Por Walter Krohne
Hace treinta años cayó el Muro de Berlín, una frontera dolorosa, cruel e injusta entre dos mundos: el Occidente capitalista y el Oriente comunista que duró 28 años. (En la foto de portada el muro convertido en una señal de unidad y paz).
Como periodista me tocó cubrir esta noticia en la actual capital alemana.
Ocurrió al atardecer del 9 de noviembre cuando en las redacciones occidentales parecía que iba a ser un turno periodístico tranquilo. Sin embargo, cerca de las 18 horas comenzaron a escucharse rumores sobre la posibilidad de que esa misma noche podría caer el histórico Muro de Berlín construido en plena Guerra Fría en 1961. Günter Schabowski, como jefe del Gobierno aleman del Este fue quien al final dio la clave correcta pero adelantada en cuanto al tiempo.
El régimen comunista de Erich Honecker ya había caído y comenzaba a negociar su asilo político en Chile tras ya haberse asilado en la Embajada chilena en Moscú, un largo proceso que gracias a la gestión del socialista chileno Clodomiro Almeyda, ex embajador en la ex capital soviética, pudo tener un aterrizaje final en Santiago. Tanto el líder como su esposa Margoth vivieron el exilio en Santiago hasta la muerte de ambos.
Noche que cambio el mundo
Esa noche del 9 de noviembre de 1989 desaparecía un período histórico inestable y complejo para las relaciones internacionales tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, 44 años antes, y el comienzo de la Guerra Fría, pero también se iniciaba de imediato una era política nueva en el planeta, dominada por el neo liberalismo y la globalización.
Cuando escuchamos los rumores supimos que la disposición del nuevo gobierno de la República Democrática Alemana (RDA), encabezado por Egon Krenz, de permitir que los alemanas orientales pudieran cruzar «esa misma noche»a la Alemania Occidental «enemiga» había sido una confusión dentro de la complicada burocracracia comunista de la época y allí aparece el nombre de Schabowski. Todas las tardes el Gobierno de Berlín Oriental preparaba un informe para la prensa que estaba destindo exclusivamente a ser publicado por los diarios impresos al día siguiente. Es por esta razón que la nota iba redactada en tiempo presente, es decir el informe decía que el Gobierno de la República Democrática Alemana (RDA) había dispuesto permitir en forma inmediata (desde hoy) a los alemanes a cruzar el muro hacia Occidente si así lo deseaban.
Esta «difusión adelantada» se debió a una mala interpretación de algunas radioemisoras que, sin esperar hasta el día siguiente, difundieron la noticia (gran noticia o gran primicia) esa misma tarde-noche del 9 de noviembre, lo que impulso a los alemanes orientales en masa a trasladarse a la frontera. La difusión adelantada no les dio tempo de esperar algo que ya tantos años habían esperado. Existe también la versión anexada que explica que un periodista extranjero vio la nota redactada para los diarios del día siguiente y le preguntó a Schabowski: ¿Cuándo se hará efectiva esta medida? El portavoz titubió y terminó diciendo: «Si mis informaciones son correctas, hasta donde llega mi conocimiento, inmediatamente».
La noticia corrió como pólvora encendida y una muchedumbre llegó esa noche a la frontera entre las dos Alemanias originándose una gigantesca fiesta con champagne, música en vivo y comestibles gratis y una pequeña suma dinero occidental «para un nuevo comienzo» todo donado principalmente por el Gobierno Federal de Alemania que en esa época tenía su sede en la capital de Bonn y que se dio de inmediato cuenta de la tremenda posibilidad política que este cruce significaba y le estaba brindando.
Centenares de alemanes comenzaron a juntarse en el muro, «con derribos improvisados de partes de la muralla de concreto», y que permitieron realizar el histórico y esperado cruce hacia Occidente, situación que sorprendió y alarmó a los guardias fronterizos comunistas que no sabían qué hacer porque desde la Oficina del Gobierno en Berlín Este no habían recibido aún ninguna instrucción. Esa noche del 9 al 10 de noviembre, las autoridades orientales la habían reservado para preparar la forma del cómo se iba a efectuar el cruce al día siguiente y cual iba a ser la función de los guardias de seguridad. Pero el adelanto de la fecha obligó al Gobierno de Krenz a reaccionar y a anticipar en varias horas el paso de los alemanes orientales a la otra Alemania.

