Por Walter Krohne

La situación política, económica y social en Chile es difícil y preocupante. Sin querer alarmar a nadie, lamentablemente estamos todos poniendo en riesgo lo que fue el difícil retorno a la democracia en 1990  tras 17 años de una dictadura cobarde y sangrienta. El escenario hoy se parece mucho a la polarización de los chilenos que se registraba en los últimos años de democracia que vivimos a comienzos de los años setenta. Justamente la  polarización de entonces y actual,  como también  el actuar irrespetuoso de grupos violentistas y otros delincuentes es una nueva señal de que nuestro sistema democrático está pasando por momentos peligrosos.

Y en este estado de cosas (situaciones y culpabilidades) entramos todos los chilenos, todos vamos en el mismo barco aunque en cabinas de diferentes clases. Aquí una lista de los temas y problemas:

– El gobierno con sus debilidades y demoras sigue buscando soluciones a distintos problemas graves, como la reforma de las pensiones, que son claves para seguir avanzando en temas postergados por años, pero no lo consigue.

– El Congreso es inoperante y no ayuda en nada a la estabilidad porque más parece un circo que una tribuna de pensamientos serios e ideas objetivas y útiles de corto y largo plazo (como ocurría antes de la dictadura militar especialmente bajo los gobiernos de Jorge Alessandri Rodríguez, Eduardo Frei Montalva y Salvador Allende Gossens. El cobre “extranjero” fue nacionalizado por todos los parlamentarios de izquierda y derecha, mirando solamente al futuro de Chile). Esto ocurrió el 11 de julio de 1971 cuando  el Congreso Nacional votó por unanimidad la reforma a la Constitución Política de 1925 -Artículo Nº10-, que permitió la nacionalización de la gran minería del cobre para que el Estado chileno, se convirtiera en propietario absoluto de las riquezas naturales existentes en el país, aunque posteriormente la dictadura de Pinochet nuevamente permitiera la explotación del cobre por empresas extranjeras.

– Hoy tenemos parlamentarios que buscan el caos y quieren hacer caer, con nombre y apellido a Sebastián Piñera (porque lo rechazan como persona, financista y político), y utlizan y abusan sin tino de las acusaciones constitucionales o presentan proyectos que son perjudiciales para muchos chilenos sólo para contradecirle al Gobierno, como los de los retiros del 10 por ciento de las AFP). El objetivo parecería ser obligar al Presidente a renunciar para poder sacar “buenos frutos políticos” del gran  caos que se produciría en Chile.

-La delincuencia hoy está desatada y parece que cuenta con vía libre o “salvoconducto” para sus acciones. El narcotráfico extiende su reguero de “polvito blanco” por todo el país de norte a sur y que gracias a la PDI no ha podido entrar casa por casa en la Región Metropolitana o en el Bío Bío, ni tampoco en otras grandes ciudades, como Valdivia o Punta Arenas.

– La Fiscalía que actúa política o ideológicamente, a veces,  no resuelve casos sino más bien los complica, como el del joven caído o lanzado al río Mapocho (puente Pío Nono), situación que aún no se puede aclarar bien lo que realmente ocurrió ni siquiera con los videos que circulan en las redes.

– El Poder Judicial que ya casi no existe en Chile con decisiones de jueces que terminan dejando en libertad o condenados a penas muy bajas a muchos delincuentes de peso y asesinos (como ha sido el caso Ámbar  de Villa Alemana, sólo como ejemplo);

– Empresarios inescrupulosos que se liberan de miles de millones de dólares en pago de multas por su influencia y manejos del poder por la vía de las coimas y su pasado, pero también hay gente de la clase media que se aprovecha, como ha sido el cobro indebido de un bono por parte de 437.000 personas.

