Por Martin Poblete

En la tarde y noche del viernes 18 de octubre 2019, turbamultas violentas vociferantes atacaron estaciones del Metro de Santiago, causando considerables daños en sus instalaciones, obligaron a cerrar el sistema; otros grupos incendiaron buses, hubo considerable destrucción de señalética y  mobiliario público.  El barrio alrededor de la Plaza Baquedano sufrió también graves daños en la propiedad pública como privada. Las manifestaciones violentas en la RM tuvieron réplicas en otras regiones.

Estos sucesos desataron la imaginación de muchos observadores, los más delirantes hablaron  de «rebelión urbana»; otros, con algo de cautela, dijeron «agitación ciudadana», con el correr de las semanas se fue decantando la descripción de un «estallido social», esta idea empezó a ser ampliamente aceptada, ingresó al lenguaje político dándole peso semántico a la idea misma del 18 de octubre.

No faltaron quienes creyeron ver un alzamiento revolucionario, un nuevo asalto al Palacio de Invierno, una nueva revolución de octubre, el diputado Tellier por  Lenin, Lautaro Carmona por Grigory Zinoviev, el diputado Gutiérrez por Felix Dershinskii el sanguinario y siniestro jefe de la CHK, un comunista polaco de la personal confianza de Lenin;  nada de eso ocurrió.

Ocurri´en octubre de 2019.

El asalto al Metro dejó severamente dañado ese medio de transporte público, dos de las líneas sirviendo las comunas del sur de la RM quedaron fuera de servicio por varios meses, privando de movilización a quienes más la necesitaban; en el paroxismo de su rabia irracional, los grupos violentistas organizados perjudicaron sin consideraciones ni miramientos a gente de bajos niveles de ingresos.

De todas las fuerzas protagonistas de aquellos sucesos,  los anarquistas merecen párrafo aparte.

El anarquismo  nunca tuvo proyecto político social, siempre miró al Estado, a las instituciones de gobierno, como al enemigo por destruir sin ofrecer alternativa  viable.

La reacción al desarrollo de los acontecimientos ese 18 de octubre y al día siguiente fue vacilante y tardía, falló el gobierno en su totalidad, intentó reaccionar cuando el sistema de transporte público de la Región Metropolitana había sufrido daños que tomó largo tiempo y mucho dinero reparar, la declaración de estado de excepción se dictó cuando la destrucción de vecindarios y propiedades ya había tenido lugar; el Presidente Sebastián Piñera, como todos los políticos chilenos en sus más variados pelajes, enfrentado a la exigencia de recurrir a las Fuerzas Armadas terminó mirando por el espejo retrovisor.

Durante la Guerra Civil de España estuvieron, nominalmente, del lado de la República, pero siempre buscando materializar su demencial idea de una sociedad sin autoridad ni gobierno establecido, estuvieron cerca con su breve experimento en Barcelona; sin embargo, el enemigo era el Estado republcano español sus instituciones y sus líderes:  Azaña, Giral, Largo Caballero, Negrín.   Lo anterior no justifica su masacre a manos de las Brigadas Internacionales Comunistas al mando de comisarios políticos, algunos de los cuales fueron los más importantes dirigentes comunistas europeos  posteriores a la Segunda Guerra Mundial:  Luigi Longo, Palmiro Togliatti, Georges Marchais, George London, Josip Broz(Tito).   Muchos de los principales comandantes anarquistas de terreno terminaron sus días en el Gulag soviético, de los sobrevivientes se hizo cargo el General Franco.

En Latinoamérica, el más interesante brote anarquista en el Siglo XX tuvo lugar  en México a fines de la década de los 1930, liderado por el político y dirigente sindical Vicente Lombardo Toledano.  Hubo asomos en Argentina, bruscamente barridos de la escena por el sindicalismo peronista.   En nuestro país aparecen activos entre 1918 y 1924, inspirados por el anarquismo español vía Buenos Aires, reaparecieron en la década de 1950 dirigidos por un pintoresco líder Sergio Canut de Bon, fue un chispazo de corta vigencia.

Los anarquistas chilenos de hoy no tienen nada que ver con Canut de Bon, sus antecedentes están cerca de los españoles de la Guerra Civil, y de los seguidores del Príncipe Kropotkin en la Rusia zarista y Europa Oriental.

Y se repitió en octubre de 2021.

Nuestros actuales anarquistas rechazan el diálogo, tienen serias dificultades para manejar  sus frustraciones, sus odiosidades resultan en limitadas habilidades sociales, los anima su actitud permanente de ira, rabia.

Su enemigo es el Estado chileno, su institucionalidad, la democracia representativa, tienden a rechazar relaciones racionales con la sociedad en la cual viven, ante las dificultades reaccionan con violencia destructiva y total falta de consideración por otras personas.   Alrededor de los anarquistas, a veces junto con ellos, operó un grupo significativo de hombres jóvenes menores de treinta y cinco años de edad muy violento, algunos encapuchados otros con variados camuflajes infiltrados por criminales de diversas cataduras, estos grupos carecen de afiliaciones y militancias conocidas, actúan alentados por profundas inadecuaciones sociales y resentimientos; en un momento se pensó eran pocos, resultaron ser bastante más numerosos de lo inicialmente estimado, no sólo en la RM también en regiones.

Algunos historiadores han creído ver en los acontecimientos del 18 de octubre 2019 el comienzo de un proceso revolucionario, el cual todavía estaría latente, de modo particular en la candidatura presidencial de Gabriel Boric y en la mayoría de convencionales en la Constituyente.   Esto está por verse.    La manera como se recuerden los eventos de hace dos años será  indicativa de las tendencias aún presentes.