Por Alejandra Pataro
La belleza artificial de las dinastías del Golfo Pérsico, como una ilusión, se estrella contra el trato descarado a las mujeres. La violencia. La tortura. Y la violación a los derechos humanos.
La historia de las hijas del Emir de Dubai, Mohammed bin Rashid al-Maktoum, no es nueva. El diario Clarín cubrió en 2018 el espectacular escape y posterior recaptura de la princesa Latifa, que desde entonces está encerrada en algún lugar del reino, manejado por un padre todopoderoso, amigo de la realeza europea y tan amante del lujo como de la opresión, con sus haras de caballos impresionantes y sus refinadas propiedades aquí y allá.
Nuevos videos (viejos en realidad, son de 2019) de Latifa llegados a medios británicos en estos días, relatando su cautiverio en una “casa- cárcel”, con “dos policías afuera y dos policías adentro”, reviven el drama. Confirman que la joven al menos hasta hace un par de años estaba retenida, pero viva. Su hermana, Shamsa, también “recapturada” por el Emir cuando ésta planeaba en 2000 una vida lejos del emirato en el Reino Unido, es otro misterio. Vista por última vez (con el aspecto de “una zombie”) en 2019, hoy no se sabe nada más de ella.
Las princesas escapan y su padre las secuestra. ¿Por qué? ¿Guardan los secretos de un tirano?
“Conozco a estas personas, tienen todo el dinero, tienen todo el poder, creen que pueden hacer cualquier cosa.”
Esto escribió Shamsa a un abogado británico desde su confinamiento, rogándole ayuda.
En un video, posterior a su recaptura, Latifa reveló algo en la misma dirección. De su padre dijo:
“Matará a la gente para proteger su propia reputación … solo se preocupa por sí mismo y su ego.»
Latifa habla de “una tortura constante”, golpizas en medio de la noche, “sonidos para acosarme”.
El jeque ha negado todas las acusaciones de secuestro en su contra. En una declaración pública, dijo:
“Este caso se refiere a asuntos muy personales y privados relacionados con nuestros hijos.”
Este multimillonario extravagante, responsable de convertir a Dubai en una marca global y una meca del turismo internacional, es acusado por sus hijas de violencia familiar. Pero hay más. En 2006 fue acusado de haber alentado el secuestro y la esclavitud de cientos de niños a los que el reino empleaba como jockey en carrera de camellos. ¿Qué más hay?
Sin embaro no hay sanción. Por ahora. En el Golfo, los líderes pueden aplicar sus más retrogradas tradiciones medievales, sin que Occidente reprima prácticas o les prohíba la entrada y las inversiones. “Cuestión de intereses por sobre los derechos humanos”, escribe nuestra corresponsal en París, María Laura Avignolo.
Entonces, los cuentos de Las mil y una noches desde las alturas del Burj Khalifa son justamente eso: cuentos. Un espejismo en medio del desierto.
En la Casa Blanca de Joe Biden miran con atención. Y un cambio de rumbo también en esto no debería descartarse. La nueva administración acaba de sacar del cajón un informe de la CIA que Donald Trump había puesto en el freezer y que apunta directamente al corazón del poder de Arabia Saudita a la hora de buscar responsables por el asesinato del periodista Jamal Khashoggi (la Cía reveló en un informe que el príncipe heredero de Arabia Saudita Mohammed bin Salman aprobó el asesinato en 2018 del periodista Jamal Khashoggi en la sede del consulado saudi en Estambul).
Bin Salman ha negado siempre cualquier implicación. Impulsó el juicio contra los miembros del operativo y cinco fueron condenados a muerte aunque luego se conmutó la pena por cárcel. El informe de la CIA basa su conclusión en llamadas interceptadas al príncipe unos días antes y en las llamadas del equipo de asesinos a uno de los colaboradores del príncipe tras el crimen. Khashoggi fue asesinado y desmembrado con una sierra de huesos dentro del consulado saudí en la ciudad turca de Estambul. Ningún resto del cuerpo apareció. El presidente Biden anunció durante la campaña que si ganaba desclasificaría el informe, lo que ha ocurrido, algo que Donald Trump se había negado a hacer (en la foto derecha aparece el príncipe heredero saudi Bin Salman con el columnista del Washington Post que el mismo habría mandado a asesinar).
