Por Enrique Fernández

Los electores que el domingo votaron por la derechista Keiko Fujimori para que ocupara la presidencia de Perú, lo hicieron pensando en el mal menor frente a la amenaza del comunismo, atribuida a Pedro Castillo. Y aquellos que optaron por Castillo también lo consideraron el menor de los males para terminar con la corrupción representada por Fujimori.

La candidata de Fuerza Popular, que el pasado 25 de mayo cumplió 46 años, fue Primera Dama durante el gobierno de su padre, Alberto Fujimori (1990 – 2000). Cuando él renunció y huyó a Japón, buscó refugio en Chile de donde fue deportado a Perú para enfrentar acusaciones por crímenes de lesa humanidad que hasta hoy lo tienen en prisión. Su hija también enfrenta acusaciones por lavado de dinero y la Fiscalía pide para ella 30 años de cárcel. Aun así pudo postular a la presidencia en la primera vuelta de abril y en esta segunda vuelta del 6 de junio.

Pero Keiko era el mal menor para los grupos sociales urbanos de barrios limeños como Miraflores, Barranco o San Isidro. Incluso el escritor Mario Vargas Llosa, que fue candidato presidencial contra Alberto Fujimori hace 31 años, ahora respalda a su hija y se proclama un derechista liberal.

El candidato de Perú Libre, de 51 años, apareció en cambio desde las zonas campesinas donde ejerció como profesor de escuela. Castillo era una figura desconocida en la vida política peruana, hasta que encabezó una combativa huelga del magisterio en 2017. Para muchos votantes es el menor de los males, dentro de la compleja realidad de un país dividido entre la capital y las provincias, la riqueza y la pobreza. Pedro Castillo no pertenece a la sociedad de Lima. Sus raíces y sus demandas de justicia social provienen de Cajamarca, en el norte del Perú.

Por eso es una amenaza para los grupos acomodados que lo ven como un seguidor de Hugo Chávez y Fidel Castro. En un clima cargado de contra-propaganda, sus adversarios lo acusan en las redes sociales de querer confiscar teléfonos celulares, expropiar los fondos de pensiones y terminar con el modelo de libre mercado.

Es en este clima de tensiones, rumores y descalificaciones donde surge la opción del mal menor, cada vez más frecuente en nuestras democracias por la degradación de la política y los políticos. La elección de Donald Trump como Presidente de Estados Unidos, en noviembre de 2016, fue el triunfo del mal menor para los sectores más conservadores que desconfiaban de su oponente, la candidata demócrata Hilary Clinton. En Chile abundan los ejemplos, el más reciente de los cuales fue la elección de Sebastián Piñera en 2017, frente a un candidato sin consistencia ni peso político, como era Alejandro Guillier.

¿Volverán los electores a inclinarse por el mal menor durante la segunda vuelta del próximo domingo para designar gobernadores en 13 de las 16 regiones del país? ¿Votarán por el mejor candidato o por el menos malo?

En la Región Metropolitana, donde la derecha oficialista no logró imponer a su candidata Catalina Parot en la primera vuelta de los días 15 y 16 de mayo, sus seguidores ahora miran con simpatía al aspirante de la Democracia Cristiana Claudio Orrego, como futuro gobernador. Para la Alianza por Chile, el Partido Socialista, el radicalismo y el Partido por la Democracia, Orrego es el menos malo. El mayor de los males sería, según la derecha, elegir gobernadora a la treintañera Karina Oliva, apoyada por el Frente Amplio y el Partido Comunista.

Un sector de la izquierda quiso convertir en gobernador a Pablo Maltesse. Pero el representante del Partido Humanista llegó quinto en la elección de mayo, detrás de Orrego, Karina Oliva, Natalia Joignant y Catalina Parot. Sin embargo, ahora la abanderada del Frente Amplio tiene el apoyo de Maltese y es la mejor opción de la izquierda en esta segunda vuelta. Mejor opción o mal menor.

En julio, el domingo, 18 tendremos la elección primaria de candidatos presidenciales, donde la derecha llevará a cuatro representantes: Joaquín Lavín (UDI), Mario Desbordes (RN), Ignacio Briones (Evópoli) y Sebastián Sichel (Independiente). En la izquierda llegan a esta primaria Daniel Jadue (Partido Comunista) y Gabriel Boric (Frente Amplio).

Los partidos que conformaron la antigua Concertación (socialistas, radicales, Democracia Cristiana y Partido por la Democracia), no inscribieron candidatos para las primarias de julio, pero podrán llegar con un candidato o candidata a la elección presidencial del 21 de noviembre. Si en esos comicios no hay un ganador que reúna más del 50% de la votación, tendremos una segunda vuelta entre las dos primeras mayorías, el domingo 19 de diciembre.

Y ese día sabremos si triunfó el mejor o volvió a imponerse el mal menor como consecuencia de deterioro de la política y la necesidad de “repensar la democracia”, como escribió el analista chileno José Rodríguez Elizondo en el diario “La República” de Perú. Esa necesidad surge en medio de los cambios culturales que producen las redes sociales, la expansión del conocimiento, el feminismo, el cambio climático y la falta de austeridad de los políticos profesionales.

“Para el ciudadano de a pie, esto supone resistir la manipulación y la farandulización. Para los intelectuales, artistas, profesores, juristas, comunicadores y periodistas de raza, la tarea es más exigente: contribuir a renovar las bases orgánicas de la cultura democrática”, agregó el analista en la publicación peruana, dos semanas antes de la segunda vuelta presidencial.

Último resultado de la ONPE de la elección peruana, cuyo conteo no ha terminado

Pedro Castillo supera a Keiko Fujimori por 71.787 votos, al 99,795% de actas procesadas.

Según la última actualización, el candidato de Perú Libre obtiene un 50,206%, mientras que la lideresa de Fuerza Popular alcanza un 49,794%.