Casi es posible asegurar este jueves que habrá salida negociada de los británicos con acuerdo del Reino Unido y la Unión Europea (UE) antes del 31 de octubre próximo como lo aseguró el primer ministro conservador del Gobierno de Londres, Boris Johnson.  Esto se ha conocido tras el término de las negociaciones en Bruselas en que ambas partes  quedaron de acuerdo con un compromiso oficial planteado por el primer ministro británico en torno al brexit.

Sin embargo, los laboristas liderados por Jeremy Corbyn (foto izquierda),   no están conformes con el acuerdo y han  mostrado este jueves su rechazo. «Por lo que sabemos, parece que el primer ministro (Boris Johnson) ha negociado un acuerdo que es incluso peor que el de Theresa May, que fue rechazado de manera abrumadora», señaló el dirigente laborista en un comunicado.

En su opinión, el pacto consensuado entre Londres y Bruselas antes de comenzar la cumbre europea «no va a unir al país y debería ser rechazado», por lo que, según ha afirmado, la mejor manera de «resolver» el Brexit es dar a los ciudadanos «la última palabra en una votación pública».

Corbyn ha dicho que las propuestas de Johnson a la UE «pondrán en peligro» derechos y protecciones de los británicos, «arriesgando la seguridad alimentaria, recortando los estándares medioambientales y los derechos de los trabajadores» y abriendo el servicio de sanidad pública de este país (NHS) a «una posible compra por parte de corporaciones privadas de Estados Unidos».

Por otra parte, antes de conocerse que ya hay acuerdo entre las partes, el responsable laborista para Irlanda del Norte, Tony Lloyd, había adelantado a la BBC que su partido buscaría la manera de lograr que ese pacto tenga que ser aprobado por la ciudadanía en un segundo referéndum, lo que sería apoyado por Corbyn.

La medida laborista obtendría el beneplácito del Partido Liberal Demócrata, del Partido Nacionalista Escocés (SNP) y de parte de los 21 diputados «rebeldes» tories (conservadores), que fueron expulsados de la formación por apoyar la llamada «ley Benn» -que obliga al «premier» a pedir una prórroga del «brexit si no hubiera habido acuerdo antes de este sábado-.

También la líder de los liberaldemócratas, Jo Swinson, ha reafirmado su compromiso de intentar lograr que los ciudadanos tengan que aprobar con un segundo referendo el pacto de salida de la UE. «Los próximos días moldearán el futuro de nuestro país para las próximas generaciones», ha dicho en un tuit, en el que señala que está «más decidida que nunca a frenar el ‘brexit’ y dar a los ciudadanos la última palabra».

El logro de Johnson

Para aceptar el acuerdo, uno de los puntos claves que ha conseguido Boris Johnson es que Irlanda del Norte forme parte del territorio aduanero del Reino Unido, con lo que puede alegar que no se establece ninguna frontera entre este territorio y el resto de Gran Bretaña. Sin embargo, lo cierto es que en Irlanda del Norte se alineará a muchas normas del mercado único, lo que supondrá poner en marcha un complejo sistema que permite evitar que no se restablezcan controles fronterizos dentro de la isla de Irlanda. Estos tendrán lugar en los puertos. En esta peculiar situación, se establece una distinción entre los productos que, procedentes del Reino Unido, lleguen a Irlanda del Norte para consumo propio o bien los puedan después entrar en Irlanda y con ello en el Mercado Único. Dos tipos de productos que serán sometidos a régimen distinto. El desafío será como establecer este control, limitando al máximo los riesgos de fraude.

Otro tema clave para conseguir el visto bueno británico, fue dar derecho de veto a Stormont, la asamblea parlamentaria de Irlanda del Norte, para el mantenimiento de su alineamiento con el régimen regulatorio de la UE. La clave es alejar en el tiempo el momento en que se podrá producir esta decisión. El acuerdo o sitúa 4 años después de que termine el período de transición, es decir, en principio, a finales de 2020, y además, si optan por la salida, ésta se realizaría al cabo de dos años más. Por lo tanto, el rompimiento del pacto se haría efectivo en todo caso a finales de 2026, con lo que lo que se proporciona un escenario de estabilidad temporal.

Estoy contento por el acuerdo, pero triste por el Brexit”. Con estas palabras, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker ha resumido sus sensaciones esta tarde en el momento de recibir al primer ministro británico, Boris Johnson, en la Comisión Europea. Era después de anunciar el acuerdo para un Brexit ordenado alcanzado esta mañana por los dos y que ahora pasarán a examinar los líderes europeos reunidos en Bruselas. Juncker también ha anunciado que, si se consiguen las ratificaciones, no se necesitará ninguna prórroga y el Reino Unido abandonará la UE a finales de mes.

