Por Martin Poblete Pujol

Martín Poblete
A fines de la semana recién pasada, la Escuadra Rusa del Mar Negro tuvo juegos de guerra naval usando munición viva, en aguas al sureste de la Península de Crimea. Participaron algunas fragatas del más reciente diseño, si bien no hubo barcos capitales. Dos destructores americanos entraron al Mar Negro, pero mantuvieron distancia de la zona de exclusión declarada por Rusia. En apariencia, no mucho de que preocuparse.
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Varios cientos de kilómetros al norte, en la
ocupado por fuerzas irregulares con apoyo financiero y logístico de Rusia, se preparan maniobras del ejército ruso con fuerzas, según información oficial, alcanzando los ochenta mil hombres, se incluyen blindados, artillería motorizada, y misiles hipersónicos de rango intermedio.
El ejército ucraniano ha dispuesto similares maniobras en su territorio a lo largo de la margen occidental del Dnieper, la disposición de soldados, blindados y artillería, igual a la de Rusia, menos los misiles.
La OTAN, es decir los Estados Unidos y sus aliados europeos occidentales, ha manifestado preocupación ante el anuncio de dichas maniobras, pero apoya la disposición de fuerzas ordenada por el gobierno de Ucrania; unidades americanas en Polonia han cruzado el Vístula; cinco aviones de combate Typhoon, de último diseño, de la Real Fuerza Aérea Británica han tomado posición en el vértice nororiental de Rumania.
La situación en esta región de la Europa oriental tiene todos los elementos de alto riesgo; un error de navegación llevando un avión de combate a espacio aéreo no autorizado, un general haciendo interpretación errónea de cambio de posiciones al otro lado del río; el uso de misiles de alta velocidad; pueden dejar escaso margen de tiempo a la diplomacia de gobiernos y cancillerías. El secretario general de Naciones Unidas, y el Papa Francisco han hecho llamados a la prudencia, evitar precipitar situaciones de complicado manejo posterior.
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¿….Y Tiempos de Paz?
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El Presidente Joe Biden anunció su decisión de poner término a la presencia militar de Estados Unidos en Afganistán en septiembre del presente año, postergando seis meses el anterior anuncio del Presidente Donald Trump. Iniciada en forma de invasión de represalia por el Presidente George W. Bush a propósito del atentado a las torres gemelas en Nueva York, continuada como guerra de ocupación por el Presidente Barack Obama, parcialmente descontinuada por Trump en su controversial mandato. Joe Biden cuenta con el apoyo de casi la totalidad de senadores y congresistas demócratas, además de un significativo número de republicanos; al otro lado de la trinchera, varios comentaristas encabezados por John Bolton en un artículo en el número vigente de Foreign Policy, alzan voces de alarma por supuestas desastrosas consecuencias de retirar las tropas americanas de ese complejo país.
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A comienzos del siglo pasado, Lord Curzon, legendario Virrey de India, se manifestó reticente a ocupar Afganistán; estudioso de la geografía, Curzon advirtió la configuración topográfica que hacía difícil tener comunicaciones expeditas, las rivalidades tribales y señores de la guerra que hacían imposible establecer control de ese territorio, a regañadientes envió un regimiento a Kabul. El tiempo dio la razón a Lord Curzon, el Imperio Británico nunca pudo controlar cabalmente Afganistán, bastante más adelante tampoco pudieron hacerlo la Unión Soviética en la era Brezhnev, ni recientemente Estados Unidos.
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Queda por verse como se sucederán los acontecimientos políticos en Afganistán, sin las fuerzas americanas en su territorio, cual será la dinámica entre elementos occidentalizados en las ciudades, grupos tribales muy conservadores; y el Talibán, fuerza militar musulmana clave en la resistencia a la ocupación soviética, de variable conducta respecto a los americanos.