Por Luis Larraín
Mientras crece entre los expertos y estudiosos de todo el mundo la admiración hacia la estrategia y la gestión del Ministerio de Salud chileno para enfrentar la pandemia; se derrama en nuestro país una crítica lastimera y pequeña, el ataque de alcaldes y alcaldillos, políticos de baja monta, periodistas y “rostros” de la televisión contra el Ministro Jaime Mañalich, líder de la gesta de Chile contra el Coronavirus.
Y así, mientras el ministro duerme las escasas horas diarias que su inmensa obligación le permite, se nos viene a la mente la imagen de cientos de enanos desplegando minúsculas escaleras, arrojando cuerdas y blandiendo ridículas armas para intentar hacer algún daño a la enorme humanidad de nuestro Gulliver criollo.
Es que en este país donde muchos se dedican a ensalzar a las víctimas y las buscan por doquier y si no las encuentran las inventan; donde se exhiben las lágrimas hasta perder todo pudor; y donde se predica y se practica la irresponsabilidad hasta el extremo, no es bien visto que alguien pretenda resolver un problema y hacerse cargo de él, como hace Mañalich, en lugar de simplemente denunciarlo. Los que hacen cosas son criticados y los que critican sin hacer nada crecen cada día.
Así, los mismos que desde la comodidad de sus sueldos asegurados piden cuarentena total, se quejan después de la indefensión de los vecinos que no se pueden procurar el pan y claman por recursos para alimentarlos. Los que exigen el aislamiento total de los contagiados y piden conocer sus identidades, denuncian después la discriminación y la xenofobia del resto de la población. Quienes debieran estar solucionando los problemas de la gente hacen poco, con honrosas excepciones, y en cambio corren a los estudios de televisión a quejarse, como si ellos no fueran autoridades. Por eso detestan a Mañalich, porque se hace cargo. Y no llora.
El Ministerio de Salud no descansa, evalúa las numerosas variables que han de considerarse antes de tomar decisiones complejas, y debe responder a reacciones vociferantes de quienes no son capaces de mirar más allá de su nariz ni considerar el efecto en el tiempo que tiene tomar una medida hoy o en dos semanas más.
Quienes ejercen la autoridad sanitaria deben responder por sus decisiones, pero no es labor de la prensa predisponer a la opinión pública contra ellos, sin los elementos de juicio para hacerlo.
Esta columna puede acarrearme problemas con amigos, por defender a quienes no son mis amigos. Pero con una mano en el corazón: ¿qué valen las maneras y los pequeños códigos frente a las vidas humanas? ¿Qué importa si los ventiladores vienen por China o Tombuctú, si frente al horror que hemos visto en Italia, en España o en Nueva York, gracias a ese gigante que ha sido Mañalich, en Chile no llega a faltar un puto ventilador mecánico?
(*) Diario La Tercera edición del 25 de abril de 2020
Querido Walter…creo en el pluralismo , pero uno inteligente. Pero este personaje Larrain es de los más obtusos fanáticos que por necesidad de su condición no aporta nada que valga la pena.
Sabemos que en Chile se han dado condiciones especiales que han evitado que no tengamos un desastre mayor. Primero que la pandemia entró por el barrio alto,
Lo que permitió detener la expansión rápido ya que ese segmento social vive en una república separada, no se mezclan ni conviven con el resto del país. Durante 2 meses no consideraron el uso universal de mascarillas, y en la locomoción pública las personas viajaron apiñados y sin protección por más de un mes. Entonces, el que no tengamos un desastre no se debe a la inteligencia de Mañalich, sino a una afortunada situación sicial: que llegan pocos turistas de Asia a Chile y tenemos un turismo de clase alta que pudo autocontrolarse.
Es disonante el artículo de Luis Larraín en un medio serio. Utiliza un lenguaje prepotente, estilo patrón de fundo, para hablar de «alcaldillos» y afirmar que hay gente que inventa víctimas para atacar al Gobierno. Habla como si fuera el dueño de la verdad, pero lo hace con una vulgaridad extrema. Es su derecho, el derecho a la libre expresión, y eso hay que respetarlo. Saludos.