Por Jessika Krohne (www.psicologiaglobal.cl),

Jessika Krohne
Estamos pasando momentos muy difíciles por el coronavirus que nunca habíamos imaginado vivir alguna vez. Todo aparece como una situación dramática que nos está afectando a niños y adultos, especialmente por el aislamiento al que nos obliga esta pandemia, originada en China en diciembre, que en solo cuatro meses ha llegado a controlar la vida pública y social en el 90% de los países del mundo. Sólo en Italia han llegado a morir en un solo día 475 personas y el contagio sigue y sigue si no se endurece precisamente el aislamiento de los ciudadanos en sus propias casas o lugares en los que habitan.
Este escenario nos lleva en nuestras reflexiones a concluir que algunos aspectos de la vida, tal como la conocemos, tendrán un «después» con transformaciones muy importantes, porque ciertamente esta crisis pone a prueba nuestra institucionalidad moderna.
La canciller alemana Angela Merkel dijo en un discurso que con esta pandemia nos está tocando vivir como humanidad uno de los mayores desafíos después de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
La situación es severamente compleja en toda América Latina principalmente por el tema económico. En toda la región se están adoptando fuertes medidas para no llegar a una situación catastrófica como la que han estado viviendo algunos países europeos. El Estado debe cumplir un papel importantísimo, principalmente en el aspecto económico, porque las familias se debilitarán profundamente al no poder producir ingresos por estar obligadas a permanecer en sus casas por cuarentenas o períodos de tiempo más largos, dependiendo de la situación real de cada país.
Es por esta razón que los psicólogos piensan en lo que va a venir después. Las secuelas psicológicas de esta pandemia, especialmente en los niños es potente, porque pasarán encerrados en sus casas un buen tiempo sin el contacto con sus amigos que es fundamental en la etapa de su desarrollo y sin hacer deporte que es esencial para su crecimiento; y tampoco tener una educación escolar regular a lo que ellos están acostumbrados. Muchos son pequeños y no logran entender que no pueden ir a cumpleaños, juntarse con sus amigos o hacer deportes. Es difícil esta situación para padres e hijos.
Pero no solamente los niños sino también los adultos se enfrentarán este problema, ya que tampoco están acostumbrados a permanecer en espacios cerrados por mucho tiempo y estar en un lugar 24/7 con su pareja o hijos.
Tampoco se sabe la duración de este «encierro», por lo tanto no hay fecha de término lo que aumenta aún más la incertidumbre.
A eso se suman los efectos económicos que va a conllevar esta compleja situación para muchas familias. Muchas empresas van a quebrar y no van a poder seguir pagando los sueldos, lo que va a generar un desastre en muchos hogares. A eso se suman las personas independientes: como profesionales con estudios propios, vendedores, profesores, maestros, pequeños y medianos empresarios entre muchos otros que han tenido que cerrar sus puertas hasta nuevo aviso y tienen que seguir pagando los gastos básicos de sus emprendimientos.
Justamente esto llevó al gobierno chileno a decidor este jueves la creación de un fondo económico-financiero por US$11.750 millones (cerca de 4,7% del PIB), que se obtendrá recurriendo al 2% constitucional para emergencia.
Este plan es para enfrentar la crisis producida por el coronavirus, es decir para proteger los empleos e ingresos de las personas mas vulnerables y especialmente también para apoyar a las pymes.

Ignacio Briones
«Aquí algunas empresas no van a poder soportar las circunstancias», dijo el ministro de Hacienda Ignacio Briones, lo que también permitirá convivir con una economía internacional que «da claras muestras de vulnerabilidad y que está pasando por un momento complejo».
El fondo incluye recursos a las municipalidades para que ayuden a los vecinos y a las pymes.
«Este plan económico de emergencia va a fortalecer nuestra capacidad de enfrentar las necesidades sanitarias, económicas, sociales, que la pandemia del coronavirus está significando y que probablemente va a tender a agravarse en el futuro», sostuvo el ministro.
Siete cosas que van a cambiar tras la pandemia