– Los carabineros que ya no les da el ancho y la crisis frente a los derechos humanos que los tiene arrinconados es permanente y más encima con la ayuda desde el exterior de parte de una ex presidenta;

 – Los manifestantes que “no son tocados” por los acuerdos internacionales de los derechos humanos porque “aparecen sólo como víctimas”, pero ellos, sin embargo, atacan abiertamente a los carabineros y no les sale  ni por “curados” o incendian buses y casas o saquean supermercados (lo que en países más desarrollados las penas por estos delitos llegan a varios años de cárcel). 

– La falta de un servicio de inteligencia efectivo y útil para el Estado y la democracia, a lo cual se oponen muchos parlamentarios de izquierda, impide conocer quienes o qué entidades están detrás de las manifestaciones callejeras, la mayoría violentas que ahora rebrotan a un año del estallido social y vuelven los destrozos graves y masivos como fue un grupo de encapuchados que incendió hace algunos días en Santiago un flamante bus eléctrico del Servicio RED de Santiago. Cada uno de estos buses tiene un costo para Chile de 500.000 dólares (unos 400 millones de pesos). Ya la reparación de 78 estaciones del metro de Santiago costaron 400.000 millones de dólares.

Igualmente con la Araucanía…¿cómo el Estado no puede intervenir con fuerzas especiales o militares, por último, para detener a los “supuestos terroristas” que allí operan?

Carabineros de Chile está por los suelos: sobrepasado,  sin respeto de nadie, con un nivel de evaluación increíblemente bajo, casi sin generales con experiencia de mando y con una tropa que obliga a sus jefes a sacrificar a un  carabineros de 22 años (Sebastián Zamora) en el caso del puente Pío Nono en Santiago. Después de este hecho ¿qué joven chileno va a querer ingresar al Cuerpo de Carabineros de Chile? ¿para qué, para terminar como Zamora sin trabajo y en la cárcel?

Y ahora nos queda todavía los temas Jaime Mañalich (ex ministro de salud)  y el de la Constitución:

El primero es un personaje que por su carácter duro y escasa simpatía, quizá, especialmente entre quienes trabajan cerca suyo tiene evidentemente enemigos.  Como ministro, frente a la pandemia,  hizo lo mejor que pudo  y no creo que haya tenido una mentalidad destinada a perjudicar al país o a los chilenos como dicen algunos sectores interesados y también medios de comunicación que  quieren incrementar su audiencia. Hay muchos colegas que quieren lucirse con  la difusión de hechos no debidamente comprobados o a través de una o dos declaraciones que quizá podrían ser versiones falseadas. Vuelvo a repetir que el problema aquí es político y va directamente en contra de Sebastián Piñera, y en este caso Mañalich es su amigo.

El segundo es el de la nueva Constitución que es el resultado de una mala imagen y con razón, que ha quedado de la dictadura de Pinochet. Nada será bueno si no se extirpa “la marca” de Pinochet en la política y en la historia chilena.  Este podría ser el motivo central para cambiar la Carta Magna por tener olor a Pinochet (aunque de este olor ya le queda poco después de tantas reformas, especialmente las realizadas por el Presidente Ricardo Lagos Escobar). Creo que hay que olvidar el pasado o no utilizarlo para impedir nuestro progreso hacia el futuro. Las reformas más importantes del Estado, en lo social, económico, sanitario, educacional y habitacional, se hacen con leyes políticas que deben ser aprobadas en el Congreso Nacional.

Ojalá que todo esto resulte como piensan los más positivistas y surja una nueva Carta Fundamental, pero creo que en cuanto a efectividad no va a ser lo que espera mucha gente que cree que una nueva Constitución va a resolver todos los problemas que tiene el Chile de hoy. En todo caso, si nos mantenemos con vida dos o tres años más, porque nadie sabe, podremos ver todavía si la idea funcionó o será, de lo contrario, el inicio de una nueva etapa de frustraciones y desigualdades sociales y económicas, lo que sería la continuación de la actual crisis, pero aumentada al doble.

Escribo todo esto con la única idea de ayudar a Chile a salir del precipicio en el que se encuentra hoy.