Foto de Portada: Francisco firma en el libro de visitas de la catedral católica siria de Nuestra Señora de la Salvación, en Badgad

(Foto de El País de España).

Papa Francisco pidió este viernes el fin de la violencia y el extremismo al comenzar la primera visita papal a Irak, donde la comunidad cristiana se ha reducido después de años de guerra y persecución. El pontífice de 84 años desafió la pandemia mundial y las preocupaciones de seguridad después de una serie de ataques recientes en Irak para hacer su primer viaje al extranjero en más de un año. El viaje de cuatro días es visto como un mensaje de esperanza para los iraquíes cuyo país ha sido marcado por décadas de enemistades sectarias y terrorismo. «Que se ponga fin a los actos de violencia y extremismo, facciones e intolerancia», dijo el Papa en un discurso en el palacio presidencial en Bagdad. Hizo un llamado a los políticos iraquíes para garantizar la igualdad de derechos para todos los ciudadanos, así como para combatir la corrupción y el abuso del poder. «Que ningún ciudadano sea considerado ciudadano de segunda clase», dijo Francisco a los funcionarios y diplomáticos reunidos.

Por  Washington Uranga

El viaje internacional número treinta y tres de Francisco que lo llevará hasta Irak pocos días antes de celebrar el octavo aniversario de su pontificado cumple múltiples objetivos, todos ellos enmarcados en la estrategia político religiosa de la máxima autoridad del catolicismo. Con su visita al país árabe Jorge Bergoglio le da continuidad a uno de los propósitos reiteradamente explicitados desde que asumió su responsabilidad como pontífice: contribuir con su mensaje, su presencia y hasta su testimonio personal a promover la paz aún en las situaciones más conflictivas. Por eso Francisco decidió en este caso no atender las recomendaciones de muchos de sus asesores que le aconsejaron no viajar a Irak porque el periplo representa un grave riesgo para su propia seguridad personal.

El viaje ya había sufrido una postergación por la pandemia. Ahora, pese a las advertencias sobre los peligros que entraña, pesó por encima de todo la convicción del Papa de que su presencia es importante en esa zona del mundo para dar su testimonio a favor de la paz y el diálogo entre las religiones.

También la situación de las minorías cristianas permanentemente acosadas en Irak acrecentaron las motivaciones de Francisco para emprender esta nueva peregrinación, como él mismo la denomina. El Papa quiso de esta manera expresar su solidaridad y acompañamiento a los cristianos perseguidos en aquel país por grupos islámicos radicalizados. Si bien los yihadistas atacaron mayoritariamente a los musulmanes, para comprender la dimensión del problema cristiano es necesario anotar que antes de la invasión estadounidense en 2003, la comunidad cristiana estaba formada por 1,2 millones personas. De ese total actualmente solo quedan aproximadamente trescientos mil cristianos, y la mayoría de esas comunidades han sufrido desplazamientos internos hacia la región autónoma del Kurdistán.

A las consideraciones anteriores hay que sumar además que dentro de los objetivos estratégicos de su pontificado Francisco apunta con firmeza al acercamiento entre las grandes religiones monoteístas y, en particular a la aproximación con el islamismo, convencido como está de que en un mundo atravesado por conflictos entrelazados y concatenados, las comunidades religiosas mayoritarias tienen que actuar de manera mancomunada para colaborar a la paz universal.

Hace poco más de dos años el Papa fue de visita a los Emiratos Árabes Unidos y firmó allí con el Imán Al-Azhar un importante documento «Sobre la fraternidad humana para la paz mundial y la convivencia» donde ese propósito quedó plenamente de manifiesto.

Ahora, en el marco de la visita a Irak, el Papa se reunirá con la máxima autoridad chiíta, el gran ayatolá Alí al Sistani. En el mismo registro de la búsqueda de aproximación entre las grandes tradiciones religiosas históricas se inscribe la simbólica visita que Francisco hará ahora a la llanura de Ur, la tierra del profeta Abraham, padre de las tres religiones monoteístas.

Ampliando la mirada hacia el escenario mundial, no debería perderse de vista tampoco que el viaje de Francisco se produce poco tiempo después de la asunción de Joe Biden en la Casa Blanca, alguien con quien Bergoglio tiene mayor sintonía que con su antecesor. Francisco alimenta la esperanza de que la gestión del nuevo presidente estadounidense produzca cambios positivos en el conflictivo escenario mundial. Esto a pesar de que las señales que siguen llegando desde Washington no parecen modificar en mayor medida la política internacional belicista de los Estados Unidos.

Por ese motivo el mensaje a favor de la paz y en contra del belicismo como solución a las diferencias, también lleva como destino al principal habitante de la Casa Blanca.

Con su presencia en Irak el Papa quiere reforzar su advertencia sobre la gravedad de los conflictos que atraviesan a la humanidad y dar testimonio de su compromiso en favor de la paz, aún desoyendo las advertencias que alertan sobre el riesgo de su seguridad personal.

(*) Columnista de Página/12, Argentina

Arribo del Papa a Bagdad

El primer ministro iraquí Mustafa al-Kadhemi le da la bienvenida al Papa Francisco tras su arribo a Bagdad.

El papa Francisco aterrizó este viernes al mediodía en Bagdad, donde ha comenzado un viaje de tres días a través de seis ciudades. Una expedición arriesgada por la crisis sanitaria y de seguridad en la que se encuentra sumido el país, pero de enorme transcendencia política y espiritual. “Una obligación hacia una tierra martirizada desde hace años”, especificó ya a bordo del avión papal ante los periodistas. El pontífice, el primero que visita el país, busca acercarse a las minorías cristianas de Irak y, al mismo tiempo, tender puentes con el islam chií a través de uno de sus principales líderes: el gran ayatolá Ali Sistani. En el aeropuerto le esperaban el primer ministro del país, Mustafa al Kadhimi, y una delegación del Gobierno. Luego se trasladó al palacio presidencial a bordo de un turismo blindado —algo inusual en él—, donde le recibió el jefe de Estado, Barham Salih.

El Papa se ha encontrado un país confinado por la pandemia y sometido a extremas medidas de seguridad. La caravana del Pontífice recorrió calles desiertas con francotiradores apostados en los tejados de los edificios desvencijados de la capital iraquí. La población asistirá estos días a sus actos a través de las ventanas y de los televisores en sus casas. Excepto la misa para 10.000 personas que celebrará en un estadio de Erbil el domingo, el resto de apariciones serán a puerta cerrada y con un número reducido de participantes. Francisco, sin embargo, consideraba inaplazable el viaje para llevar a cabo su cuidada política de encuentro entre campanarios y minaretes. “En las últimas décadas, Irak ha sufrido los desastres de las guerras, el flagelo del terrorismo y conflictos sectarios basados a menudo en un fundamentalismo que no puede aceptar la pacífica convivencia de varios grupos étnicos y religiosos, de ideas y culturas diversas. Todo esto ha traído muerte, destrucción, ruinas todavía visibles”, recordó.