Isaac Nahón Serfaty
Según Isaac Nahón Serfaty, (PhD en Comunicación y profesor de la Universidad de Ottawa, Canadá) , tras la pandemia habrá transformaciones en algunos aspectos de la vida que conocemos hoy, porque esta crisis pone a prueba a la institucionalidad moderna, pero también nos permite ver más allá. ¿Para bien? ¿Por qué no?
Todavía es temprano para vislumbrar escenarios, dice
. Sin embargo, algo se puede vislumbrar y decir:- Una verdadera policía sanitaria global
La Organización Mundial de la Salud (OMS) deberá revisar sus políticas y procedimientos de vigilancia epidemiológica global. Y esto no será fácil, pues sus decisiones dependen de los intereses de los gobiernos que representan a los países en su seno. Por eso su vacilación inicial en calificar al brote de COVID-19 como una pandemia. Por eso también sus limitados poderes para controlar los focos donde se originan estas enfermedades virales, especialmente debido al consumo humano de especies exóticas sin ningún tipo de control sanitario en países superpoblados como China. Una policía sanitaria global sería una solución factible, pero habrá resistencia de regímenes autoritarios como China o incluso de populistas como Donald Trump.
- Viajar por aire y por mar con más controles y restricciones
Viajar en avión deberá ajustarse a la realidad de las enfermedades infecciosas que circulan fácilmente de un país a otro. Probablemente el control de pasajeros con fiebre será una práctica común. Viajar con fiebre ya no será una opción para todo el mundo, solo en casos en que la persona pueda justificar con un certificado médico las razones de la fiebre y su necesidad de tomar un avión. Algoritmos que procesen grandes cantidades de datos y con capacidad de deep learning (aprendizaje profundo) podrían designar a ciertos viajeros como de alto riesgo y asignarlos a una lista de no flight. Ya lo están haciendo en China, combinando drones que toman la temperatura de las personas y apps que indican si son de bajo, medio o alto riesgo. Si la app determina que la persona es de alto riesgo, se le prohíbe el acceso a la red de transporte público.
La industria de los cruceros tendrá que cambiar su modelo de negocios. Se acabarán los megacruceros de tres mil y más pasajeros, que incluso antes de la crisis del coronavirus ya representaban riesgos para la salud de los turistas y de la tripulación. La industria tendrá que volver a barcos más pequeños, cambiar sus prácticas sanitarias e instalar controles para descartar turistas con alto riesgo de contagiar a otros pasajeros.
- Los antivaxx serán vistos como enemigos públicos
Los militantes contra las vacunas (conocidos como antivaxx), que han ganado cierta notoriedad en estos años y son, quizá de alguna manera, responsables de la emergencia de brotes de enfermedades como el sarampión y la rubéola, serán considerados de ahora en adelante como verdaderos enemigos de la sanidad pública global. ¿Por qué? Muchos laboratorios en el mundo trabajan en la formulación y prueba de una vacuna contra COVID-19. Si la vacuna es exitosa y ayuda a detener la pandemia, los antivaxx tendrán muchas dificultades en difundir sus argumentos contra las inmunizaciones.
- Las farmacéuticas, unas de cal y otras de arena
Es cierto que cada pandemia global es una gran oportunidad de negocios para las empresas farmacéuticas y de biotecnología (pensemos, nada más, en el negocio que representan los tratamientos para controlar el VIH-sida). Pero la industria y los gobiernos han aprendido de pasadas experiencias. Las pandemias y enfermedades endémicas crean mercados públicos que incentivan el desarrollo de medicamentos y vacunas, pues la cobertura la garantizan los gobiernos (un ejemplo son las vacunas para prevenir la diarrea por rotavirus o para prevenir el virus de papiloma humano, VPH).
Sin embargo, la presión de los gobiernos, los enfermos y los activistas sociales ha logrado en el pasado que las empresas farmacéuticas acepten bajar los precios de sus medicamentos e incluso que acepten (de mala gana) que versiones genéricas de sus productos sean fabricadas en países como la India. La conciencia del peligro global que representan estas nuevas enfermedades infecciosas hará que los gobiernos exijan a las farmacéuticas y empresas biotecnológicas precios accesibles, asegurándoles al mismo tiempo grandes volúmenes.
- La salud es un bien colectivo
Por si quedaba alguna duda, la idea según la cual la salud es un asunto meramente individual ha quedado muy desprestigiada con esta pandemia. Claro que la gente tiene que asumir su responsabilidad y mantenerse razonablemente saludable (no fumar, comer sano, hacer ejercicio, manejar el estrés, etc.). Pero la pandemia nos está diciendo de forma brutal que la salud es un asunto colectivo. Que la salud de una persona depende del comportamiento de otros. La experiencia de cuarentena colectiva que se está viviendo en España, Italia, Venezuela, y que se podría extender a muchos otros países, marcará un antes y un después de COVID-19.
Pero más importante aún es la idea de que un sistema de salud pública es más necesario que nunca. Que el acceso universal a los servicios médicos y de hospitalización es un derecho de todos los ciudadanos, no solo porque tengan derecho a ser tratados cuando se enferman, sino sobre todo porque es la mejor manera de prevenir y controlar situaciones de pandemia como la que estamos viviendo.
- Las redes sociales bajo la mira
Las redes sociales han mostrado al mismo tiempo su utilidad y su lado más perverso. Son medios muy útiles para informar y alertar al público sobre las medidas que toman los gobiernos, los consejos de los expertos y las noticias de fuentes confiables sobre lo que está ocurriendo. Pero también han mostrado que son máquinas de rápida difusión de rumores sin fundamento, teorías conspirativas delirantes, remedios milagro, escenas grotescas y de contenidos llenos de prejuicios e incluso racistas.
La curaduría de contenidos será cada vez más importante, como ya lo están haciendo las grandes plataformas como Google, Facebook y Twitter, con el fin de orientar al público sobre las fuentes confiables de información sobre la pandemia de COVID-19. Claro que la responsabilidad individual es también importante para evitar la difusión de contenidos alarmantes e incorrectos. Usuarios menos impulsivos, más racionales y más cautos deben contribuir a promover la buena información sobre el coronavirus.
- Más transparencia, más rendición de cuentas
La tentación de ocultar y manipular la información en tiempos de pandemia es grande, especialmente por parte de regímenes autoritarios. Pero el mismísimo régimen chino tuvo que enfrentarse a la indignación de su población por haber presionado al joven médico de Wuhan que denunció por las redes sociales la aparición de los primeros casos y que después murió a causa del COVID-19. E incluso, políticos como el presidente Donald Trump, que había abordado la gestión de la pandemia con un discurso que minimizaba el impacto económico y sanitario de la crisis, ha tenido que rendirse a la evidencia de que la pandemia durará más de lo que él hubiera querido, y que tendrá consecuencias sociales y económicas que él no hubiera deseado en un año electoral.
La transparencia en la información al público es esencial para contener a la pandemia. El público no solo tiene derecho a saber el número de enfermos, el número de fallecidos, el número de quienes se curan, sino que esta información es necesaria con el fin de orientar y persuadir de que se sigan los lineamientos de las autoridades sanitarias para contener la enfermedad.