El plan de Boris Johnson era casi perfecto: Salirse de la Unión Europea y firmar con Donald Trump un amplio tratado de cooperación y amistad y crear así un poderoso rival para la Europa comunitaria acercándose estrechamente al que es todavía considerado el estado más poderoso del mundo.

Así es la política y todo cambió abruptamente con la pandemia. La figura de Trump se ha debilitado y también la de Johnson.

Johnson se miraba al espejo por las mañanas y se veía con el maquillaje anaranjado típico del presidente estadounidense, imitaba sus gesticulaciones e incluso algunas de sus técnicas de manipulación de masas. Pero de repente ha empezado a alejarse de él. Sus consejeros le han dicho que probablemente Trump va a perder en noviembre, y mejor sería aproximarse a Joe Biden, como publica La Vanguardia de Barcelona.

El Reino Unido tiene una relación de extraordinaria dependencia de Estados Unidos, es como el hermano menor que, para sentirse alguien en el patio del colegio, se refugia en el mayor y en los coscorrones que pega a sus compañeros de clase si es necesario. Más aún después del Brexit, aunque haya un acuerdo en perspectiva para llegar a una ruptura civilizada. La relación comercial quedará disminuida, y para compensarlo Londres confiaba  en un gran pacto con Washington, agrega el comentario.

Trump ya había dejado en claro que no iba a regalar nada al Reino Unido e insistía en que el precio de un tratado comercial era la aceptación por los británicos de los laxos estándares norteamericanos en materia de alimentación y la compra de los pollos clorados y la carne enriquecida con hormonas que comen él y sus conciudadanos.

Johnson estaba preparando el terreno pero si  el 3 de noviembre gana el demócrata Joe Biden en vez de su amigo Trump, el panorama varía por completo, y el aparato de la diplomacia británica se prepara ya para cambiar de sintonía.

Johnson hasta llegó a imitar la agresividad de su amigo «íntimo» en América e imitó su desprecio por la pandemia de coronavirus, rehusándose a tomar medidas más enérgicas con resultados desastrosos registrando hasta este lunes 42.825 muertos (63,8 tasa de mortalidad) y 603.716. En la tabla mundial de coronavirus aparece como el quinto país del mundo más afectado.  Más abajo están algunos países de la UE como Italia, España, Francia, Bélgica y Alemania.  EE UU es el primer contagiado del mundo con 213.963 muertos (65,4% de mortalidad) y 7.704.909 casos.

Los ministros del Gobierno en Londres, según fuentes oficiales, han sido informados por los encuestadores de Downing Street de que las posibilidades de que Trump sea reelegido son, según sus informaciones, “muy escasas”, y que incluso es posible una victoria apabullante de Biden, y que los demócratas conquisten no solo la Casa Blanca sino también el Senado y la Cámara de Representantes, haciéndose de una tajada con todas las teclas del poder en el país, a excepción del Tribunal Supremo, de tinte conservador.

Trump apoyó explícitamente a Johnson en su ascenso al poder, no solo en la batalla contra el laborista Jeremy Corbyn en las elecciones del pasado diciembre, sino incluso antes, cuando era ministro de Asuntos Exteriores de Theresa May y fomentó un motín contra ella. En una visita oficial al Reino Unido, rompió el protocolo para ponerse del lado del golpista y proclamar a los cuatro vientos que “sería un magnífico líder con quien Washington se llevaría muy bien”.

Así como a Obama no le hacía ninguna gracia el Brexit y había dicho que pondría a Londres al final de la cola a la hora de firmar un acuerdo comercial, uno de los grandes objetivos de Trump ha sido intentar dividir y debilitar a la Unión Europea, contando para ello con la salida del Reino Unido. Y le ha prometido a Johnson un “gran tratado” que compensaría con creces los inconvenientes de abandonar en enero el club de los 28, abriendo mercados para los productos británicos del otro lado del Atlántico.

Ahora, Downing Street ve cada vez más y más probable (entre un 70% y un 85%) que habrá de lidiar con Biden y que los demócratas pondrán como condición el respeto sacrosanto a los acuerdos del Viernes Santo y del Brexit, e incluso antepondrán la amistad con Irlanda (que tiene un lobby fuerte en Washington) a la amistad con Londres. Y no le hace la más mínima gracia.

La diplomacia británica no va a esperar al 4 de noviembre para mover ficha por la cuenta que le trae. El ministro de Asuntos Exteriores y euroescéptico feroz, Dominic Raab, ha empezado a tender extraoficialmente puentes con la campaña de Biden y con la speaker demócrata de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi. También ha mantenido conversaciones con el senador por Delaware Chris Coons, considerado muy próximo al candidato a la presidencia, y con el congresista Richard Neal, representante por Massachussetts. Por su parte, la embajadora del Reino Unido en Washington, Karen Pierce, está tendiendo puentes con el equipo de Biden, y algunos de sus consejeros de política exterior, como Jake Sullivan y Tony Blinken, son invitados frecuentes a la legación británica en el distrito federal. El mensaje es que hay que impedir que el Brexit y la situación en Irlanda del Norte (que quedará sometida a las regulaciones de la UE en materia de tarifas y aranceles) impidan un acuerdo comercial. Mientras, Johnson mantiene las apariencias y ha llamado a Trump para desearle que se mejore y que gane las elecciones.

Fuente: La Vanguardia de Barcelona y aportes de Kradiario