Por Walter Krohne
Centroamérica dio hace ya algunos meses las primeras señales del agotamiento de los ciudadanos latinoamericanos frente a sistemas económicos injustos, la deficiencia de los servicios básicos, que a veces son casi inexistentes, jubilaciones de hambre, educación deficiente igual que la salud, índices elevados de corrupción y narcotráfico y donde los ricos se llevan la gran tajada de la torta de los ingresos, cayendo los países -uno a uno – en un clima de frustración e injusticia social que la gente lo intenta resolver con protestas masivas y violentas. ¿Por qué la violencia?, le pregunté a un manifestante en Santiago de Chile y me respondió: “Para que les duela”.
En esta “teleserie” han fallado sin duda los políticos. Además de malos políticos, muchos de ellos se han dejado en parte llevar por el camino fácil de la corrupción o del aprovechamiento y, en tiempos de crisis, para tratar de ganar políticamente. El reciente caso de estallido social en Chile ha revelado que la actual clase política es mala y sin liderazgo y que en vez de unir fuerzas, aunque sean ideológicamente diferentes, han lanzado más leña al fuego y no están capacitados para estabilizar el país. Si los comparamos con los políticos de antes de la dictadura, la distancia es abismal. Los de antes sabían de lo que estábamos hablando, los de hoy, muchos ni siquiera se han leído la Constitución.
Muchos de los políticos aún vigentes hoy, de derecha o de izquierda, da lo mismo, han cometido por años prácticas ilegales de financiamiento de la política. Se pueden contar por decenas pero de ellos ninguno está en prisión. Esto explica muchas actitudes y sentimientos de la gente que explican el porqué están hoy en las calles protestando y se preguntan ¿por qué ellos, con sueldos millonarios además pueden robar? El caso de Chile es especial porque la protesta está representada por un «movimiento acéfalo», es decir sin líderes con los que se pueda negociar.
Estos ejemplos son hechos similares de una larga historia latinoamericana lo vimos este año en Perú donde hay un Presidente que supo percatarse de la corrupción política y tuvo las agallas para disolver el Congreso en Lima y llamar de inmediato a nuevas elecciones generales.
Igualmente le tocó también el turno a Ecuador con un presidente zigzagueante como parece ser Lenin Moreno que cuando le convino apoyó como vicepresidente de un gobierno de izquierda como el de Rafael Correa; pero cuando llegó al poder prefirió hacerlo con sectores de la derecha ecuatoriana y con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que le exigió bajar el déficit fiscal para lo cual Moreno tomó medidas, entre otras subir el precio de la gasolina, que fue la chispa inmediata de la explosión social. Sin embargo el mandatario, conociendo a su pueblo, supo manejar a tiempo la situación y le bastó entre otras medidas con anular el alza de la bencina. El Presidente Sebastián Piñera quiso hacer lo mismo en Chile: anular el alza del precio del Metro, pero la reacción de los chilenos fue el revés de los ecuatorianos: respondieron con más violencia.
Casos y casos
Hoy lo vemos en Colombia donde el derechista presidente Iván Duque se ve amenazado con una rebelión al estilo de Chile. Sindicatos, estudiantes, indígenas y opositores de todo tipo han convocado a una gran marcha contra las políticas del mandatario, que apenas se acerca a cumplir un año y medio en el poder.
Aunque todos insisten en que la movilización sea pacífica, en el centro de Bogotá se ha observado a lo largo de la semana la presencia de soldados, desplegados por solicitud de la alcaldía, según el recién nombrado ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo. “No estamos en Suiza, estamos claramente en un entorno en donde hay una inmensa mayoría de ciudadanos que quiere marchar en paz, pero hay elementos extremistas que han cometido violaciones a la ley y actos terroristas”, declaró este miércoles el alcalde, Enrique Peñalosa, al justificar las medidas de seguridad tomadas por la huelga.
La gente se ha aburrido de escuchar siempre las mismas promesas y las persecuciones policiales. Los agentes realizaron esta semana una treintena de allanamientos en Bogotá, Medellín y Cali, las principales ciudades del país, que incluyeron a medios de comunicación y colectivos artísticos y culturales.
