Por Walter Krohne
Compilador y editor
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La tecnología y su impacto en los negocios suele generar más interrogantes que certezas en empresarios, académicos y emprendedores: ¿Por qué algunas empresas logran aprovechar el cambio tecnológico para dominar los mercados mientras otras desaparecen? ¿Estamos frente a una oportunidad o una amenaza? ¿Qué debemos tener en cuenta a la hora de diseñar e implementar una estrategia, se pregunta  el experto argentino Gabriel Foglia (Universidad de Palermo de Italia) en el libro Diginomics, en el que varios autores  explican cómo la tecnología está revolucionando la forma en que las empresas compiten y proponen un modelo de análisis que le permitirá al lector aplicar los conceptos en el día a día de su empresa o emprendimiento y entender las fuerzas que pueden afectar su desempeño.
Uno de los convencidos del avance de la teconología en el mundo industrial es  Ariel Capone, experto estadounidense del sector bienes de consumo y actual ejecutivo senior del Grupo Assa (gA) en Estados Unidos, quien lo reconoció en una entrevista con el Diario Las Américas de Miami.

«La tecnología, por ejemplo,  está siendo un actor principal en la parte de investigación y desarrollo de nuevas curas de enfermedades”, y resalta cómo se ha potenciado con más fuerza hacia el campo de la salud, un área donde ya eran evidente “los signos de agotamiento” de la manera en que se estaban tratando muchos asuntos.

En tal sentido argumenta que “hay varias proyecciones donde se muestra que por cada dólar que se invierte en Estados Unidos en la Salud, la gente está cada día un poquito más molesta o disconforme con el sistema”, empero, por ser este un tema tan amplio, también abarca otra dimensión primordial: “Va a ayudar a reducir los costos, en este caso del gasto público, que es más de tres trillones de dólares. Además, y mucho más importante, es que va a mejorar la calidad de vida de los pacientes”, indicó.

El ejecutivo destaca que  cuando se habla de una cifra millonaria tan elevada, la mayoría desconoce que el gasto público para el sector de la Salud en el presupuesto de EE UU es mucho más grande que para la Defensa.

“Estamos hablando del primer rubro del PIB estadounidense. Uno descompone un poco esos tres trillones de dólares, y se da cuenta que el gran responsable de este gasto son las enfermedades crónicas”, manifiesta.

En consecuencia, Capone opina que la cuenta es muy simple: “la expectativa de vida crece, por lo tanto la gente vive más años”. Esto significa que puede haber un “universo de personas que son susceptibles a enfermedades crónicas” que, como resultado, necesitarán un centro de salud para atenderse y más recursos para realizarse los controles; todo lo cual también repercutirá en la “calidad de vida, y en el costo para el sistema”.

A pesar de este progreso hay también serios aspectos negativos

Según los más ricos y poderosos del planeta, la cuarta revolución industrial ya está en marcha y es resultado de la convergencia de robótica, nanotecnología, biotecnología, tecnologías de información y comunicación, inteligencia artificial y otras, lo que producirá pérdida de puestos de trabajo que aparece como el principal impacto en este desarrollo. Pero además se esperan otros  impactos negativos de grandes dimensiones en medio ambiente, salud, trabajo; en producción de nuevas armas de guerra, vigilancia y control social de todas y todos, entre otras.

Todo en un contexto de la mayor concentración corporativa de la era industrial, oligopolios con cada vez menos empresas que controlan inmensos sectores de producción y tecnologías. Así está sucediendo, pero para cada uno de nosotros separadamente es difícil percibirlo en totalidad y en las dimensiones de sus impactos que se complementan. Los gobiernos, mayormente controlados por intereses corporativos y con el mito de que los avances tecnológicos son beneficiosos de por sí, han dejado que casi todas estas tecnologías prosigan, se usen, vendan, estén diseminándose en el ambiente y en nuestros cuerpos, sin siquiera mínimas evaluaciones de sus posibles impactos negativos y sin regulaciones, mucho menos aplicación del principio precautorio advierte el Grupo ETC (www.etcgroup.org/es).

El miedo no es nuevo pero parece más real que nunca. ¿Los robots dejarán a los hombres sin trabajo o se convertirán en sus aliados? ¿Quiénes serán los más afectados? ¿Cómo prepararse mejor para el mercado laboral del futuro? Nadie tiene aún las respuestas definitivas a estas preguntas, pero lo que sí se sabe es que en cuestión de pocas décadas asistiremos a una transformación profunda de la producción de bienes y servicios que impactará de lleno en los trabajadores y en las economías de todo el planeta.

«En el pasado, las revoluciones industriales fueron diferentes, porque siempre permitían hacer el trabajo de la persona de manera más eficiente, la volvían más productiva, generaban más empleo, creaban nuevos servicios. Si bien algunos perdían el trabajo, lo que se creaba era tanto que el impacto neto era positivo», explicó Patricio O’Gorman, investigador especialista en estrategias digitales y coautor de Diginomics (izquierda-arriba).

«Lo que se está viendo ahora es que esta nueva revolución es distinta, por el tipo de reemplazo que se está dando. El trabajo se está reemplazando por máquinas, robots o algoritmos, que hacen algo más eficientemente y no crean nada nuevo, simplemente reemplazan la unidad básica de trabajo».

Si bien no hay acuerdo con respecto a cifras precisas, los expertos coinciden en vaticinar que no falta mucho para que la automatización de los trabajos sea la norma en todas las áreas. Según un informe de la consultora Accenture, el 37 % del total de empleo privado de Argentina podría ser automatizado casi por completo en los próximos 15 años. La transformación, según la consultora, «involucrará por igual a todas las empresas, sin distinción de tamaño y a trabajadores de todas las edades».

