Diego Armando Maradona Franco, histórico jugador de la selección argentina y entrenador de Gimnasia y Esgrima de La Plata falleció a sus 60 años de edad tras sufrir un paro cardio respiratorio.
A diferencia del común de los mortales, Diego nunca pudo ocultar ninguno de los espejos.
Es el Cebollita que solo tenía un pantalón de corderoy y es el hombre de las camisas.
Efectos de su muerte en la política argentina
La muerte de Diego Maradona generó conmoción en la política. Tras conocerse la noticia del fallecimiento del futbolista, numerosos dirigentes transmitieron su pesar en las redes sociales.
Miembros del Gobierno, exfuncionarios y dirigentes de distintos partidos lo despidieron en Twitter y en los medios.
El presidente Alberto Fernández, dijo: «Nos llevaste a lo más alto del mundo. Nos hiciste inmensamente felices. Fuiste el más grande de todos. Gracias por haber existido, Diego. Te vamos a extrañar toda la vida».
La vicepresidenta Cristina Kirchner publicó un mensaje en Twitter. «Mucha tristeza… Mucha. Se fue un grande. Hasta siempre Diego, te queremos mucho. Enorme abrazo a sus familiares y seres queridos», dijo.
«Un día muy triste para todos los futboleros del mundo, especialmente los argentinos. Serán imborrables las enormes alegrías que Diego nos dio», tuiteó el expresidente Mauricio Macri.
El diputado nacional Mario Negri (Juntos por el Cambio – Córdoba) sostuvo: «Despido con enorme tristeza a Diego Armando #Maradona. Fue el deportista que más alegrías no supo dar a todos los argentinos. Lamentablemente se nos fue pronto».
Presidente Alberto Fernández
El presidente Alberto Fernández lamentó la muerte de Diego Maradona, a quien definió como un «hombre genuino» y «único», que «solo dio alegrías» al pueblo, y expresó su «eterna gratitud porque todo este tiempo no hizo más que acompañar y apoyar» al Gobierno. «Gracias por haber existido», escribió en su cuenta de Twitter.
«No creo que veamos otro jugador como Maradona. Fue un jugador excepcional. Solo nos dio alegría a los argentinos. Estamos en deuda con él. Lo mejor de Diego es que era un hombre genuino, eso irritaba a muchos», dijo el presidente en una entrevista con TyC Sport y agregó: «Fue un buen exponente de lo que el común de los argentinos somos: muy viscerales».
Nos llevaste a lo más alto del mundo. Nos hiciste inmensamente felices. Fuiste el más grande de todos.Gracias por haber existido, Diego. Te vamos a extrañar toda la vida, escribió el mandatario en su cuenta de twitter.
Fernández recordó: «Maradona estuvo acá antes de la pandemia. Estuvimos hablando un rato largo. Para los de Argentino Juniors, Diego es todo. Es una noticia horrible».»Cuando me dijeron que había muerto quería que fuera una fake news, que sea algo falso. Es una pena enorme», dijo el mandatario y agregó: «Si alguien merece el recuerdo de los argentinos».
Según Fernández le pidió a sus funcionarios que hablen con la familia del exjugador. «También hablé con el presidente de Argentino Juniors por si la familia quiere que lo velen en el estadio y me dijo que sí», contó Fernández.
«Diego, como todos nosotros, ha vivido como ha podido. A él le cargamos la mochila que tenía que ser el ejemplo de todos. Él fue un hombre que nos llenó de alegrías y trascendió», sumó el Presidente.
Luego defendió al ex10: «Diego será uno de esos personajes que nunca se mueren. Fue un personaje inmenso. ¿Qué argentino de bien le puede recriminar algo a Diego? ¿Con qué autoridad moral? Los seres humanos vivimos como podemos».
«Es imposible pensar que Maradona se ha ido, y no se va a ir porque va a estar en la memoria colectiva, va a ser una persona imborrable en la memoria argentina, en el fútbol no hay nadie como Maradona», dijo el mandatario que luego recordó cuando le dio un autógrafo en sus primeros años de carrera.
Y un día ocurrió. Un día lo inevitable sucedió. Es un cachetazo emocional y nacional. Un golpe que retumba en todas las latitudes. Un impacto mundial. Una noticia que marca una bisagra en la historia. La sentencia que varias veces se escribió pero había sido gambeteada por el destino ahora es parte de la triste realidad: murió Diego Armando Maradona.