“Un acuerdo excelente” ha dicho Johnson que ha añadido que espera conseguir la aprobación de sus parlamentarios de Westminster. Allí mismo y en el mismo punto donde Theresa May fracasó tres veces, pero Johnson espera triunfar. Johnson y Juncker se han reunido sólo unos minutos antes de que empiece la cumbre de la UE en que se examinará el tan esperado acuerdo que fue definido por el negociador europeo Michel Barnier de «justo y razonable”, cuando presentó los detalles del pacto, porque “aporta seguridad jurídica en todos los terrenos en que el Brexit crea incertidumbre” Barnier, además, preguntado por las opciones de que Westminster ratifique el acuerdo, ha señalado que en la conversación telefónica que han mantenido Johnson y Juncker esta mañana, el primer ministro británico había expresado su confianza en conseguirlo.

A partir de ahora, los pasos siguientes son, por el lado europeo, conseguir el visto bueno de los jefes de gobierno, y después la ratificación del Parlamento Europeo. En principio, a pesar del escaso tiempo restante hasta la fecha del 1 de noviembre, hay confianza en lograrlo. Por otro lado, quedará también la ratificación del Reino Unido.

El punto clave en que unas negociaciones prácticamente bloqueadas, giraron radicalmente hacia una vía más optimista fue el jueves pasado en la reunión entre los primeros ministros del Reino Unido, Boris Johnson, y de Irlanda, Leo Varadkar. Allí los dos abrieron la puerta a concesiones, que finalmente, después de un maratón negociador han permitido este acuerdo pendiente de ratificar por los jefes de gobierno de la UE y por el parlamento de Westminster.

Si el acuerdo es ratificado, entraría en vigor a finales de 2020, cuando termine el período de transición previsto, aunque hay posibilidades, previo acuerdo entre las dos partes, de alargar este período uno o dos años más. En este plazo, no hay cambio alguno en la relación entre el Reino Unido y la UE, excepto en un aspecto significativo, que Londres no tendrá ni voz ni voto en las decisiones que se adopten durante este período.

«Este nuevo acuerdo garantiza que recuperemos el control sobre nuestras leyes, fronteras y dinero sin perturbaciones y establece una nueva relación con la UE basada en el libre comercio y la cooperación amistosa», declaró Johnson.

El punto principal: Irlanda del Norte

Este territorio, de soberanía británica pero situado en la isla de Irlanda, podría seguir  en la Unión Aduanera para evitar levantar una frontera física que hicieran peligrar el acuerdo de paz de 1998. Pero Theresa May siempre se opuso. Ahora, Boris Johnson lo estaría aceptando.

Irlanda del Norte fue siempre el mayor obstáculo para que el Parlamento británico aprobara el acuerdo del Brexit. Bruselas propuso primero que ese territorio,  siguiera en la Unión Aduanera europea para evitar levantar una frontera física que pondría en peligro los Acuerdos de Viernes Santo de 1998 que acabaron con el terrorismo norirlandés.

Esa idea generaba un problema al gobierno británico porque provocaba que se tuvieran que implantar controles de mercancías y personas en los puertos y aeropuertos norirlandeses en sus conexiones con el resto del Reino Unido. Una especie de frontera interna británica. Irlanda del Norte quedaría, con ese plan, atada normativamente a la Unión Europea y a sus acuerdos comerciales mientras el resto del Reino Unido salía del bloque. La ex premier Theresa May dijo entonces que ningún gobierno británico podría aceptar esa solución.

May propuso que todo el Reino Unido siguiera en la Unión Aduanera europea hasta que se acordara el futuro acuerdo comercial. A cambio de un Brexit ordenado, el Reino Unido no podría firmar tratados comerciales con terceros países durante un período por determinar y debería respetar la normativa europea en asuntos como ayudas de Estado y estándares medioambientales y laborales.

Bruselas considera ahora que, ante la situación en la que se ha puesto, el premierBoris Johnson podría terminar por aceptar la idea original del mecanismo para mantener sólo a Irlanda del Norte en la Unión Aduanera europea, una forma de “europeizar” ese territorio, que además quedaría conectado totalmente a Irlanda mientras se aleja unos pasos del Reino Unido.  Los unionistas norirlandeses ven esta fórmula como el primer paso hacia la unión con el resto de Irlanda.

Funcionarios europeos apuntan a esa salida como la única vía viable para que Johnson salve el cuello y para que el Reino Unido no salga de la UE sin acuerdo.

Bruselas considera que la pérdida de mayoría parlamentaria de Johnson abre la puerta a esa solución porque los conservadores británicos ya no suman mayoría ni siquiera con los votos de los unionistas norirlandeses, que condicionaron a Theresa May pero que ya perdieron ese papel preponderante porque sus votos ya no sirven para dar mayoría a los conservadores.

La diplomacia europea considera que esa menor importancia de los votos de los unionistas norirlandeses hace que Boris parezca “menos rígido que May en cuanto a Irlanda del Norte, más dispuesto a aceptar aquel pacto que May dijo que no aceptaría ningún gobierno británico”.

Sus otras opciones serían desdecirse y pedir otra prórroga para ganar tiempo, desdecirse e intentar por cuarta vez que la Cámara de los Comunes apruebe el acuerdo o dimitir.

En la Comisión Europea se entiende que de acordarse ese mecanismo para salvar un acuerdo del Brexit, sería necesaria una prórroga técnica de unas pocas semanas o meses para dar tiempo al Parlamento británico a aprobar la legislación necesaria.