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Los rubros más afectados serán aquellos en los que los trabajadores realizan tareas simples y repetitivas. «Los trabajadores que hacen actividades que incluyen trabajo físico predecible, así como procesamiento y recolección de datos, son los que tienen mayor probabilidad de ver sus tareas automatizadas mediante la adaptación de tecnologías que ya existen», explicó  Michael Chui, socio de McKinsey Global Institute y miembro del equipo que redactó el informe.

Ética y regulaciones

Empero, todo este desarrollo también conlleva otros compromisos de alcance extra tecnológico. “Yo creo que el tema de ética e Inteligencia Artificial, por sí solo, es un debate. En mi opinión es el gran desafío del siglo XXI”, precisa Ariel Capone y  matiza su punto de vista basado en la ausencia de respuesta de la agenda global, porque además “requiere nuevas formas de pensamiento y lo requiere inmediatamente”, y aclara que lo se trata esencialmente es de “cómo capturar de alguna manera todos los beneficios que la tecnología y la inteligencia artificial están trayendo a los seres humanos”.

Menciona el caso de la cura el cáncer, como uno de los tópicos que más sucinta esfuerzo y empeño para las inversiones tecnológicas, pero también la necesidad de exigir ciertas regulaciones para enfrentar esta revolución que avanza “como un tren a máxima velocidad”.

En este aspecto ahonda que “la gran decisión es cómo regular ciertas cosas que aún faltan por regular”, y destaca el ejemplo de la privacidad de datos; pero insiste en que esto pueda ocurrir “sin detener la creatividad, sin detener al avance tecnológico”.

En esta paradoja, Capone admite que, a pesar de sus propias expectativas de que todo va a “andar bien” y de observar el fenómeno desde una perspectiva occidental, ciertamente le surge dudas sobre “cómo se van globalizar las reglas de privacidad de los datos en otro tipo de culturas”.

¿Robots toman el control?

Es un asunto que infunde grandes temores y el centro de una polémica que aún no alcanza un consenso determinado. “Yo creo que es un análisis equivocado decir que los robots van a reemplazar a los humanos”, afirma Capone.

Estima que ciertas actividades que tienden a ser repetitivas posiblemente se sustituyan muy pronto con robots, como lo hizo Henry Ford en su época cuando introdujo las primeras líneas de producción. Pero, en todo caso, “al mismo tiempo se van a estar generando muchísimas oportunidades de trabajo relacionadas con la tecnología”.

Añade que hay muchas labores que son intuitivas, relacionadas con los sentimientos o particularmente típicas de los seres humanos que serán imposibles de suplantar. “Por eso a nosotros nos gusta decir Inteligencia Aumentada y no Inteligencia Artificial, porque es poner la tecnología a disposición de incrementar la inteligencia humana, no de reemplazarla”.

«Así como la primera ola de automatización robótica afectó a las grandes plantas de producción de automóviles, la automatización digital apunta a los empleos administrativos simples, que no requieren criterios sofisticados de decisión», aseguró por su parte O’Gorman. «En general, las profesiones muy atadas a la información y a su procesamiento tenderán a sufrir más a medida que la inteligencia artificial siga mejorando».

«Ya estamos viviendo esta transformación sin darnos cuenta», aseguró O’Gorman y citó como ejemplo la manera en que ahora se sacan los pasajes y alojamientos en vacaciones, todo sin recurrir a empleados de una agencia de viaje, sin intermediario, mediante sitios web, con algoritmos. Sin embargo, el especialista aclaró que «el reemplazo no va a ser persona por robot sino persona por un soporte híbrido, en varias industrias».

¿Menos trabajos o nuevos trabajos?

Pero más allá de los debates sobre las cifras de la pérdida de puestos de trabajo, la necesidad de que los trabajadores se reconviertan, de que se adapten a los cambios, es innegable. Este proceso trae aparejado inevitablemente el temor a un aumento de las desigualdades entre trabajadores ricos, muy bien preparados, y aquellos sin capacitación acorde a este nuevo escenario.

«La evidencia sugiere que mientras las computadoras no causan pérdidas de puestos de trabajo, los trabajadores de menores salarios están perdiendo sus trabajos», asegura Bessen. «Estos trabajadores necesitan nuevas habilidades para poder hacer la transición hacia trabajos nuevos y mejores pagos».

«La gente va a tener que trabajar junto con las máquinas para producir el crecimiento en el PBI per capita al cual los países del mundo aspiran», afirman los investigadores de McKinsey Institute en su informe. «La implementación efectiva de la automatización requiere la transformación de los procesos al interior de las empresas, cambiar lo que la gente hace, inclusive aquellos que no se ven reemplazados directamente por la automatización.

«La gente deberá estudiar y aprender robótica, ciencias de la computación, ingeniería, todos esos campos que producen, desarrollan y despliegan estas tecnologías», respondió Chui de McKinsey a la consulta sobre cómo se reacomodarán los trabajadores en este escenario. «Representarán un pequeño porcentaje de la población, pero es un porcentaje importante», agregó. Para el resto de los trabajadores, Chui recomienda prestar atención a estas tendencias y desarrollarse profesionalmente en función de ellas.

Patricio O’Gorman investigador de Diginomics, es menos optimista: «Si suponemos que la demanda en un sector dado no subirá, como para que sean necesarios estos trabajadores reemplazados por máquinas, el gran debate que viene es qué hacer con ellos, con los que se quedan afuera». O’Gorman y Gabriel Foglia (derecha) figuran entre los varios autores precisamente del libro Diginomics, que explican cómo la tecnología está revolucionando la forma en que las empresas compiten.