En 1961 cuando comenzó la construcción del Muro de Berlín
Grande y numerosa fue la concentración de personas en la frontera para cruzar y cumplir sus sueños de conocer personalmente el gran avance que había experimentado la República Federal de Alemania (Occidental -RFA) en todos los años transcurridos tras el fin de la Segunda Guerra Mundial (en 1945) convirtiéndose en una de las naciones más desarrolladas y económicamente más poderosas de Europa y también de gran parte del mundo, lo que no se comparaba con el atraso industrial, tecnológico y la pobreza y mediocridad de la RDA comunista.
A inicios de 1989, Erich Honecker, el último gran líder comunista alemán, dijo que el Muro seguiría existiendo mientras no fuesen superados los motivos que llevaron a su construcción que eran la protección del comunismo contra el capitalismo y el fascismo. Honecker fue obligado a dimitir el 18 de octubre de 1989, pocos días después de celebrar el 40º aniversario de la fundación de la RDA. Honecker contempló, impotente, el final de una era cuando su sucesor, Krenz, dio la orden de no reprimir a la multitud que abrió el paso del Muro.
Juicio contra Honecker y reunificación alemana
Años después Honecker fue procesado por la muerte de 192 personas que intentaron cruzar ilegalmente el Muro durante su mandato. Su grave estado de salud le permitió, sin embargo, seguir en libertad. Así pudo finalmente asilarse en Chile.
En el Occidente el jefe del gobierno alemán era el canciller Helmut Kohl (foto derecha) , quien lideró la reunificación alemana. Su perseverancia en acelerar la unificación del país permitió que, menos de un año después de la caída del muro, se firmara el tratado de adhesión de la RDA a la RFA. Solo tres semanas después de la apertura de los pasos fronterizos en Berlín, Helmut Kohl presentó ante el Parlamento Federal un plan de 10 puntos para concretar la reunificación de Alemania, que entonces todavía provocaba mucha desconfianza en el exterior.
Kohl supo aplacar a los escépticos y desarrolló relaciones cercanas con George Bush, Presidente de EE UU; Mijaíl Gorbachov, Presidente de la Unión Soviética y François Mitterand, presidente de Francia, quien lo ayudó a convencer a otros mandatarios europeos de facilitar la integración alemana. Sin embargo, la rapidez del proceso, el coste económico y la desconfianza de una parte del mundo académico hicieron al canciller objeto de toda clase de críticas.
Gorbachov y la paz mundial
El líder soviético Mijaíl Gorbachov fue elegido secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la URSS el 11 de marzo de 1985, cargo que lo convirtió en líder absoluto del país. Así abrió el diálogo mundial a través de dos pensamientos concretos: perestroika (reestructuración) y glásnost (liberalización, apertura, transparencia).
Poco a poco, el líder de la URSS fue abrazando los vínculos económicos con Occidente y se fue haciendo a la idea de un desarme nuclear y de que el pacto militar de Varsovia, que agrupaba los aparatos defensivos de todos los Estados intergrantes del imperio comunista, terminaría por desaparecer. Pero hoy, sin embargo, la situación cambió otra vez porque por órdenes del actual presidente Donald Trump, Estados Unidos abandonó oficialmente el Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio, que precisamente había firmado con Gorbachov durante la Guerra Fría y que prohibía los misiles con alcances de 500-5.500 km. Esta acción de Trump fue muy criticada en todo el mundo porque la paz mundial vuelve a debilitarse. Gorbachov alertó sobre esto diciendo hace algunos días en la BBC: «es un peligro colosal».
Así es la historia. Gorbachov, figura esencial en este desarrollo político mundial, le replicó una vez a Honecker con un consejo «quien no se adapta a su tiempo termina derrotado», pero reconoció años más tarde que «lo que nosotros ni nuestros socios occidentales esperábamos es que la historia acelerara su paso de una manera tan increíble».