Muy mal le ha ido a la extrema derecha en el continente americano frente al combate del minúsculo pero poderoso virus corona. Una falla detrás de la otra han mostrado los planes de acción de los presidentes Donald Trump, en Estados Unidos,  y Jair Bolsonaro en Brasil. Ambos han elegido avanzar por la vía más bien de protección de los negocios y no por la de salvar vidas humanas, como ha sido hasta ahora el ejemplo de la mayoría de los países más afectados.

Mientras  Brasil publicó este miércoles que por segundo día consecutivo hubo más de 200 muertes en el país creciendo el número de víctimas fatales a 1.736 (28.320 casos confirmados), las estadísticas de EE UU son realmente dramáticas: 61.201 casos con 26.891 muertos (total en 220 países y territorios  2.020.716 casos y 130.649 muertos).

Hace solamente 24 horas que el presidente estadounidense Donald Trump informó que su administración suspenderá temporalmente la aportación económica que le hace a la Organización Mundial de la Salud (OMS) por una supuesta «mala gestión y encubrimiento de la expansión del coronavirus» (leer en Kradiario).

El anuncio contó con la protesta masiva de los principales jefes de Estado y de Gobierno, de las autoridades de las Naciones Unidas y de diversas organizaciones internacionales porque el Mandatario sin vergüenza retira el aporte de su país. Según Trump, Estados Unidos entrega entre “400 y 500 millones de dólares por año” a la organización frente a los 40 millones de dólares “o incluso menos” que concede China. En 2019, se estima que este país aportó cerca de US$400 millones,  aproximadamente el 15% del presupuesto de la organización. Alemania, China, Australia y Nueva Zelanda son algunos de los países que se han pronunciado en contra de la controvertida decisión.

El anuncio sorprendió a la comunidad internacional y las reacciones no se han hecho esperar, especialmente cuando el 24 de febrero, el presidente  Trump hablaba maravillas de la OMS  escribiendo en un twitter  que esta organización estaba «trabajando duro y muy inteligente» con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE. UU. «El coronavirus está muy controlado en los Estados Unidos», dijo.

El secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, fue uno de los primeros en responder a la polémica decisión asegurando que ahora «no es el momento» para cortar fondos a la OMS.

«Creo que la Organización Mundial de la Salud debe ser apoyada, ya que es absolutamente fundamental para los esfuerzos del mundo para ganar la guerra contra el covid-19», dijo en un comunicado. «Ahora (…) no es el momento de reducir los recursos para las operaciones de la OMS ni de  cualquier otra organización humanitaria en la lucha contra el virus», dijo Guterres.

El mandatario estadounidense defendió su decisión argumentando que la OMS «falló en su deber básico y debe rendir cuentas».

Además, aseguró que el organismo promovió la «desinformación» de China sobre el virus, lo que habría ayudado a la propagación del brote.

Estados Unidos es el mayor donante de la OMS, que tiene su sede en Ginebra, Suiza.

El analista del The New York Times Nicholas Kristof escribió este miércoles que Trump hizo su anuncio justo cuando el mundo enfrenta una pandemia furiosa es un intento peligroso de encontrar un chivo expiatorio para sus propios fracasos. Es como quitar los carros bombas de un departamento de bomberos en medio de un incendio.

Muchos estadounidenses no saben nada sobre la OMS, pero su presupuesto mundial es menor que el de algunos centros hospitalarios estadounidenses. Sin embargo, está acusado de combatir el ébola y la poliomielitis, salvar las vidas de los niños y mantener el mundo a salvo de pandemias como esta.

Bill Gates, el fundador de Microsoft que ha donado gran parte de su fortuna a iniciativas de salud pública, fue uno de los que criticó la decisión de Trump de detener los fondos estadounidenses para la OMS.

Y justamente se conoció este hecho cuando el Fondo Monetario Internacional (FMI) proyectó que la economía global se contraería un 3 por ciento este año , su peor recesión desde la Gran Depresión (en los años treinta).

El 24 de febrero, el presidente Donald Trump tuiteó elogios para la Organización Mundial de la Salud, diciendo que estaba «trabajando duro y muy inteligente» con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE. UU. «El coronavirus está muy controlado en los Estados Unidos», dijo.

Esta semana su tono cambió. Con más de 24,000 muertes y más de 600,000 casos confirmados en los EE. UU., El peor brote de la pandemia en el mundo, Trump se movió para cortar los fondos para la OMS, diciendo que era responsable de «tanta muerte».

La acusación central de Trump es que la agencia de la ONU ha sido demasiado respetuosa con China, donde se identificó por primera vez el brote. En enero, cuando el virus se propagó dentro y alrededor de la ciudad de Wuhan, la OMS apoyó a los líderes del país y elogió sus esfuerzos por contener el virus, incluidos los bloqueos sin precedentes. La organización inicialmente se demoró al declarar una emergencia de salud internacional o una pandemia antes de revertir el curso a medida que la enfermedad se extendía más allá de las fronteras de China.

La tragedia neoyorquina y latina

En Nueva York, uno de cada tres fallecidos a causa del virus son latinos y el barrio de Queens, donde el español es lengua franca, se ha convertido en el epicentro del coronavirus, en parte debido al hacinamiento, la pobreza y la falta de atención del gobierno.

Más al sur, los corresponsales del NYT, desde México hasta Argentina reportan que las órdenes de inamovilidad han tenido un efecto positivo sobre otra pandemia: la de la violencia. El Salvador ha registrado cinco días sin homicidios y desde Bogotá a Buenos Aires la criminalidad ha empezado a frenarse. La tendencia es menos acusada en México, que inició más tarde las medidas de aislamiento voluntario.

Y mientras el virus avanza rápidamente por la región —ayer se reportaban más de 61.000 casos y al menos 2.500 muertes—también agrava los males preexistentes de sus habitantes: el hambre se acentúa entre los wayuu en La Guajira de Colombia, el descontento social en Chile sigue en aumento (aunque ya no pueda congregarse en la calle), y en Nicaragua la falta de transparencia agrava la incertidumbre.

Pero ni la falta de información ni la desinformación pueden atribuirse solamente a los gobiernos: las teorías conspirativas tienen un atractivo muy peligroso.