Por Walter Krohne
Como leemos en la última encuesta Cadem, el 42 por ciento de los consultados define el modelo político-económico actual de Chile como neoliberal y el 40 por ciento piensa que es socialdemócrata, lo que ha significado toda una confusión entre dos sistemas políticos democráticos pero con diferencias. Y en esto han influido las recientes opiniones de algunos políticos de derecha que, al ver las incapacidades del capitalismo puro para resolver los problemas sociales, se orientan ahora por una mezcla de neoliberalismo y socialdemocracia, como es el caso de Joaquín Lavín, quien, a pesar de marcar por ahora en dicha encuesta un 19 por ciento de posibilidades de llegar a ser el próximo Presidente de Chile, insiste en que podrá orientar a Chile con un gobierno de unidad nacional ¿demagogia o realidad?.
Cadem consultó también por los modelos de países que quisieramos tener con el siguiente resultado: 28% le gustaría que Chile se pareciera a Nueva Zelanda, 17% a Suecia, 13% a Australia y 12% a Estados Unidos, 5% a España, 3% Francia, 2% China y 2% a Cuba.
Sin embargo, por primera vez se produce un triple empate en intención de voto espontáneo, entre el alcalde de Las Condes Joaquín Lavín, el alcalde de Recoleta Daniel Jadue y la alcaldesa de Providencia Evelyn Matthei, con un 7% cada uno. Esto significa un llamado potente a los partidos políticos que desde hace tiempo ya no tienen líderes políticos confiables como era antes. Las miradas están dirigidas ahora a los alcaldes más destacados en su labor edilicia. La falta de líderes es uno de los problemas más graves que tiene la democracia chilena. Antiguamente todos los partidos políticos tenían “juventudes” donde se iban formando a los futuros gobernantes de Chile. Desde allí salieron la mayoría de los presidentes de los partidos demócratas en las eras radical, liberal, conservadora, y socialista.
Hoy sin embargo, cada “animal político” se las arregla como puede sin aprendizaje, sin becas en el extranjero para estudiar ciencias políticas, economía política o sociología. Hoy no tienen nada de nada. Cada uno sube como puede a la cúspide, si es que llega. Esto nos lleva a la mediocridad con un país políticamente complicado, con diputadas bailando (como Pamela Jiles) en la sala de la Cámara u otros cantando o diciendo barbaridades (como Florcita Motuda), especialmente cuando logran algún triunfo (no avance para Chile) como fue el apruebo al retiro del 10% de los fondos de las Afp, y, en general esto contribuye, y en esto entran también varios diputados del Frente Amplio, a que tengamos un Congreso Nacional «tan pichiruchi» (como se dice en mapundungún), de un bajo nivel tanto intelectual como social y sobre todo sin buenos proyectos para poder sacar al país del estancamiento en el que estamos. Todo lo que hace o dice el gobierno es malo mientras la gente sufre porque los proyectos de emergencia o el de la reforma previsional siguen empantanados en el Parlamento y los jubilados del IPS siguen muertos de hambre y con una vida indigna.
Hoy la gente cree que todo se va a resolver en Chile con la nueva Constitución y la verdad es que tal milagro no existe. Las constituciones contienen los valores fundamentales de la nación, el Estado y los deberes y derechos de sus connacionales y punto, pero los verdaderos problemas que tenemos los chilenos, como salud, educación, delincuencia, ingreso mínimo, vivienda, desempleo y beneficios sociales, deben mejorarse o modificarse a través de buenas leyes políticas en el Congreso Nacional, no en el congreso constitucional. Es cierto que en estos momentos de grave crisis, una Constitución nueva ayuda sicológicamente a pensar que el país puede llegar a ser con el tiempo uno mejor, aunque las frustraciones vengan después. El proceso durará en conjunto unos tres años en el cual, además de las franjas electorales y publicidad por el Si o por el No para el plebiscisto del próximo 25 de octubre y la elección de los integrantes del órgano constitucional, habrá largos debates y discusiones, a veces inútiles y aburridas en la televisión y en los medios en general. En todo este período tendremos que tener la paciencia suficiente para soportar atrocidades y declaraciones políticas que puedan golpear o cambiar nuestros estados de ánimos. Pero así es la política y así es la democracia.
El otro gran problema es dar cumplimiento a la promesa que la nueva Constitución la va a escribir el chileno del pueblo (señalándose al trabajador, a la clase media, a las mujeres) lo que no es tan efectivo si es cierto que la batuta la llevarán los actuales partidos políticos y casi no habrá cabida para independientes.
El ex candidato presidencial, senador Alejandro Guillier, dijo anoche en un programa de televisión “Pauta Libre” que la nueva Constitución que se va a comenzar a escribir no se ha logrado por una demanda ciudadana, como se ha dicho, sino que fue un acuerdo urgente y de última hora planteado por un grupo de congresistas, entre ellos Mario Desbordes, ex presidente de RN y que hoy es ministro de Defensa Nacional, con el objetivo principal de «salvar al Presidente Sebastian Piñera y también a los congresistas” de una crisis política mucho mayor de la que se vivía en ese momento el 15 de noviembre. Tras avances en las negociaciones entre los partidos políticos durante el 14 de noviembre, hasta la madrugada del 15 de noviembre se logra llevar a cabo el Acuerdo por la paz y la Nueva Constitución.
Este acuerdo se caracterizó por ser transversal e incluir a sectores de diversos espectros políticos. Entre los partidos firmantes se encontraba la UDI, RN, EVOPOLI, DC, PPD, PRSD, PS, RD y Comunes. Además, firmó a título personal Gabriel Boric, diputado de Convergencia Social. Los partidos que no firmaron este acuerdo corresponden al PC, Partido Humanista, Convergencia Social, PRO, FRSV, Igualdad, Izquierda Libertaria y Wallmapuwen. El PC se restó de participar, apuntando a una «supuesta trampa» en los 2/3 de quorum (cada acuerdo en el órgano constitucional debe ser aprobado por 2/3 de los votos), además de darle la espalda a los movimientos sociales y a la ciudadanía.
Al parecer, gracias a esta maniobra y gestión el Presidente Piñera que en noviembre estaba por los suelos en las encuestas ha logrado recuperar terreno y esta semana en la tercera de septiembre, tiene un 21% de aprobación, aunque tiene también un 68% de desaprobación, pero a su vez 45% aprueba la gestión del gobierno en relación a la crisis del Covid-19 y el equipo de Salud lidera en imagen positiva del gabinete con Paris (68%), Daza (62%) y Zúñiga (61%).