Por Martín Poblete

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En la tradición inglesa, la opción a reelegirse sigue vigente mientras los electores mantengan la confianza en su representante; algunos de los mas destacados políticos ingleses representaron un distrito por muchos años consecutivos, caso de Winston Churchill en Chartwell, este modelo ha sido replicado en los países surgidos del fin del régimen colonial en la segunda mitad del siglo XX, Rajiv Gandhi fue reelegido por veinte años en Uttar Pradesh antes de ser Primer Ministro de India.
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Sin perjuicio de tener un sistema presidencial congresional, Estados Unidos insertó en su democracia representativa la idea inglesa de la reelección sin límite, el senador republicano Strom Thurmond sirvió mas de cincuenta años seguidos primero en la Cámara de Representantes luego en el Senado, el congresista demócrata John Dingell y su colega republicano Robert MItchell anduvieron muy cerca; de los presidentes, Lyndon Johnson estaba en su sexto período por un distrito de Texas cuando llegó a la Casa Blanca primero de Vice Presidente, acompañando a John Kennedy.
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Nosotros habíamos tenido, desde comienzos de la República, un sistema representativo congresional sin límite a la reelección. Entre la reforma constitucional de 1925 y septiembre de 1973, varios diputados y senadores sirvieron largos años sin la menor interrupción, con el beneplácito de su electorado, entre los radicales Humberto Aguirre Doolan, en la derecha Hernán Videla Lira, en la izquierda Salvador Allende; hubo otros. Después de la dictadura, restaurada la democracia con la Transición, varios diputados y senadores han servido ininterrumpidamente por largos años, con y sin binominal. Al parecer, esto cambiará.
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En maniobra entre farsa y sainete, los encargados de redactar legislación en la Secretaría del Senado no pusieron debida atención al lenguaje, tampoco los correctores de pruebas ( se supone los hay) en el equipo asesor de cada senador; ante la total sorpresa de neófitos y expertos, la legislación quedó como la conocemos, estableciendo límites a la reelección de diputados y senadores, de paso arrastrando a los alcaldes y concejales, efectivos de inmediato. En verdad, sorprendente, si bien después de algunos numeritos recientes en el Congreso, protagonizados por sus más altas autoridades, nadie debiera darse por sorprendido, el disparate de la senadora que funge de presidenta de la corporación supera todas las marcas anteriores.
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Asumiendo la legislación aludida se mantenga, sea firmada por el Presidente, publicada en el Diario Oficial, el país estará frente a la oportunidad de una considerable renovación de liderazgos edilicios y de diputados, en menor grado de senadores; así sea, el actual desprestigio de diputados y senadores, con perdón de algunos, ha llegado al punto de arrastrar a la institución misma, el Congreso Nacional, tenida en bajísima estima por los ciudadanos en cuanta encuesta y sondeo de opinión se haya hecho en el curso del presente año. Será tarea de los partidos políticos, sus dirigencias, ejecutar esta necesaria renovación.
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