las empresas administradoras, utilidades realmente insultantes, sin riesgos ni control. Pero también fueron desatendidas dichas reclamaciones, tal como lo fueron las reformas laborales, los derechos de aguas, la tributación ferozmente regresiva, los derechos del consumidor, las tasas usureras en créditos y tarjetas comerciales y los amarres para los financiamientos bancarios. Las deudas del CADE y de DICOM. 

Cuando Bachelet, en su segundo gobierno, intentó ciertas correcciones en tributación, leyes laborales y educación, simplemente le bloquearon sus reformas dentro de su misma coalición, y el gobierno pasó sin pena ni gloria, hasta que el poder fue transferido generosamente a manos del señor Piñera, guaripola del desfile neoliberal de empresarios acoquinados en los negocios más turbios que Chile reconoce desde el fin de los poderes oligárquicos, es decir desde mediados del siglo XX. 

El gobierno segundo del cuestionado presidente de los empresarios, trató de recuperar las granjerías tributarias que Bachelet tímidamente había retocado en su abortada reforma económica; los ministros de hacienda, salud y de educación se rieron en su cara de la ciudadanía cuando esta pobre gente reclamó por los costos de los alimentos, lo deficiente de los servicios y el mal estado de los colegios (bingos, flores y madrugazos, fueron algunas de las bromas ministeriales de entonces). 

Hasta que el pueblo le devolvió las bromas y la violencia institucional del Estado con otra broma:   “No fueron treinta pesos, son treinta años”. Esta frase que estremeció al país, también recorrió el mundo, sirviendo  como el mejor medio para comprender la  revolución de octubre en Chile. El “oasis” estaba siendo incendiado por sus cuatro costados y el Presidente declara su “Guerra” que es desatendida por el Ejército, pero que deja a la policía (ya, francamente, en decadente corrupción) con la autorización del ejecutivo para cometer toda clase de violaciones a los derechos humanos y a los derechos democráticos. Hasta ahora mantiene miles de jóvenes de rehenes, acusados de crímenes que no puede probar, por tanto sin juicio, pero presos de otro destino inconfesable, violando toda norma procesal propia de un estado de derecho. 

Pero Polifemo, monstruo de un solo ojo, se encuentra habitando la caverna, donde retiene a los ciudadanos dispuestos a no dejarse devorar por el insaciable apetito del gigante. Esa incontinencia digestiva es la que está llevando al monstruo a ser apuntado al único ojo que le permite sobrevivir en el poder: los negocios que lo dejan “con fideicomiso ciego”, incompatible con su función de empresario de la política y empresario de sus consabidas trasgresiones a la ética democrática. Si le hieren en su unidimensional visión, entonces Polifemo yacerá desplomado en medio de su insalubre cueva y los democráticos griegos podrán recuperar su libertad y regresar a sus tierras, sin la amenaza de estas avernales creaturas.  La conquista de la libertad, exige sus violencias. Los monstruos deben ser derrumbados si no se desea vivir en la opresión, el miedo y la dolorosa resignación.  

(*) – Los Pandora Papers sacaron a la luz el contrato por el cual la familia del Presidente vendió a su íntimo amigo Carlos Alberto “Choclo” Délano su participación en la minera Dominga. La Fiscalía abrió una investigación por eventual cohecho, soborno y delito tributario. Pero esta no es la primera vez que Piñera se ve envuelto en temas de política y negocios.