El campeón del mundo con la Selección Argentina se descompensó en la mañana de este miércoles en la casa del barrio San Andrés, en el partido bonaerense de Tigre, donde vivía desde hacía algunos días luego de haber sido operado de la cabeza. El 30 de octubre había cumplido 60 años.
Villa Fiorito fue el punto de partida. Y desde allí, desde ese rincón postergado de la zona sur del Conurbano bonaerense se explican muchos de los condimentos que tuvo el combo con el que convivió Maradona. Una vida televisada desde aquel primer mensaje a cámara en un potrero en el que un nene decía soñar con jugar en la Selección. Un salto al vacío sin paracaídas. Una montaña rusa constante con subidas empinadas y caídas abruptas.
Nadie le dio a Diego las reglas del juego. Nadie le dio a su entorno (un concepto tan naturalizado como abstracto y cambiante a la lo largo de su vida) el manual de instrucciones. Nadie tuvo el joystick para poder manejar los destinos de un hombre que con los mismos pies que pisaba el barro alcanzó a tocar el cielo.
Quizá su mayor coherencia haya sido la de ser auténtico en sus contradicciones. La de no dejar de ser Maradona ni cuando ni siquiera él podía aguantarse. La de abrir su vida de par en par y en esa caja de sorpresas ir desnudando gran parte de la idiosincrasia argentina. Maradona es los dos espejos: aquel en el que resulta placentero mirarnos y el otro, el que nos avergüenza.
A diferencia del común de los mortales, Diego nunca pudo ocultar ninguno de los espejos.
Es el Cebollita que solo tenía un pantalón de corderoy y es el hombre de las camisas brillantes y la colección de relojes lujosos. Es el que le hace cuatro goles a un arquero que intenta desafiarlo y al mismo tiempo el entrenador que intenta chicanear a los alemanes y termina humillado. Es el que se va bañado de gloria del estadio Azteca y el que sale de la mano de una enfermera en Estados Unidos. Es el que arenga, el que agita, el que levanta, el que motiva. El que tomaba un avión desde cualquier punto del mundo para venir a jugar con la camiseta de la Selección. El del mechón rubio y el que estaciona el camión Scania en un country. Es el gordo que pasa el tiempo jugando al golf en Cuba y el flaco de La Noche del Diez. El que vuelve de la muerte en Punta del Este. Es el novio de Claudia y es también el hombre acusado de violencia de género. Es el adicto en constante lucha. El que canta un tango y baila cumbia. El que se planta ante la FIFA o le dice al Papa que venda el oro del Vaticano. El que fue reconociendo hijos como quien trata de emparchar agujeros de su vida. Un icono del neoliberalismo noventoso y el que se subió a un tren para ponerse cara a cara contra Bush y ser bandera del progresismo latinoamericano. Es cada tatuaje que tiene en su piel, el Che, Dalma, Gianinna, Fidel, Benja… Es el hombre que abraza a la Copa del Mundo, el que putea cuando los italianos insultan nuestro himno y el que le saca una sonrisa a los héroes de Malvinas con un partido digno de una ficción, una pieza de literatura, una obra de arte.
Porque si hubiera que elegir un solo partido sería ese. Porque no existió ni existirá un tramo de la vida más maradoneano que esos cuatro minutos que transcurrieron entre los dos goles que hizo el 22 de junio de 1986 contra los ingleses. El mejor resumen de su vida, de su estilo, de lo que fue capaz de crear. Pintó su obra cumbre en el mejor marco posible. Le dijo al mundo quién es Diego Armando Maradona. El tramposo y el mágico, el que es capaz de engañar a todos y sacar una mano pícara y el que enseguida se supera con la partitura de todos los tiempos.
Barrilete cósmico. Y la pelota no se mancha. Y las piernas cortadas. Y que la sigan chupando. Y la tortuga que se escapa. Y el jarrón en el departamento de Caballito, el rifle de aire comprimido contra la prensa, la Ferrari negra que descartó porque no tenía estéreo, la mafia napolitana y toda una ciudad que elige vivir en pausa, rendida a su Dios. Es el de las canciones, el los documentales a carne viva y las biografías siempre desactualizadas. El que levanta el teléfono y llama cuando menos lo esperás y más lo necesitás. El que jugó partidos a beneficio sin que nadie se enterara. El que pasa del amor al odio con Cyterszpiler, con Coppola o con Morla. El que siempre vuelve a sus orígenes y le presta más atención a los que menos tienen.