Por Enrique Fernández

En voz baja circula hoy en Chile la amenaza velada de una guerra civil. También sucedió hace 47 años, antes de la instauración de la dictadura de Augusto Pinochet. En los meses previos al golpe militar, el Cardenal Raúl Silva Henríquez llamaba al diálogo y pedía “desarmar las manos y los espíritus”.

Hoy, la Iglesia Católica guarda silencio.

Pero uno de sus más respetados pastores, el sacerdote Percival Cowley, sembró entre quienes le conocieron una semilla profundamente humanista, pensando en el presente y futuro del país. Poseedor de un temperamento firme y una mirada transparente, el padre Cowley ya no está con nosotros: falleció el pasado 21 de febrero, a los 86 años.

“En los últimos meses estaba muy inquieto e interesado por el país”, recordó el sacerdote René Cabezón, Superior Provincial de la congregación de los Sagrados Corazones a la que pertenecía el padre Cowley. Desde su silla de ruedas, como consecuencia de su enfermedad, observaba “con más atención que nunca” los efectos del estallido social a partir del 18 de octubre y “estaba por la causa de la protesta”, relató el provincial.

Percival Cowley Vargas, nació en Valparaíso el 16 de octubre de 1933. Su padre era inglés y su madre chilena. Tenía 29 años cuando fue ordenado sacerdote.

En 1968 viajó a París para cursar estudios de Teología y de regreso en Chile el cardenal Raúl Silva Henríquez (derecha) lo designó párroco de la Parroquia Universitaria. Desde esa instancia asumió la defensa de los estudiantes perseguidos durante la dictadura y denunció, junto a al cardenal y otros sacerdotes de su tiempo, las violaciones de los derechos humanos que cometía el régimen de Pinochet. Fue miembro de la Comisión Nacional contra la Tortura hasta el término de la dictadura en 1990. Y bajo el Gobierno del presidente Ricardo Lagos se convirtió en Capellán del Palacio de La Moneda, en una tarea que cumplió durante 10 años.

«Nos hará falta su sabiduría para analizar nuestro convulso presente», dijo Lagos tras el fallecimiento de uno de los últimos representantes de aquella Iglesia que encabezó el Cardenal Silva Henríquez, opuesta a la dictadura y defensora de los perseguidos y los pobres.

Poseedor como Lagos de una personalidad fuerte, el padre Cowley fue el primero que acogió, hace más de 15 años, las denuncias de las víctimas de Fernando Karadima (izquierda), acusado de abusos sexuales que afectaron a menores de edad en su parroquia de El Bosque, en la comuna de Providencia. Pero los cardenales Francisco Javier Errázuriz y Ricardo Ezzati, hoy separados de la Iglesia, calificaron a Cowley de “mentiroso”, según recordó en una entrevista con Canal 13 en mayo de 2018. Karadima finalmente, demostrada su culpabilidad en los delitos de abusos sexuales,  fue apartado del sacerdocio a mediados de 2011, en una decisión de El Vaticano.

“El gallo es enfermo, pero absolutamente enfermo… Está guardado en una casa de retiro, con las pobres monjitas que tienen que cuidarlo”, agregó en esa entrevista el ex capellán, con su estilo directo y preciso para decir las cosas.

Pero con el mismo estilo también abordó otros temas profundos, como la crisis que vive el país y que tiene su origen en la desigualdad social y el deterioro de la educación. “¿Qué sacamos con que alguien tenga los más exactos resultados en matemáticas si luego, como un posible gerente de empresa, va a explotar a sus trabajadores?”, se preguntaba en uno de sus artículos, en noviembre de 2011.

“¿Qué (sacamos) si alguien tiene esos resultados exactos y no ha recibido formación alguna en la participación con otros y en el lento aprendizaje de lo que es el bien común?”, insistía. Su conclusión era que “construir una sociedad más justa pasa, una vez más, por la calidad de la educación que tiene que ver con la formación en valores y actitudes”.

Y su recomendación para el momento actual y el futuro fue que, en lugar del individualismo y el materialismo, “necesitamos de suma urgencia un proyecto que nos abra a una sociedad en que el bien común de verdad dirija nuestros pasos”.

El padre Cowley ya no está para decirnos si ese proyecto podrá concretarse con una nueva Constitución, para que vuelva la paz a los espíritus y se alejen los fantasmas de la violencia irracional.