Por Abraham Santibañez Martínez

No cabe duda de que todos los chilenos estarían de acuerdo con el Presidente Piñera en la conveniencia de poner fin a las divisiones que marcan el 11 de septiembre de 1973. Lo dijo en un acto no previsto en La Moneda: “No tenemos el derecho de dejarle a nuestros hijos las divisiones y odio que tanto dolor nos causaron en el pasado”.

Personalmente creo que la única forma de lograrlo sería rehacer la historia y que nunca hubieran ocurrido el golpe de estado, el polarizado clima en que se produjo y, sobre todo, el brutal clima de represión consiguiente.

Tender un velo de silencio sobre el nacimiento de la dictadura hace 46 años, en que se ha empeñado la derecha dura, no tiene sentido. Tanto así, que el propio Jefe de Estado que inicialmente había dispuesto que no se realizara ninguna conmemoración este año, habló para invitar a los chilenos a compartir “algunas reflexiones” sobre la fecha…

No hizo, como en 2013, alusión a los “cómplices pasivos”, algunos de los cuales todavía permanecen en su entorno o, si no están en La Moneda, se expresan sin remordimiento ni sentimientos de culpa, utilizando incluso la libertad de expresión en las páginas de El Mercurio. No solo no quieren reconocer nada sino que condenan implacablemente a quienes se atreven a hablar de derechos humanos, niegan los inaceptables excesos cometidos y hasta hoy obstaculizan todos las esfuerzos por investigar; eventualmente, recuperar los cadáveres y castigar a los responsables.

El hecho que la diputada Carmen Hertz esté recuperando por partes los restos de su marido, el abogado y periodista Carlos Berger, es una cruel demostración de esta horrorosa insensibilidad ante el dolor ajeno. El sábado pasado, ella informó que «hoy nos devolvieron nuevos restos de nuestro esposo y padre Carlos Berger Guralnik, asesinado por la Caravana de la Muerte… El desierto nos entregó trozos de su espalda y su mandíbula, una vida masacrada, mientras sus asesinos llevan décadas de impunidad y campea el negacionismo».

Mientras esté abierta esta herida, será imposible olvidar. O considerar que el 11 de septiembre es un “día normal”, como cualquier otro..