Por Enrique Fernández

 

Enrique Fernández

¿Qué le sucede al Presidente de la República, que cualquiera se arroga el derecho a

faltarle el respeto?

¿Qué le sucede al Presidente de la República, que cualquiera se arroga el derecho a faltarle el respeto? Los partidos de gobierno ya no le obedecen y se sienten “desafectados”. La oposición observa y algunos de sus miembros ponen en duda la salud mental del mandatario o entablan querellas en su contra.

En una de sus últimas actuaciones fallidas, el domingo, el presidente Sebastián Piñera dejó esperando a sus partidarios, que lo aguardaban en el Parque O’Higgins para lanzar oficialmente la segunda etapa de la entrega de cajas con “Alimentos para Chile”. No sólo los dejó esperando a ellos sino a los bulliciosos vecinos del lugar, reunidos en un coro de sonoras cacerolas para protestar contra su gobierno.

El ex ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, entrevistado por El Mercurio, advierte que «hay desgobierno, falta de liderazgo político, ausencia de juicio técnico y de responsabilidad política muy grande». A modo de ejemplo, pero sin mencionar al presidente, dice que existen “indisciplinas” que serían evitables. Hubo indisciplina por cierto en las bancadas oficialistas, cuando 13 diputados de la alianza Chile Vamos votaron en favor del proyecto de ley que el gobierno rechaza, para que los cotizantes en las Administradoras de Fondos Previsionales (AFPs) puedan retirar el 10% de sus cotizaciones.

Desde este punto de vista también infringe la disciplina y las formas el presidente, cuando rompe el protocolo en el funeral del obispo Bernardino Piñera, o cuando sale a comprar una botella de vino en plena cuarentena, o cuando acude a disfrutar de una pizza junto a su nieto, el 18 de octubre en medio del mayor estallido social registrado en el país en los últimos 30 años.

Otras formalidades que los actores políticos no respetan es el correcto uso de las palabras:

«Hablar de que la pandemia es un enemigo formidable y poderoso o que estamos en guerra no es bueno, porque las palabras crean realidades o predisponen el ánimo”, dice Hinzpeter.

En suma, hay una falta de respeto generalizada hacia la autoridad y las instituciones.

Es por eso que el senador Andrés Allamand, de Renovación Nacional, se creyó con el derecho a descalificar a su camarada de partido Francisco Eguiguren, al afirmar que “está hablando puras huevadas” en plena sesión de una comisión mixta del Parlamento, hace dos semanas.

Pero el que batió cualquier récord en el descuido de las formas fue el ex presidente de Renovación Nacional, Carlos Larraín, cuando invitó a sus amigos de la derecha a respaldar al presidente Piñera:

“Los partidos de derecha tienen que apoyar al Presidente de la República, aunque lo encuentren chico, feo y tonto, todo lo que tú quieras, pero es el Presidente de la República”, dijo Larraín, en un estilo carente de toda sutiliza y elegancia.

“¿Por qué no me quieren?” es el título de un libro que hace nueve años publicó el sociólogo Eugenio Tironi, donde examinaba el deterioro de la imagen de Sebastián Piñera, por la falta de credibilidad que lo rodeó durante su primer gobierno, entre los años 2010 y 2014. Esos fueron los años de las populares “piñerícosas”, de las que hasta el propio presidente se reía para dejarlas como simples anécdotas.

No fueron anécdotas, en cambio, los beneficios sociales “con letra chica” en los que la autoridad no actuaba con transparencia. Fue en esa época también cuando Chile se aprestó a participar en “el mejor censo de la Historia”, que no pasó a la Historia como el mejor porque fue necesario repetirlo. Fue un anuncio tan falso como la promesa de que se le terminaría “la fiesta a los delincuentes” en circunstancias que la fiesta continúa hasta hoy, bajo la segunda administración de Sebastián Piñera.

“Tiempos mejores”, anunció cuando fue candidato para la elección presidencial que ganó en enero de 2018 con un amplio margen de votos. Al cabo de dos años y cuatro meses de esta segunda administración, el presidente ha tenido que enfrentar el estallido social de octubre, la pandemia del coronavirus que llegó al país en marzo y la crisis económica que afectará a los chilenos en lo que resta del año y también el año que viene, según todos los pronósticos.

A esos factores adversos se suma la inquietud de opositores que dudan de la salud mental del mandatario y quieren informes técnicos como los que pidieron hace cuatro meses tres diputados de la Federación Regionalista Verde Social (FRVS), en un oficio dirigido a la mesa del Senado. El documento alude a las atribuciones que la Constitución otorga al Senado para “»declarar la inhabilidad del Presidente de la República o del presidente electo, cuando un impedimento físico o mental lo inhabilite para el ejercicio de sus funciones».

“Desde nuestro punto de vista el presidente Piñera no está en sus cabales para dirigir la nación”, dijo el diputado Esteban Velásquez, del partido FRVS, en declaraciones al diario electrónico El Mostrador.

«La continuidad y funcionamiento normal del régimen político, sobre todo en un sistema de verticalismo presidencial como el de Chile, indica que el bienestar de la Nación depende en gran medida de la salud física y mental del Primer Mandatario», advirtió por su parte ese medio, en un reciente artículo editorial.

En forma paralela a estas aprehensiones, el presidente enfrenta una querella del alcalde de Recoleta Daniel Jadue, por su responsabilidad en supuestas fallas para enfrentar la pandemia del coronavirus y su secuela de contagios y muertes. Antes, con motivo del estallido social de octubre, el partido Revolución Democrática y el senador Alejandro Navarro también entablaron acciones judiciales contra el mandatario, por los muertos, heridos y detenidos que dejó la represión a esas manifestaciones.

Frente a esta ofensiva el presidente prefiere omitir comentarios. Su mayor preocupación es la indisciplina de sus partidarios y la crisis sanitaria, mientras muchos se preguntan si pasarán agosto.