Por Walter Krohne
Una historia de 20 años y entre dos Presidentes: George W. Bush inicia la guerra en Afganistan y Joe Biden la termina
Tras 2.400 militares estadounidenses muertos, una inversión de un billón de dólares, Washington acaba con la guerra más larga de su historia (duró 20 años) sin haber logrado liquidar a la poderosa organización islamista Al Qaeda ni derrotar a los talibanes, que controlan desde hoy la capital de Kabul. Es decir, EE UU abandona el territorio afgano con las manos vacías y sin apenas nada que mostrar a sus ciudadanos más allá de la muerte del líder terrorista Osama Bin Laden hace ya una década.
El presidente Joe Biden es el cuarto jefe de la Casa Blanca que debe gestionar este conflicto y ha querido ser el último: no ha tratado de justificarlo con logros que no existen y reconoce que no se puede seguir esperando que las condiciones para la salida sean mejores.
«Gastamos más de un billón de dólares en 20 años, entrenamos y equipamos a más de 300.000 fuerzas afganas. Necesitan unirse. Tienen que luchar por sí mismos, por su nación», dijo Biden hace algunos días a periodistas en la Casa Blanca.
La retirada de las tropas de Estados Unidos en Afganistán ha significado un resurgimiento de los grupos talibanes, que este domingo ocuparon la capital Kabul y se hicieron de todo el poder político afgano.
¿Qué podría salir mal de la decisión de Joe Biden de retirar las tropas de combate estadounidenses de Afganistán justo el 11 de septiembre de 2021, exactamente 20 años después del ataque a las Torres Gemelas? ¿Mala decisión de Biden en política exterior?, se preguntan algunos analistas internacionales.
En los Estados Unidos de hoy en día, a menudo se tiene la sensación de que todos los caminos conducen al 11 de septiembre, el acontecimiento más determinante -y doloroso- desde Pearl Harbor, el sorpresivo ataque de los japoneses en el Pacífico, que acabaría llevando a Estados Unidos a la Segunda Guerra Mundial.
Y así fue como el 11 de septiembre condujo a la guerra más larga que haya protagonizado este país en la historia. El ataque a las Torres Gemelas, el avión que se estrelló contra el Pentágono y el que se estrelló en un campo de Pennsylvania desataron el nacionalismo estadounidense.
Los jóvenes -de hecho, personas de todas las edades- acudían a las unidades de reclutamiento para alistarse. Estados Unidos había sido atacado; estos patriotas querían luchar para defender el país, la “tierra de la libertad”, y vengarse de quienes quisieron hacerle daño al país más poderoso del mundo.
Según el Departamento de Defensa de Estados Unidos, el gasto militar total en Afganistán (desde octubre de 2001 hasta septiembre de 2019) alcanzó los 778.000 millones de dólares. Además, el Departamento de Estado, junto con la Agencia de EEUU para el Desarrollo Internacional (USAID) y otras agencias, gastaron 44 mil millones de dólares en proyectos de reconstrucción, de acuerdo con datos citados por la BBC.
Donald Trump, había acordado con los talibanes la retirada completa para el 1 de mayo de 2021, pero Biden decidió extender el plazo hasta la fecha simbólica del 20 aniversario de los atentados del 11 de septiembre, que fue el origen de este conflicto, pero no pudo, no le alcanzó ni el tiempo ni la ansiedad de los talibanes que llegaron antes a Kabul.
La caída del gobierno afgano estaba en los pronósticos de muchos analistas tras la salida de EE UU y del resto de tropas de la coalición internacional, pero pocos esperaban que el avance talibán fuera tan fulgurante: en pocas semanas consiguieron apoderarse del norte del país, controlar casi la mitad de todas las capitales de provincia y tomar el control de Kabul.
Afganistán fue invadido por las tropas estadounidenses en 2001 para capturar al líder de Al Qaeda, Osama bin Laden. Diez años después de lograrlo, en una operación militar especial en Pakistán (leer todo en los archivos de KRADIARIO), los militares siguieron otra década más luchando contra los talibanes.
Afganistán llegó a tener más de 100.000 tropas extranjeras en 2012 en esa lucha contra los talibanes y otros grupos terroristas. Aunque los insurgentes lograron fortalecerse día a día en numerosos territorios, el apoyo de las tropas internacionales ayudó al Gobierno de Kabul a mantener el control del país. Para eso fue clave el poder aéreo de las fuerzas estadounidenses, con el que el ejército afgano dejó de contar en las últimas semanas.
Las fuerzas afganas están debilitadas por la corrupción, el débil liderazgo, la ineficiente evacuación de los soldados muertos o heridos, así como la demora de pagos y suministros de alimentos y municiones.