El 31 de enero, cuando el Reino Unido dio, con buena dósis de arrogancia, el portazo final a la Unión Europea con la aplicación del brexit,  el coronavirus había matado ya a cerca de 150 personas en China y contagiado a cerca de  6.000. Esta semana, sin embargo, el brote ha cobrado la vida de más de 4.290 personas en 114 países y ha dejado un rastro de más de 118.000 contagiados. Así, el ex Estado comunitario tendrá ahora que arreglárselas solito sin ayuda financiera de Bruselas.

Mientras el primr ministro Boris Johnson, conservador, no sabe qué hacer y se lamenta, la Unión Europea anunció la creación de un «fondo de respuesta» de 25.000 millones de euros para hacer frente a los efectos de la enfermedad.

El 1 de febrero, minutos después de oficializarse el brexit, Boris Johnson daba la bienvenida al «amanecer de una nueva era». Ese tiempo comienza con un imprevisto que amenaza las previsiones económicas y desborda los centros hospitalarios y esta vez sin red europea, porque el que  tradicionalmente resolvía estos asuntos ya no es socio de Londres, sino ahora un vecino.

El Banco de Inglaterra, que admite desconocer el alcance de los efectos del brote, ha anunciado un recorte de emergencia de medio punto de los tipos de interés, del 0,75% al 0,25%, mínimo histórico.

Esto ocurre cuando el Reino Unido aún no tiene una situación ni cercana a las de Italia o España: seis muertos y 382 contagiados, entre los que se encuentra la ministra de Salud, Nadine Dorries, aislada en su domicilio. Eso sí, el número de casos aumenta de forma preocupante. De hecho, de las 1.500 pruebas diarias que se realizaban a pacientes sospechosos se pasará a hacer 10.000. Los hospitales se preparan y refuerzan los recursos y las plantillas. En el Gobierno, el debate interno es intenso. El objetivo no es otro que equilibrar la debida protección de la población con la de una economía en serio riesgo.

Las difíciles negociaciones con Bruselas continuarán este año para lograr ahora un tratado comercial

El encargado europeo en  estas negociaciones,  Michel Barnier,  presentó en febrero la propuesta de directrices de la Comisión Europea para la negociación con Londres en los próximos meses.»Estamos dispuestos a ofrecer al Reino Unido un acuerdo comercial muy ambicioso. Pero el Reino Unido no puede esperar un acceso de alta calidad al mercado único si no está dispuesto a aceptar garantías de que la competencia seguirá siendo abierta y justa, libre y justa. Debe haber salvaguardas sólidas en materia de igualdad de condiciones para evitar ventajas sociales, medioambientales, fiscales o de ayudas públicas injustas», sostuvo Barnier.

El Gobierno británico rechaza de plano estas exigencias. Alega que el objetivo principal del brexit era precisamente desvincularse para siempre de las reglas de la UE de todo tipo. «El principal objetivo del Reino Unido en las negociaciones es asegurar que podamos restaurar nuestra independencia económica y política el 1 de enero de 2021», dijo un portavoz de Boris Johnson.

«Estamos preparados para ofrecer un acuerdo comercial altamente ambicioso como el pilar central de esta asociación, incluidos cero aranceles y cero cuotas en todos los bienes que entren en nuestro mercado único de 450 millones de personas», declaró el político francés.

Barnier añadió que la propuesta de Bruselas también incluye en el acuerdo de libre comercio los servicios, incluidos los de empresas, telecomunicaciones o medioambientales, así como el comercio digital, la propiedad intelectual y el acceso a los mercados de contratación pública del Reino Unido y de los Veintisiete.

El negociador comunitario reconoció que habrá una «fuerte competencia» entre ambas partes, y consideró que eso es «normal», pero subrayó que la proposición de la Comisión «deja claro que esta oferta excepcional está condicionada a al menos dos cosas».

«La primera es que tenemos que asegurarnos de que la competencia es y sigue siendo abierta y justa», afirmó, y recordó que ya se ha acordado con el primer ministro británico, Boris Johnson, que la futura relación «evitará las ventajas injustas de competencia».

¿Y si no se llega a un acuerdo?

Si las dos partes no logran negociar un acuerdo de ningún tipo, las normas de la Organización Mundial del Comercio (OMC) regirán las relaciones económicas entre la Unión Europea y el Reino Unido a partir de 2021.

En 2018, los países  de la UE exportaron bienes al Reino Unido por un total de alrededor de 300 mil millones de euros. Parte de esto estaría cargado de aranceles en un «escenario de la OMC». La industria alemana, que según los últimos datos sobre producción industrial aparentemente todavía se encuentra en una situación económica recesiva, soportaría la carga principal en este escenario. Esto se aplica en particular a los fabricantes de automóviles: en 2018, se exportaron automóviles por valor de 17.500 millones de euros a la isla. Según las normas de la OMC, se aplicarán derechos de aduana del diez por ciento a los automóviles. También es probable que los efectos para Gran Bretaña sean negativos: alrededor del 50 por ciento de las exportaciones británicas van a otros países de la UE.

Dado que todo sigue igual entre Gran Bretaña y la Unión Europea, la «separación» a principios de febrero no fue un problema en los mercados de capitales, especialmente porque justamente el brote del virus corona en China fue motivo de preocupación para los participantes del mercado en todo el mundo. El tema del Brexit de ninguna manera ha desaparecido de la agenda. Por el contrario: dependiendo del curso de las negociaciones, podría repetidamente convertirse en el foco de atención de los participantes del mercado a lo largo del año, combinado con fluctuaciones posiblemente significativas en el tipo de cambio libra-euro y en el mercado de valores británico.