Por Martín Poblete Pujol

Martín Poblete

El 31 de diciembre de 2017 cerró un año para el recuerdo en materia de transporte de pasajeros.  Efectivamente, en ese año los consumidores a escala global compraron ochenta y cinco millones de automóviles, en sus más variadas categorías; en toda probabilidad, esa cifra de vehículos con motor de combustión interna no será superada.

Los historiadores del futuro hablarán de un período de más de cien años entre la primera línea de montaje (Ford, Detroit 1906) y diciembre del 2017.  Los números bajaron el 2018 y 2019, cayeron en picada el 2020 al impulso de la pandemia del COVID 19, para productos con motores de combustión interna; en cambio, han subido sostenidamente las ventas de automóviles de propulsión eléctrica.

Cuando el financista sudafricano Elon Musk, el Henry Ford del Siglo XXI, decidió comprar la marca Tesla, de orígen húngaro, y registrarla en Estados Unidos, pocos tomaron en serio la idea. Sin embargo, en un caso clásico del desarrollo capitalista posterior a la Segunda Revolución Industrial, comprometiendo la suma de su fortuna personal en la empresa, Musk logró convencer a Wall Street y a la City de Londres de las bondades del producto y hoy es uno de los hombres más ricos del mundo.

Tesla es una empresa enfocada en el mercado de alto precio, su éxito atrajo la atención de otros participantes en esa enrarecida atmósfera; del Reino Unido, Aston Martin, Bentley, Jaguar/Range Rover, McLaren, y Rolls Royce; un poco más allá, en Europa continental, Mercedes-Benz y Porsche. Sin perjuicio del impacto logrado por esas exclusivas marcas, Ferrari anunció recién su intención de entrar al mercado de autos eléctricos,  las revoluciones industriales se hicieron cuando se alcanzaron niveles masivos de producción, como lo predijo en su tiempo Henry Ford, bajar los precios para que sus trabajadores fueran también sus clientes.

En enero del 2021, pleno invierno del medio oeste americano, en un salón corporativo de la ciudad de Detroit, William Clay Ford, Presidente del directorio y principal ejecutivo financiero de Ford Motor Co., anunció la producción para su venta en el año 2021 de una camioneta F-150 eléctrica, la F-150 Lightning, a un precio alrededor de cuarenta mil dólares, contextualmente caro para ese tipo de vehículos y SUVs, pero a mucha distancia de los de alto precio; y de un modelo del Mustang calculado para venderse entre veintiocho mil y treinta y cinco mil dólares según equipamiento.

Para el 2022 anunció autos en el rango de veinte mil dólares por unidad.   La entrada en el mercado de vehículos eléctricos de un participante con la musculatura financiera de Ford, obligará a entrar en escena a sus directos competidores, la División Chevrolet de General Motors, FIAT/Chrysler (Dodge RAM), Volkswagen, Daihatsu, Nissan, Suzuki, Toyota, Daewoo, Hyundai, Kia; además, forzará la reestructuración total de la industria automotriz en India y China.  En este marco de referencia, la mayoría de los vehículos vendidos en 2030 serán eléctricos, asimismo la mayoría de los vehículos circulando en el 2040 serán también eléctricos.

Este asunto no es exótico para nosotros en Chile. La producción de vehículos eléctricos a escala global, traerá un considerable aumento del consumo de cobre y litio, ambas materias primas las tenemos en abundancia, cuestión de saber posicionarnos como proveedores confiables, serios;  en el caso del litio, existe la oportunidad de fabricar las baterías en el país, salir del hábito extractivista de vender el mineral sin valor agregado, «occasio calvata», la ocasión la pintan calva decían los romanos.

Pero el moderismo eléctrico es aún mayor

Apenas unos meses después de que arrancase su construcción, la primera carretera en el mundo capaz de recargar los vehículos eléctricos por inducción ya ha sido sometida a una fase de pruebas, con un resultado exitoso que acerca el ambicioso proyecto a la realidad.

Con el objetivo de descarbonizar el sector transporte y aumentar la eficiencia energética reduciendo la capacidad de las baterías, y por ende su tamaño y peso, el denominado proyecto SmartRoad Gotland se ha convertido en el primer sistema inalámbrico de carreteras eléctricas (ERS). Está dirigido por ElectReon AB, una subsidiaria sueca de la compañía israelí ElectReon Wireless, y financiado por la Administración de Carreteras de Suecia.