Por Walter Krohne
El último fin de semana escuchamos hablar de una Convergencia Democrática, camino indicado por tres líderes políticos de la ex Concertación de Partidos por la Democracia, Felipe Harboe, Andrés Velasco e Ignacio Walker; y esta semana hemos conocido otro “conglomerado denominado “Convergencia Progresista” que fue dado a conocer por Carlos Maldonado (PR), Alvaro Elizalde (PS) y Heraldo Muñoz (PPD).
Estos últimos políticos y presidentes de sus respectivos partidos dieron a conocer un documento con su estrategia política ante las cercanía de un pesado calendario electoral que terminará con la presidencial el 21 de noviembre de 2021.
El texto ya firmado, sellado y todo lo demás insiste en que el acuerdo no es una coalición política sino más bien un espacio de coordinación, aunque a los tres les preocupa fuertemente los comicios municipales y de gobernadores regionales ya cercanos.
“No somos una coalición política, pero sí aspiramos a contribuir en el mediano plazo a la formación de una coalición amplia, o –al menos– a la materialización de amplios acuerdos programáticos y electorales; primero, frente al desafío de fortalecer los gobiernos locales e impulsar la descentralización, con la elección de Gobernadores Regionales, y luego alcanzar un gobierno y una mayoría parlamentaria con un programa que esté centrado en los desafíos pendientes de Chile y en el mejoramiento sistemático de la calidad de vida de las chilenas y chilenos”, señala el documento difundido por Radio Cooperativa.
Si bien desde el trinomio PS-PPD-PR dijeron sentirse “orgullosos de lo realizado durante el ciclo de 30 años desde el triunfo del NO sobre la dictadura”, expresaron igualmente una mirada autocrítica “respecto a lo que no se pudo lograr”, aunque dicha aspiración fue relativizada en el mismo documento. “Ahora corresponde visualizar una agenda ambiciosa, pero –a la vez– concreta y viable”, señalaron los presidentes de las tres colectividades.
Igualmente aspiran a impulsar o trabajar directamente en la redacción de una nueva Constitución para Chile que sea “gestada democráticamente”, proceso que, si embargo, no tendrá a independientes o representantes del pueblo-pueblo, como se dijo, porque resultará imposible que alguien que no pertenezca a algún partido pueda tener el honor de ser elegido como integrante de la Asamblea (por carencias del sistema). ¿Entonces? Otra vez serán los partidos o los mismos de siempre los que escriban la nueva Carta Magna chilena.
Para ciertos analistas políticos, todo esto está recién comenzando, igual como ya ha comenzado varias veces en la historia política chilena. Sin embargo, esta vez los problemas son mucho mayores y complejos como por ejemplo la transformación del sistema previsional, que hasta este minuto nada se ha hecho por los pobres jubilados del IPS que andan muertos de hambre especialmente después de la pandemia.
Este es justamente un tema complicado para los futuros acercamientos de los ex Nueva Mayoría con otras fuerzas de oposición. Así al menos lo han hecho saber en Revolución Democrática (Frente Amplio).
El presidente de RD, Rodrigo Echecopar, dijo a El Mercurio que su partido trabajará “con quienes quieran terminar con las AFP y sus pensiones de miseria y con quienes se atrevan a hacerse cargo de la seguridad de manera seria y no populista”.
En tanto, el senador Juan Ignacio Latorre, también de RD, sostuvo que “Convergencia Progresista se ubica en el centro político, algo así como una social democracia liberal. En el Frente Amplio existe la convicción por la superación del neoliberalismo en Chile que la misma Concertación ayudó a administrar y profundizar”.
En todo caso los más derechistas o centristas del “progresismo democrático” han propuesto indirectamente, al cumplirse 30 años de la recuperación de la democracia en Chile, “de renovar nuestro pacto político y social, y también de generar nuevas alternativas políticas. El proceso constituyente en marcha debe ser el marco para una Convergencia Democrática entendida como el punto de encuentro entre socialdemocracia, socialcristianismo y social liberalismo”, escribieron en un artículo publicado en El Mercurio, también el último fin de semana, Felipe Harboe, Andrés Velasco e Ignacio Walker.
“No dudamos en considerar los 20 años de la Concertación como los mejores del último siglo. Los derechos humanos como el fundamento ético de la transición, la democracia de los acuerdos básicos y la opción de crecimiento con equidad, entendida como la búsqueda de alternativas al neoliberalismo y el neopopulismo, fueron los pilares de la experiencia de la Concertación”. agregan los tres líderes (veteranos pero líderes al fin) en el escrito conjunto (leer el artículo en Kradiario esta semana). Los tres se lamentan además de que “no fuimos (como concertación) capaces de legar un cuerpo de ideas y un elenco de nuevos liderazgos que la trascendiera”.
El marco de una convergencia entre todas las fuerzas que representan a la socialdemocracia, el social liberalismo y el socialcristianismo debe estar dado por el Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución del 15 de noviembre de 2019 y las fuerzas políticas y sociales a favor del Apruebo. Valoramos los esfuerzos en tal sentido al interior de un sector de la centroderecha democrática y liberal.., concluyen los “viejos cracks”.
En todo caso en los dos conglomerados que hemos querido presentarles no están ni lo que va quedando de la Democracia Cristiana ni tampoco los comunistas ¿bueno o malo?, estará por verse.