Por Walter Krohne

El ejemplo de lo que ocurre en México con el narcotráfico puede ser una buena lección para otros países latinoamericanos, especialmente para Chile.

Hay ya varias versiones que indican que el narcotráfico sería uno de los “mecanismos operadores” en la rebelión social que ha estallado en Chile. Durante años los narcos han operado en distintos puntos de este país, sin que nadie haya tomado medidas serias y concretas para evitarlo. Se dice que el narcotráfico ya se ha infiltrado en distintas estancias del aparato del Estado chileno, hasta se le ve mezclado, no sólo en las esferas policiales o en la política sino también en el Poder Judicial.

Como en México, en Chile y en otros países cercanos el tema es “una realidad de urgencia”, porque este problema ha crecido de una forma notoria.

El narcotráfico y sus cabezas tienen como objetivo central desestabilizar el sistema político de un país, como lo que ocurre en las actuales turbulencias chilenas y Colombia no está nada de lejos. Son varias las voces que opinan que lo que ha pasado en Chile es una operación de narcotraficantes en una curiosa asociación con grupos anarquistas y bandas delictuales.

En México, desde 2006 hasta ahora se ha visto una atomización del crimen organizado, que cada vez es más móvil y más difícil de rastrear, sin que se haya podido en ningún momento reducir ni el  mercado ilícito ni tampoco el consumo.

En Chile, si bien no se ha llegado todavía a una situación de violencia como la mexicana, el cuadro no parece ser tan diferente  en cuanto a la “administración” de un mercado ilícito , aunque estamos hablando de uno mucho más reducido que el de México, país que tiene una frontera kilométrica con Estados Unidos, un centro de consumo masivo.

El académico argentino Matías Dewey se preguntaba hace algún tiempo ¿en qué momento en Argentina nos comenzamos a transformar en México? Y, a pesar de que Chile, según dicen algunas fuentes oficiales, por lo general mal informadas en este tema,  estaría lejos todavía de una realidad cruda de verdad, hay diversos antecedentes que nos obligan a llevar nuestros pensamientos a la posibilidad de que ocurra también en territorio chileno una devastadora narcoepidemia.

Ya se han conocido en este país casos de uniformados involucrados en redes de narcotráfico a nivel territorial (como un grupo  de carabineros condenado por tráfico y robo en La Pintana, mencionado como ejemplo por Ciper), lo que ha hecho cuestionar el papel de las fuerzas estatales de orden y seguridad  en los problemas de seguridad pública.

Mientras las señales de una supuesta  expansión de la narco-política son innegables. Carabineros, la policía más importante desde el punto de vista territorial, pasa por una feroz crisis de corrupción que es incapaz de impedir hasta  los llamados funerales narcos (con fuegos artificiales y concurridas reuniones) que se han puesto de moda en Santiago. México es un ejemplo de lo que pasa cuando el Estado no controla el territorio. Pero muy cerca de esa pesadilla está Argentina, donde policías, alcaldes y narcos trabajan juntos.

¿Dónde está Chile?

A comienzos de noviembre nueve miembros de una comunidad mormona instalada desde hace varias décadas en el norte de México fueron asesinados tras sufrir una emboscada por parte de un escuadrón de personas armadas. La zona donde ocurrió el ataque está en disputa por grupos de narcotráfico, uno de ellos es la banda de Los Salazar, vinculada al Cartel de Sinaloa.

El hecho de mostrar a México como un territorio en el cual ocurren crímenes horribles, como el de los mormones, sin mirar en el propio, es el miedo que todo el mundo tiene. Y no es algo sencillo de determinar, reflexiona el politólogo Dewey, investigador del Instituto alemán Max Planck en temas de la sociedad, porque puede ocurrir en cualquier momento y lugar, pero cuando sucede “es muy difícil de sacacarse el problema de encima”.

Dewey lleva tiempo estudiando cómo lo ilegal se expande en la sociedad, cómo se apropia de las instituciones y deja de ser algo que ocurre sólo en los márgenes; y sobre todo, cómo se vincula con la violencia y hace que nuestras democracias se encojan de miedo.

Las lecciones e intuiciones que extrae Dewey sobre lo que pasa en el continente y particularmente en Argentina (autor del libro “El orden Clandestino”)  pueden  iluminar lo que ocurre en Chile donde la academia ha investigado poco estos temas y donde, aunque el nivel de violencia parece estar lejos del que padecen los argentinos, se observan preocupantes y estrechos nexos entre narcotráfico y la política.

Según Dewey se piensa que sin policías, autoridades locales y servicios públicos, la violencia narco crece y aumenta, dando a entender  que el problema se supera con un aumento substancial del número de policías o carabinereos, lo que no sería tan efectivo, porque los agentes del Estado, frente a tanto dinero y regalos, no logran finalmente ser fieles a las líneas del orden y la seguridad, sino a otros intereses. Una solución sería tener policías especializados mejor pagados que los diputados y senadores chilenos.

Para el investigador argentino  uno de los problemas de América Latina es que los mercados ilegales se asocian con los agentes del Estado para expandirse. Es decir, el Estado siempre está; y eso vuelve más potente al mercado ilegal. Los agentes sólo muestran resultados contra los narcos (investigaciones y arrestos efectivos) cuando perciben que hay otros organismos que los están investigando.

