
¿Desde una hoja en blanco la nueva Constitución? Claro que sí, porque se trata precisamente de eso: de una nueva Constitución.
¿Desde cero? Ni por asomo, puesto que Chile no es un país que fue fundado ayer por un grupo de sublevados y que carece de toda historia y doctrina en materia constitucional. Por el contrario, tenemos una historia constitucional de más de 200 años y una extensa y rica doctrina interna sobre la materia. Tuvimos igualmente, hace apenas cuatro años, un proceso constitucional cuyo resultado fue un proyecto que llegó tarde al Congreso Nacional, pero que está allí, al alcance de la mano. Hay también a la mano la experiencia de constituciones recientes de varios países, una doctrina constitucional fruto del trabajo de expertos de muchísimas nacionalidades, y, volviendo a Chile, el aporte que desde hace algunos años vienen haciendo distintas fundaciones, centros de estudios y departamentos académicos acerca de cuáles podrían ser los contenidos de una nueva Constitución.
Entonces, desde cero no. Se constituye ahora un grupo transversal de destacados académicos con formación teórica en el tema, y en algunos casos también con experiencia práctica, que van a trabajar en los posibles contenidos de la nueva Constitución. No se pondrán de acuerdo en todo, desde luego, pero el fruto de su trabajo será otro valioso material para la futura Comisión que se encargará de redactar la nueva Constitución. Una Comisión que seguro recorrerá el país para escuchar al mayor número de voces y organizaciones posibles.
Por supuesto que todos esos antecedentes no pretenden reemplazar a la futura Comisión ni a la soberanía popular que se expresará en el plebiscito ratificatorio que habrá después de ella. Solo aspiran a colaborar con el trabajo futuro que nos espera, en vez de sentarse a pensar en los peligros del proceso ya iniciado, asustarse por ellos, entrar en pánico, y pronosticar, como tantas veces erróneamente, que el país va derecho al abismo.
¿Hoja en blanco? Por supuesto. ¿Desde cero? En ningún caso.