Hoy, la deuda externa argentina ronda el 100% del PIB, con vencimientos entre capital e intereses de 20.000 millones de dólares solo para el año 2020, con reservas internacionales exiguas, con intereses de la deuda que superan el saldo comercial favorable, con déficit fiscal y cuasi-fiscal que en forma conjunta no es menor al 8% del producto interno bruto (PIB) comenta el periodista argentino Rubén Armendáriz (periodista y politólogo, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico).
Ante este panorama, el gobierno de Alberto Fernández tiene solo dos alternativas: aceptar un plan de facilidades extendidas del Fondo Monetario Internacional (FMI) o, recurrir a la suspensión de los pagos de las obligaciones externas y así propender a la reactivación económica, además el cobro de impuestos a los sectores más beneficiados de esta sociedad.
El gobierno entrante debe tomarse su tiempo para resolver el problema con los acreedores y con los evasores, “fugadores” y otros beneficiados del gobierno saliente, algunos de los cuales juegan en ambos bandos. La alternativa ya se la había señalado Jesús a Zaqueo, jefe de los recaudadores de impuestos: “Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o se apegará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas”.
Pero Argentina cuenta con sólidos recursos patrimoniales y puede garantizar flujos de fondos, esencialmente por la explotación del yacimiento hidrocarburífero de Vaca Muerta y porque es el tercer exportador mundial de soja y el cuarto de maíz y tiene una importante capacidad para producir bienes industriales, que en principio permitiría sustituir importaciones pero que si el nuevo gobierno estimula su desarrollo, son competitivos internacionalmente.
El problema está en que la deuda durante la gestión del gobierno de la coalición neoliberal Cambiemos creció aceleradamente.
La deuda externa en divisas y en capital alcanzó unos 130.000 millones de dólares, incluídos los 44.267 millones de dólares -de los 57.000 millones prometidos- otorgados por el FMI a octubre 2019 (a los que se le debe sumar los intereses que la deuda devenga), con vencimientos mayoritariamente en el corto plazo, que sumado a la deuda anterior y a las obligaciones en pesos, tornan imposible su pago por el nuevo gobierno.
El deterioro de las cuentas nacionales se explica en gran parte por la fuga de capitales. Los dólares y euros que los argentinos tienen en cajas de seguridad o en depósitos o inversiones financieras en el exterior -como bonos y acciones- sumaban en junio de 2019 unos 305 mil millones de dólares (más del 30% del PIB), según los datos oficiales del gobierno argentino.
En 2009 esos fondos sumaban 146.323 millones de dólares, a fines de 2015 subieron a 222.465 millones y antes del cierre del gobierno macrista superaron los 300.000 millones.
Con la amenaza de un estallido social ante el crecimiento de la desocupación, la desigualdad, pobreza y el hambre, lo difícil para los Fernández( Presidente electo Alberto Fernández y la vice Cristina Fernández) será transitar los 44 días hasta la asunción, en los cuales nadie tiene confianza en lo que pueda hacer en ese lapso un gobierno de salida, Y siempre vuelve el recuerdo de los argentinos aquel diciembre de 2001, cuando el entonces presidente Fernando de la Rúa no soportó el estallido popular y prefirió huir en helicóptero.