Chile no tiene los niveles de violencia de México o de Brasil (favelas de Río de Janeiro). Para Dewey los  acuerdos entre agentes estatales y mercados ilegales son  como “clúster de orden”. A diferencia de los clásicos clúster económicos (unidades económicas especializadas que se organizan para mejorar la producción), estos “clúster de orden” producen una serie de bienes que el Estado “legal” ya no produce ni garantiza: empleos, servicios y… autoridad.  En los lugares donde la policía deja al narco “trabajar”, este se vuelve frecuentemente el que ayuda al vecino que no puede pagar cuentas, dona para las festividades y, en general, produce “certidumbre donde las vidas están amenazadas por altos niveles de contingencia”, escribe Dewey.

Entonces serían ciertas las versiones sobre los últimos saqueos masivos registrados en supermercados de Santiago con participación de narcotraficantes, porque se asegura que durante la peor crisis social chilena (comenzó el 18 de octubre) los vecinos (ciudadanos normales)  de los narcos  (en los barrios del sur de Santiago) habrían recibido de ellos regalos en forma de productos y artefactos eléctricos que  a su vez habían robado en  los comercios asaltados e incendiados.

Hay ejemplos de asociaciones entre agentes del Estado y organizaciones de narcotráfico, en que los primeros les avisaban a las bandas narcos cuando un juez daba la orden de algún allanamiento. Dewey da como ejemplo el caso ocurrido en la ciudad argentina de Rosario.

Cerca estaría Chile tras las investigaciones del mega fraude en Carabineros, de la operación Huracán en la Araucanía y lo que ocurre precisamente en el sur de la capital chilena. No debe olvidarse el escándalo del Partido Socialista chileno y su relación de militancia con narcotraficantes.

Lo que es seguro y cada vez hay mayores  evidencias de ello es que las relaciones entre el Estado y las dimensiones de ilegalidad son fluidas, contradiciendo la idea de que el dominio de actores como el narco sólo surge cuando el aparato estatal no está presente o se ha retirado de los territorios.

La experiencia de la Población La Legua de Emergencia, en la comuna de San Joaquín es un caso emblemático para ilustrar el fracaso del aumento cuantitativo de fuerzas policiales en el problema narco. El presidente del Comité de Derechos Humanos de la población aseguró que el plan de intervención puesto en marcha el año 2001 fracasó de manera rotunda, e incluso señaló que los niveles de narcotráfico se elevaron, como denunció Ciper en su momento.

El caso de México, otra vez

En México si bien no se evidencia ni un menor tráfico ni menor cantidad de cultivos ilícitos, se ha generado, por el contrario, mayor violencia y una mayor actividad criminal neta. Lo que vemos es un país que sigue produciendo y traficando drogas hacia los mercados de consumo, pero cuya escena criminal es muy distinta de la que había anteriormente. México ya tiene las condiciones de un conflicto armado no internacional dentro de sus propias fronteras. Cotidiana y sistemáticamente se presentan enfrentamientos que se llevan vidas humanas.

Es por eso que hay un importante incremento de homicidios, un fenómeno de desapariciones masivas y un aumento importante de la extorsión, declaró a «Nueva Sociedad» Lisa Sánchez, directora de la organización México Unido contra la Delincuencia.

Agregó la dirigente que “el Estado mexicano se relaciona como parte activa y cómplice del mercado ilegal y se beneficia de él. La élite política mexicana está manchada. Tenemos 17 ex-gobernadores perseguidos por la justicia, algunos de los cuales se encuentran prófugos y otros en proceso. La mayoría de ellos están siendo procesados por complicidad con el tráfico internacional de drogas y por lavado de dinero proveniente de la delincuencia organizada”.

“Por otro lado –añadió Sánchez-, el Estado mexicano también se relaciona con el narcotráfico desde una posición de combate frontal, desde una oposición completa a sus actividades. Sin embargo, esta oposición termina vinculándose y focalizándose en las actividades de menor envergadura, como el combate al narcomenudeo, la erradicación forzada de cultivos y el apresamiento masivo de usuarios particulares de drogas”, pero no frente a la poderosa organización del narcotráfico (los famosos cárteles).

¿Qué comunas mantienen redes de narcotraficantes en Chile?

Son 27  (33 barrios)  que se identifican en 27 comunas y ciudades  a lo largo del país. Sin embargo, ante la evidencia de los números que resolvió un estudio estatal chileno, el verdadero paraíso de los narcotraficantes está en el Gran Santiago.

1 Quilicura, 2 San Bernardo, 3 La Pintana, 4 Antofagasta,  5 Maipú , 6 Puente Alto, 7 Rancagua, 8 Alto Hospicio, 9 Huechuraba, 10 Valparaíso, 11 Lo Espejo, 12 Cerro Navia, 13 Iquique, 14 San Joaquín, 15 Temuco, 16 Copiapó,  17 La Serena, 18 San Pedro de la Paz, 19 Talca, 20 Puerto Montt, 21 Valdivia, 22 El Bosque, 23 Coyhaique, 24 Coquimbo, 25 Viña del Mar,  26 Punta Arenas y 27 Santiago.