Por Martín Poblete

Martín Poblete

En las primeras semanas de actividades de la Constituyente  no es posible todavía hablar de trabajo. Han estado marcadas por la lucha por la hegemonía entre los sectores mayoritarios y el intento de marginalizar a los treinta y siete convencionales elegidos en la lista de la coalición Chile Vamos.

Esto no era tan impredecible, había indicadores; sin embargo, la persistencia, a ratos contumacia, en empujar esa línea ya entra en el terreno del descriterio. La combinación de los convencionales identificados con variadas opciones de izquierda, debiera permitirles alcanzar claras mayorías para funcionar sin necesidad de operaciones excluyentes. Como siempre, hay oportunidades de corregir tendencias y aplicar criterio en las decisiones, la propuesta de ampliación de la Mesa de la Constituyente podría ofrecer esa oportunidad.

En días posteriores a las dos primarias del domingo recién pasado, la persona que funge de presidenta de la Constituyente felicitó al ganador y perdedor de una de esas primarias, pero omitió hacerlo con el ganador de la otra lista;  el mandato de la Constituyente y de quien la preside es presentar un proyecto de constitución política considerando aspiraciones e intereses de todos los ciudadanos, sus acciones y declaraciones deben ser coherentes con ese mandato, apartarse de lo fundamental del mandato al cual debe su cargo es un inmenso descriterio, como se lo han representado convencionales afectados.

Una representante de pueblos originarios, en momento de falta de criterio rematado en ridículo, decidió hablar durante una sesión de la Constituyente en una forma dialectal, mapundungún, usada por una minoría de los mestizos mapuches.

Obviamente, la casi totalidad de los convencionales no habla este dialecto, como tampoco lo hablan los ciudadanos. Esta lengua se encuentra más bien concentrada en departamentos de antropología en algunas universidades. Un poeta mestizo mapuche, Elicura Chihuailaf, ha escrito algunos de sus poemas en mapundungún, pero la mayor parte de su estimable obra está escrita en español. El tenor José Quilapi canta en sus conciertos algunas piezas en mapundungún, lo hace en los «encores» no en la parte sustantiva del programa.

Al descriterio, algunos convencionales agregan el ridículo de pedir intérpretes de las formas dialectales a fin de facilitar la expresión de representantes de pueblos originarios, esto es absolutamente tan absurdo como inútil, la Constituyente trabajará en español, sus documentos estarán escritos en español como también lo estará la propuesta sometida a plebiscito vinculante con voto obligatorio. La Constituyente no es una organización  internacional, agregar interpretación simultánea en varias formas dialectales aumentará el costo de operación y podría incidir en considerables demoras.

Por ahora más allá del descriterio y el ridículo, la mesa directiva de la Constituyente sigue negando acceso a cubrir sus procedimientos, a periodistas y reporteros de los variados medios de alcance nacional. En este punto se juega una cuestión importante en el juego de percepciones,  de mantenerse la negativa, los encargados de dirigir la Constituyente y los convencionales que los apoyan incurrirían en conductas peligrosamente cercanas a ideologías totalitarias.

Elisa Loncón y Jaime Bassa todavía están a tiempo de corregir; la próxima semana debiera traer definiciones en esta materia. La discusión, y el lenguaje empleado en tratar los temas de derechos humanos, merece nota separada.