“Soy el presidente de la ley y orden”, ha proclamado una y otra vez el presidente de EE UU Donald Trump en las últimas horas, como anoche lo hizo en una dramática rueda de prensa en los jardines de la Casa Blanca. Al parecer ese ha sido su peor momento en esta crisis porque allí anunció el despliegue de “miles y miles de soldados y agentes del orden fuertemente armados” para asegurarse de que el toque de queda decretado por el ayuntamiento de Washington para contener las protestas se cumpla. Pasadas las once de la noche, un helicóptero del ejército realizaba vuelos extremadamente bajos en la capital para tratar de dispersar a los manifestantes.
Su actitud hizo reaccionar al candidato demócrata a la Presidencia Joe Biden, quien acusó este martes a su contrincante republicano a la reelección en noviembre de transformar Estados Unidos en un «campo de batalla».
La muerte de George Floyd, un hombre negro de 46 años, hace más de una semana en Minneapolis bajo custodia de la policía fue «un electrochoque para nuestro país y para todos nosotros», dijo Biden en un discurso en Filadelfia, condenando reiteradamente los incidentes desatados tras la muerte de Floyd.
Acusó a Trump de «transformar el país en un campo de batalla dividido por los viejos resentimientos y los nuevos miedos». «Creo que la división lo ayuda» para ganar las presidenciales del 3 de noviembre, dijo Biden, quien supera a su rival en las encuestas.
«Cuando el presidente ordena desalojar a manifestantes pacíficos del porche de la casa del pueblo, la Casa Blanca, con gases lacrimógenos y granadas aturdidoras (…) tenemos derecho a pensar que el presidente está más preocupado por el poder que por los principios», dijo. El exvicepresidente Biden, durante el mandato de Barack Obama, agregó que Trump está «más interesado en satisfacer las pasiones de sus votantes que en las necesidades de la ciudadanía que se le ha encomendado».
«La presidencia es un trabajo enorme», aseguró Biden. «Nadie hará todo correctamente, y yo tampoco. Pero sí les prometo esto: yo no propagaré temor y división. No avivaré las llamas del odio. Procuraré restañar las heridas raciales que por tanto tiempo han plagado esta nación, en lugar de usarlas para ganancias políticas».
Biden, de 77 años, había logrado una ventaja sustancial en el proceso de las elecciones primarias del Partido Demócrata hasta que la pandemia forzó, en marzo pasado, la suspensión de esos comicios. Desde entonces, Biden ha ganado el respaldo de casi todos sus excompetidores, y de prominentes figuras dentro del partido.
Las encuestas casi unánimemente muestran que, si las elecciones se realizaran ahora, Biden obtendría más votos que Trump, cuya popularidad ha estado hundiéndose debido a su manejo confuso y contradictorio de la emergencia por COVID-19, y una crisis económica que ha llevado el desempleo a niveles sin precedentes desde la Gran Depresión en la década de 1930.
¿Terrorismo detrás de las protestas raciales?
Trump definió las protestas como “terrorismo doméstico” e invocó una ley de 1807 para desplegar el Ejército en los estados que no sean capaces de frenar la violencia. “Protegeré vuestras vidas y vuestros derechos, también la segunda enmienda”, añadió el presidente en alusión al pasaje de la Constitución que protege la posesión de armas. Ni un guiño, ni un gesto a las demandas de los manifestantes, la mayoría pacíficos.
Trump, como lo haría quizá un productor televisivo, hacía declaraciones como sus llamados “a la guerra” mientras las pantallas de televisión divididas en dos mostraban por un lado su enfurecida figura y al otro imágenes del exterior en las que se veía a efectivos de la Guardia Nacional, una rama de reserva del Ejército formada por voluntarios, y la policía federal tratando de dispersar a los manifestantes frente a la Casa Blanca con gases lacrimógenos, pelotas de goma, empujones y caballos. Esto ocurrió anoche, faltando sólo media hora para el inicio del toque de queda. El comentario en Washington se resumió en una sola pregunta este martes: ¿Por qué una reacción tan contundente a una protesta que era totalmente pacífica de parte de los manifestantes?
Ese fue el primer acto de una “obra de teatro llamada Trump en dificultrades», porque después vino la segunda el presidente se desplazo a pie para visitar con una Biblia en la mano, la iglesia de Saint John, que la víspera acabó en llamas en medio del caos y hacerse una foto con parte de su equipo.
Una imagen evidentemente electoral pensada para movilizar a su base –en especial a la derecha cristiana, que con la crisis del coronavirus está perdiendo la fe en él– pero no para aplacar las tensiones, dar esperanza a los manifestantes o unir al país, como comentó el corresponsal de La Vanguardia de Barcelona desde la capital estadounidense.
Mariann Budde, la obispa responsable de la iglesia episcopaliana visitada por Trump se declaró “indignada” frente al “abuso de símbolos sagrados” por parte del presidente, Biblia en mano, frente al templo. “No podía creer lo que mis ojos veían esta noche”, dijo.
“El presidente no vino a rezar a Saint John” declaró después la obispa evangélica, criticando la incapacidad de Trump de reconocer el dolor y la agonía que atraviesa el país, así como la “falta de liderazgo moral y político”.
“Vergonzoso”, sentenció el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, que criticó la fuerza usada por la policía para dispersar a los manifestantes sólo para que Trump pudiera llegar a pie a la iglesia. “¿Esto es ‘hacer América grande de nuevo’? ¿Es esto americano? No me parece”, dijo.