Antes fue el Estados Unidos de Donald Trump el que ha acusado a China de tener más responsabilidad de la que dice tener por la aparición del virus mortal del covid-19 y lo mismo ha hecho ahora Australia originandose problemas de varios tipos entre ambos países. El país oceánico opina que China algo tendría que saber sobre el origen del coronavirus. Esta declaración bastó para amenazar ahora las relaciones financieras entre ambos países, especialmente en lo que respecta a los multimillonarios ingresos que China deposita en Australia.
«China está usando el comercio para posicionar su agenda política y mostrar su descontento con Australia, pero hay un fuerte elemento nacionalista en el discurso de Australia, que no quiere mostrarse débil», según escribió la periodista australiana Rebecca Henschke, editora del Servicio Asiático de la BBC.
El último episodio de esa tensión son las recientes declaraciones del primer ministro australiano, : «Nunca nos dejaremos intimidar por las amenazas ni negociaremos nuestros valores en respuesta a la coerción, venga de quien venga».
«Tanto China como Australia han actuado de manera poco racional en su diplomacia y se han expuesto mucho», subraya Kerry Brown, especialista en política china de la BBC Mundo y exdirector de Centro de Estudios de China de la Universidad de Sídney, en Australia.
«No se puede hablar de una guerra comercial, aunque obviamente se están produciendo muchas tensiones diplomáticas. Sí hay un divorcio, la economía dictará cómo se resuelve», señala el analista.
Y es que el momento para un enfrentamiento económico con China no podía ser peor para Australia: justo cuando se dispone a reabrir el país (y las universidades) tras los confinamientos que han puesto al borde de su primera recesión en casi 30 años.
«Australia había evitado la recesión hasta ahora en gran parte gracias a su relación con China, que es un actor clave para su economía. Pero si Australia entra efectivamente en recesión, actuará con mayor pragmatismo», explica Brown.
«El país depende de China, pero también de Estados Unidos, su socio en materia de seguridad, que a la vez está enfrentado con China. Es un equilibrio casi imposible». En esta disputa la pregunta sería, y no la hace la BBC, ¿no estarán implicados aquí también los estrategas de Trump?
La llegada de la pandemia llevó al gobierno australiano a imponer una serie de restricciones y cerrar negocios y oficinas para frenar la propagación del nuevo coronavirus. Al tiempo que se imponían las limitaciones, se implementaron paquetes de ayuda y estímulo económicos equivalentes al 13,3 % de su PIB.
Con cerca de 7.300 casos y poco más de 100 muertos según el recuento de Johns Hopkins hasta el viernes, las autoridades comenzaron a reabrir la actividad económica con miras a una normalización para julio próximo.
Por otra parte China ha registrado rebrotes de la pandemia con nuevos casos y algunos casos «importados» (chinos que regresan de países infectados). Hasta el lunes pasado, el país donde se originó el brote en diciembre de 2019 había reportado más de 84.338 casos y 4.638 muertes (recuento total).
El problema entre ambos países comenzó en el momento en que Australia pidió que se abriera una investigación internacional independiente sobre los orígenes del nuevo coronavirus, algo que también solicitó Estados Unidos. Quizá Australia fue presionada por EE UU o este último se aprovechó de la demanda australiana apara «hundir más aún» a su viejo rival China.
El mundo «ha tenido cientos de miles de muertos, millones han perdido sus empleos y miles de millones han visto sus vidas afectadas. Lo mínimo que el mundo puede esperar es que haya una investigación. Y Australia no está sola», decía el ministro australiano de Comercio, Turismo e Inversión, Simon Birmingham, hace apenas un mes.
Ese reclamo enfureció a Pekín, que respondió días después prohibiendo la importación de algunos procesadores de carne de res de Australia.
Después impuso aranceles del 80% a la cebada australiana, asegurando que el producto había incumplido las normas comerciales.
Esta semana, llegó el turno de las universidades. Pero el veto no es solo para los estudiantes. La semana pasada, China recomendó a todos sus ciudadanos que eviten viajar a Australia, advirtiendo que hubo un «aumento significativo» de ataques racistas contra asiáticos.
China le proporciona a Australia un gran número de turistas y de estudiantes que ha crecido con los años. Desde 2010, es su mayor socio comercial.
«China es un actor muy importante para la economía australiana y uno de sus mayores importadores de carbón y de carne de res. También es clave en el sector turístico y en la educación, pues muchos estudiantes chinos van a estudiar a Australia», explica Henschke.
Los estudiantes de China representaron el 28% de los más de 750.000 estudiantes internacionales en Australia el año pasado, según estadísticas del gobierno.
Las universidades australianas han sufrido dificultades económicas durante la pandemia, ya que el cierre de las fronteras ha disuadido a los estudiantes internacionales. Varias instituciones en el país han dicho que se enfrentan a una crisis financiera.
Podrían perder US$8.300 millones en los próximos dos años si los estudiantes chinos deciden no estudiar en el país, le dijo al diario económico Australian Financial Review Salvatore Babones, profesor asociado de la Universidad de Sídney.
«China es el país más importante para el comercio en Australia», dice Brown. «Y si dejan de llegar estudiantes y turistas chinos a Australia, sería un desastre para su economía».