Por Walter Krohne

Es que ya no se trata de culpar directamente y sin rodeos al alza del pasaje del metro de Santiago. La revueltas de esta semana y el caos de este viernes es el rebalse de una situación social que ya es insostenible y que afecta a millones de chilenos que tienen que luchar diariamente con muchas limitaciones para simplemente poder sobrevivir. Y esta situación se extiende por años porque “la alegría ya viene” pero nunca llegó, mientras que los promotores de la felicidad para todos siguen incólumes manejando el poder y  muchos de ellos viven en una burbuja, porque no quieren o no son capaces de darse cuenta o ver la realidad “al otro lado del río”.

Puntos a discutir son muchos: sueldos bajos y a veces miserables, salud mala y cara, para que decir los precios de las medicamentos (este es otro negocio de los privados como son las farmacias); jubilaciones miserables o indignas (miles con 350 dólares mensuales o menos); no se concreta la reforma de las isapres o la eliminación de las afp o al menos  hasta ahora no se sabe lo que ocurrirá con ellas); educación mala y desintegrada; si bien el metro era bueno ha estado acompañado de buses malos; el empleo y desempleo no se estabiliza porque el Estado no crea suficientes oportunidades ni trabajos de calidad; los servicios básicos son caros porque es un negocios de privados;  el problema de la Araucanía es incontrolable  y también las posibilidades habitacionales para los niveles económicos más bajos son prácticamente nulas. Patra que decir la falta d seguridad, la delincuencia y el narcotráfico.

¿Para qué vivir bajo estas condiciones?, se preguntan muchos de los frustrados que hoy protestan con «rabia», por una parte los «violentistas» organizados por las redes sociales que lo hacen destruyéndolo todo,  y por otra, las familias en los barrios, como la comuna de Ñuñoa,  que lo hacen pacíficamente con «cacerolazos».

El empresario mas rico de Chile, Andrónico Luksic, le dice este sábado a Piñera: «La clase política puede hoy resolver las pensiones, la educación, la salud y el transporte público». A esto agregamos que sin embargo no lo hace para los más necesitados, pero sí lo hace cuando se trata de sus propias dietas en el Parlamento, lo que también origina  mucha rabia entre la gente.

Estos son sólo algunos puntos en la lista de este desarrollo social, porque al otro lado del río vive la otra parte en el tema de la peligrosa desigualdad social chilena: los ricos e influyentes, muchos de ellos alcanzaron  este nivel en dictadura y otros, también muchos, en plena democracia.

En este momento estoy en Vitacura y veo televisión. Asustado sali a las calles y no vi nada extraño: supermercados, farmacias, comercios  y restaurantes abiertos, las plazas llenas de niños rubios jugando, ni un carabinero en las calles, tampoco ningún soldado. Vuelvo, veo la televisión y me entero que el caos en el centro y en los barrios populares es como el de anoche. ¿es Vitacura otro Chile, pregunto?

El grupo de los más ricos es  el que paga impuestos pero no en la relación como lo hacen los que pagan menos, porque en la clase media, por ejemplo, no hay que olvidar el IVA y para algunos también las contribuciones, pagos que también lo hacen los ricos aunque a ellos proporcionalmente  no les afecta tanto como  a los pobres. Sólo un ejemplo, en Providencia y también en Las Condes y La Reina hay chilenos con ingresos por jubilación de 250.000 pesos mensuales que tienen que pagar contribuciones por la casa propia (adquirida en otra época, con esfuerzo y bajo otras condiciones para poder vivir tranquilos en la vejez). Estos pagos llegan en general a ceca de 1.400.000 pesos anuales, es decir 166.000 pesos mensuales que deben descontar de la renta miserable que reciben tras haber trabajado entre 40 o 50 años. Además este jubilado con sus compras diarias le paga al Fisco por el IVA unos 30.000 pesos adicionales mensuales. Esto explica que algunas personas a punto de pensionarse quieren pedir que les entreguen todos sus ahorros previsionales antes de recibir una jubilación indigna.

Al otro lado, políticos y millonarios se han involucrado en operaciones de corrupción, con pruebas contundentes, y todos hoy están libres. ¿Es justicia todo esto? ¿Da esto posibilidades para lograr una paz social?  ¿Por qué los ricos no van a la cárcel? Son estas las preguntas que se hace la ciudadanía desde la clase media hacia abajo. Tantos casos que han sido prácticamente archivados: Soquimich, Penta y escándalos de los partidos políticos y de políticos corruptos que siguen ocupando escaños.

El neoliberalismo puede ser saludable como brújula económica para los Estados, pero no así para la gente simple o modesta, sectores que nunca verán la justicia y menos en países con salarios bajos como en Chile. El modelo económico debe ser más flexible frente a la situación de ciertos grupos socioeconómicos. Tiene que existir un fuerte aporte estatal para resolver problemas sociales. El objetivo ya no puede ser solamente el crecimiento, que si bien es uno de los objetivos de este modelo, no resuelve, como se ha demostrado, la paz social.

Los ingresos mensuales medios de los hogares chilenos son: Nivel «e»:  $324.000 (US$450);  Nivel «d»: $562.000; Nivel «c3»:  $899.000;  Nivel «c2»: $ 1.360.000; Nivel «c1b»:  $1986.000; Nivel c1a: 2.739.000;  Nivel «AB»: $6452.000 (US$ 8.961)

Chile necesita diversificar sus ingresos -hoy basado casi fundamentalmente en el cobre- con nuevas tecnologías, porque  la “revolución tecnológica” que está dominando al mundo, hoy como se ha demostrado ahora en Chile,  ha superado a la política y a los políticos. Los manifestantes se organizan mucho más rápido para protestar en las calles frente a la rapidez de reacción que tiene el Estado.

Esta es una frustración social que no es fácil de detener, porque tras la dictadura han pasado por La Moneda todo tipo de ideologías y personajes llamados “líderes” políticos, pero ninguno ha resuelto los problemas esenciales o básicos de los chilenos expuestos en esta columna. Cada gobierno nuevo cambia lo que hizo el anterior y así el país no puede avanzar. Es también un problema de los poderes del Estado los que deberían trabajar unidos para hacer aportes concretos al perfeccionamiento de la democracia chilena. Todos estamos involucrados en esto.

Vienen para Chile tiempos difíciles, no tiempos mejores.