El cambio de posición del príncipe tras la llegada al poder de Biden en EE UU
El príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salmán, justamente este viernes, aprobó la operación para asesinar al periodista Jamal Khashoggi en 2018, como lo confirmó un informe redactado por los servicios de Inteligencia de EE.UU, como dijimos antes.
«Evaluamos que el príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salmán, aprobó la operación en Estambul, Turquía, para capturar o matar al periodista saudí Jamal Khashoggi», dice el documento, de dos páginas, publicado por la Oficina de la Directora de Inteligencia Nacional de EE.UU.
El informe agrega que esta evaluación se basa en el control por parte de Bin Salmán del proceso en la toma de decisiones en el reino, así como en la implicación directa de asesores y miembros de la seguridad del príncipe heredero en el asesinato, y en su apoyo al uso de medidas violentas para acallar a disidentes en el extranjero.
«Desde 2017, el príncipe heredero ha tenido un control absoluto de las organizaciones de seguridad y de Inteligencia del reino, lo que hace altamente improbable que funcionarios saudíes llevaran a cabo una operación de esta naturaleza sin la autorización del príncipe», subraya el texto.
Acto seguido, el informe incide en que durante la época en que el periodista fue asesinado Bin Salmán probablemente fomentó un ambiente en el que sus asistentes temían fracasar en los cometidos que se les encargaba, ante la posibilidad de ser despedidos o arrestados.
«Esto sugiere que es improbable que los ayudantes cuestionaran las órdenes de Mohamed bin Salmán o que emprendieran acciones delicadas sin su consentimiento», reza el texto.
Asimismo, añade que en el equipo que llegó a Estambul el 2 de octubre de 2018 para matar a Khashoggi había funcionarios que «trabajaban o estaban relacionados con el Centro Saudí para Estudios y Asuntos de los Medios de Comunicación (CSMARC, en inglés) en la Corte Real».
En aquella época, dicho centro estaba dirigido por Saud al Qahtani, que la Inteligencia estadounidense identifica comoun asesor cercano a Bin Salmán, quien en 2018 afirmó públicamente que nunca tomaba decisiones sin la aprobación del príncipe.
El escuadrón de asesinos también incluía a siete miembros del equipo de seguridad personal de Bin Salmán, conocido como Fuerza de Intervención Rápida, una rama de la Guardia Real saudí encargada de proteger al príncipe heredero y que únicamente responde a sus órdenes.
Khashoggi, de 59 años, residente en EE.UU. y colaborador del diario The Washington Post, era un gran crítico de la familia real saudí.
El 2 de octubre de 2018 entró en el consulado saudí en Estambul, del que nunca salió: fue asesinado por un grupo de personas, que mutilaron su cuerpo, que nunca ha sido recuperado.
En declaraciones a los periodistas este viernes antes de la publicación del informe, la portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, señaló: «Creo que hay una serie de acciones que están sobre la mesa», sin ofrecer más precisiones.
El presidente, Joe Biden, conversó este jueves telefónicamente con el rey saudí, Salmán bin Abdulaziz, antes de la difusión del documento este viernes.
En el comunicado sobre la llamada distribuido por la Casa Blanca no se hacía alusión alguna a Khashoggi, y en su lugar apuntaba que ambos hablaron «de los esfuerzos (…) para poner fin a la guerra en el Yemen», y que Biden reafirmó el «compromiso de EE.UU. en ayudar a Arabia Saudí a defender su territorio ante los ataques de grupos alineados con Irán».
En Arabia Saudí, ocho individuos fueron condenados por la muerte de Khashoggi y cinco de ellos fueron sentenciados a la pena capital. Más tarde esas sentencias fueron conmutadas por la pena de 20 años de prisión.