Por Rodolfo Manuel Vega

El asunto es que al parecer Donald Trump fue derrotado, porque hubo una movilización efectiva de parte de los opositores. Pero el trumpismo no ha sido derrotado. Sus votos no solo se mantienen, sino que subió levemente. Y los conservadores republicanos que representan y apoyan las políticas que Trump impulsó en su gobierno, tienen más votos que él. Trump perdió el gobierno, porque la gente que no quiere este tipo de gobierno, que es la mayoría, ahora sí salió a votar. Habitualmente no vota. Y no salieron todos a votar. Si todos lo hubiesen hecho, el trumpismo y los conservadores republicanos habrían perdido el Senado y no habrían ganado cuatro asientos en la Cámara de Representantes.

La tarea en EEUU desde ahora y siempre es derrotar a todo tipo de trumpismo. Y esto se hace respondiendo efectiva y eficazmente a las raíces de la inequidad de todo tipo, disminuyendo la brecha entre quiénes tienen más y los que tienen menos, y fortaleciendo la soberanía del pueblo en sus expresiones reales. Esto último en EEUU se expresa en que el derecho a voto sea respetado y los actos de supresión sean castigados severamente. En el mismo sentido, hay que suprimir el Colegio Electoral. 

Si el gobierno de Biden logra disminuir la inequidad, la impunidad y asegurar la expresión real de la soberanía popular, el trumpismo llegará a ser una insignificante minoría y Trump no será una pesadilla feroz en cuatro años más.

Veo esas tareas muy similares en Chile: 

1) Hacer realidad la expresión plena de la soberanía popular (plebiscito y referendum vinculantes, control evaluativo de cargos de representación —accountability—, poder constituyente directo y efectivo); 

2) Pagar la deuda social efectiva poniendo fin a las raíces de todo tipo de inequidad y de impunidad; 

3) Retomar el rol activo, directivo y participativo del Estado en la dirección del desarrollo nacional, donde se armonicen la gobernabilidad y la gobernanza. La gobernabilidad es el rol que cabe a la administración del Estado. La gobernanza es la participación directa y soberana del ciudadano en la generación, implementación y evaluación de las políticas públicas. Armonizando ambas, se hace efectiva la democracia.