Por Martín Poblete
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En semanas recientes, la decisión de cerrar varias embajadas ha provocado considerable discusión, con activa participación de diplomáticos jubilados, ex-ministros de relaciones exteriores, y opinólogos surtidos en medios impresos, electrónicos y radiales.

El  canciller Teodoro Ribera entró al ruedo con una carta en El Mercurio en la que no se refiere a las embajadas en línea para cierre pero hace una argumentación conceptual centrada en la siguiente idea: «Chile requiere reorganizar sus embajadas y misiones para cumplir sus objetivos estratégicos». Surge la pregunta de ¿cuáles son esos objetivos estratégicos?; este asunto no ha sido abordado con claridad por ningún gobierno reciente, impulsar tratados de libre comercio puede ser parte de un diseño con implicancias estratégicas, pero difícilmente sería considerado «objetivo».

En la historia del mundo y las civilizaciones, la proyección estratégica preocupó mucho a los teóricos políticos renacentistas italianos, Niccolo Machiavelli, Francesco Guicciardini, y Mercuccio Gattinara;  el pensamiento de este último es de particular importancia, a la sazón era consejero político del Rey Carlos I de España, en tiempos de vigorosa expansión imperial.

La segunda fase de pensamiento sobre objetivos estratégicos comienza con Lord Castleragh y el Príncipe de Metternich, en el reordenamiento de fuerzas en Europa posterior a las guerras napoleónicas;  esto fascinó a Henry Kissinger, al punto de hacerlo referente básico de su tésis doctoral.   Las ideas de Lord Castleragh fueron ejecutadas por los principales  primeros ministros británicos del Siglo XIX:  Lord Palmerston,William Gladstone, Benjamin Disraeli, y Lord Salisbury; sin haber sido jefe de gobierno, Lord Curzon cumplió un rol significativo en la proyección estratégica británica desde su alto cargo de Virrey de India.   En otra perspectiva, desde Alemania, hubo dos importantes contribuciones, la de Carl von Clausewitz centrada en la idea del estado-nación en guerra, publicada en Berlín en 1832; y la de Heinrich von Treitschke, cuyo libro Política fue publicado en Berlín en 1896, el último capítulo sobre el Estado en sus relaciones internacionales ha recibido numerosas ediciones por separado.

Después de la Segunda Guerra Mundial entraron en escena los teóricos americanos, precedidos en el último tercio del Siglo XIX por el libro del Contralmirante  Alfred Thayer Mahan, sobre el poder naval en las expansiones imperiales, y la idea del destino manifiesto de un país de dimensiones continentales con acceso a dos océanos.  Las exigencias de la Guerra Fría y su confrontación a escala mundial  con la entonces Unión Soviética, marcaron la producción americana  en esta  materia, destacándose tres libros y un artículo considerados importantes.  En orden cronológico, el artículo del Profesor George Kennan (Princeton University):  The Sources of Soviet Conduct, publicado con el seudónimo «X» en  Foreign Affairs, Nueva York julio de 1947, a la sazón Kennan era primer secretario en la Embajada de Estados Unidos en la Unión Soviética.  De los libros,   el primero fue el del Profesor John Spanier (University of Miami):  Games Nations Play, Praeger, Nueva York 1972;  seguido del libro del Profesor Paul Kennedy (Yale University);  The Rise and Fall of the Great Powers, Random House, NUeva York 1987;  y el formidable trabajo del Profesor Raymond Garthoff (Columbia University / Brookings Institution)  Detente and Confrontation, Brookings Institution Press, Washington DC 1994.

Debemos asumir, todo este bagaje de ideas forma parte de los programas de estudio en nuestra Academia Diplomática; sin embargo, conocimiento de la historia de las ideas en geopolítica y relaciones internacionales, parece ausente de las decisiones recientes de cerrar embajadas en Europa y una en el Medio Oriente.  Si los tratados de libre comercio son parte clave de nuestra proyección internacional, no se entiende la razón de cerrar embajadas en países miembros de la Unión Europea, cuando estamos en la fase final de negociaciones para concluir la revisión de nuestro TLC con esa entidad intergubernamental; particularmente difícil de encajar es cerrar la embajada en Dinamarca, en ese país está la base de operaciones de Maersk, una de las mas importantes empresas de navegación comercial con operaciones a escala global, incluído Chile.   Claramente, no es oportuno ni conveniente cerrar embajadas en capitales europeas.

También está destinada al cierre la embajada en Siria. Destacados políticos de ancestro árabe han planteado la importancia de esa embajada para la comunidad de sirios residentes en Chile. En otro aspecto, es necesario tener embajada en Damasco precisamente en estos momentos; cuando en el marco de la guerra civil se juegan intereses de las principales potencias mundiales, conviene tener acceso a información de manera como solo un embajador puede conseguirlo.  Además, en la eventualidad de producirse la anexión de Cisjordania por el Estado de Israel, no sería recomendable  reducir nuestra representación en el Medio Oriente en momentos de predecibles perturbaciones.

Es comprensible la reticencia en Cancillería respecto a revisar decisiones tomadas y anunciadas.  En diplomacia siempre es posible reconsiderar, revisar lo antes decidido, cuando evaluación más cuidadosa así lo aconseja.