La revista Cartel de Bogotá fue allanada sin motivo alguno, solo por sospechas de que allí había propaganda referente a las movilizaciones de este jueves y también supuestos explosivos. Falsa alarma dijeron posteriormente los agentes, pero quedaron los videos que mostraron como los policías trataron a los periodistas a quienes calificaron simplemente de “terroristas”
“Hay una decisión del Gobierno de Colombia de vender la imagen de que esta movilización es la hecatombe, que va a ser un día de violencia y la policía anda hostigando a personas que entregan volantes del paro. Van a fallar en ese discurso porque ya hay una decisión de la gente de parar”, aseguró Diógenes Orjuela, el presidente de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), una de las organizaciones convocantes al paro.
En el contexto del conflicto armado y la violencia política, Colombia fue durante décadas un país particularmente peligroso para los sindicalistas, y los movimientos obreros, organizaciones que por esta causa han sido menos robustas que en otros países latinoamericanos.
“Sabemos que son muchos los desafíos que como país tenemos que superar. Que son válidas muchas de las aspiraciones sociales y que tenemos problemas que a lo largo de la historia han envejecido mal”, reconoció el Presidente Duque este miércoles en un discurso televisado, quien las encuestas le dan un 69% de desaprobación y con una gran incapacidad de consolidar mayorías en el Congreso, lo que de alguna manera se parece a la situación de Sebastián Piñera en Chile, aunque con matices diferentes.
La vida humana
Pero cuando se piensa en estos repetidos reconocimientos presidenciales sobre la mala situación social del país ¿por qué de una vez no resuelven aunque sea parte de los problemas o por etapas y dentro de un plazo prudente de tiempo? Al parecer los políticos no se dan cuenta que la vida de cada ser humano se vive una sola vez y aparentemente prefieren los índices de crecimiento del PIB antes de ofrecer a esa gente una vida digna y sin carencias como ocurre sin excepción en todos los países latinoamericanos.
Veamos rápidamente lo que pasa en Argentina, Brasil, Chile, Bolivia, México, Perú, Paraguay, el Caribe y Centroamérica. El único que se estaría salvando parcialmente sería Uruguay.
Bolivia está casi al borde de una guerra civil por el caos que ha quedado tras la renuncia o derrocamiento (aún no está claro “este detalle”) de Evo Morales (ver notas separadas).
Igual que en Chile y en otros países no se ve «la paja en el propio ojo sino la viga en el ajeno» y casi siempre la causa o el origen de los desmanes viene de sectores externos como en el caso latinoamericano de Venezuela o del foro de Sao Paulo, como dijo este miércoles el líder del oficialista Centro Democrático de Colombia, el expresidente Álvaro Uribe: Son “anarquistas internacionales” los que están detrás de un esfuerzo por desestabilizar al Ejecutivo, declaró. ¿No puede ser acaso la sociedad entre narcotráfico y anarquistas?
América Latina es un enorme problema social
Y así en casi toda América Latina: Los problemas sociales y la justicia social han fallado una y otra vez. En Chile treinta años después del fin de la dictadura se ha abierto la posibilidad de dialogar y presumiblemente poder aprobar una nueva Constitución que reemplace a la de Pinochet de 1980.
En Colombia debe crearse una mesa tripartita para abordar el problema de las pensiones, aunque todos los analistas se dan cuenta que para ello ya no hay tiempo suficiente. En Perú hay que esperar las nuevas elecciones que pueden volver a llenar el Congreso unicameral de políticos ineptos, es que no se sabe. En Bolivia el desastre continúa y también en Ecuador la situación es frágil. Para que hablar de Centroamérica o el Caribe donde las dictaduras y las convulsiones hacen que sus habitantes vivan en un verdadero «infierno terrenal». En México está la guerra de los narcos y las migraciones. En Brasil la ultraderecha en el poder está enfrentada con las fuerzas del ex Presidente Lula da Silva que acaba de abandonar la cárcel a la que lo envió el Presidente Jair Bolsonaro.
En Chile, la nueva Constitución podría ser una solución para mejorar la «convivencia social», pero mucho más contentos quedarían los ciudadanos si les subieran los ingresos básicos, las jubilaciones y contrariamente bajaran los sueldos de los parlamentarios y de los militares, fondos con los cuales podrán financiarse las carencias sociales. La nueva Carta Fundamental no va a resolver ni el costo ni la eficiencia de los servicios básicos, ni tampoco el sistema de salud de las isapres ni el de las jubilaciones (fondo manejado por inversionistas privados de las AfP) ni el precio horroroso que tienen los medicamentos en Chile (los más caros de América Latina).